La polivalencia del imaginario de Isaías hace que uno tenga la sensación de que pisa terreno conocido. Sin embargo, justo antes de dominar ese terreno, el imaginario cambia ante el lector atento. Hay sombras por todas partes, y movimiento entre las sombras.
Al presentar al siervo de YHVH en el capítulo 42, el libro de Isaías repite la paradoja de que son los humildes y los destrozados los que están más cerca de YHVH. Precisamente porque el siervo es el agente de YHVH, será afable con los débiles. El texto emplea la imagen de un pabilo mortecino, que arde débilmente y está a punto de fallar contra la oscuridad. El siervo de YHVH, se nos instruye, no apagará ese tipo de llama valientemente mortecina.
He aquí mi Siervo, a quien yo sostengo, mi escogido, en quien mi alma se complace. He puesto mi Espíritu sobre Él; Él traerá justicia a las naciones. No clamará ni alzará su voz, ni hará oír su voz en la calle. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo mortecino; con fidelidad traerá justicia.
Isaías 42.1-3 (LBLA
Sin embargo, un capítulo después, cuando leemos que el poderío de Babilonia no es obstáculo contra lo Nuevo que el Señor está a punto de realizar, el texto echa mano del vocabulario del antiguo Éxodo de la esclavitud en Egipto para presionar hacia la esperanza de que la esclavitud forzada de Judá en Babilonia pronto resultará igual de inútil. Una vez más aparece un pabilo, esta vez con la seguridad de que se apagará.
Así dice el Señor vuestro Redentor, el Santo de Israel: Por vuestra causa envié a Babilonia e hice descender como fugitivos a todos ellos, es decir, a los caldeos, en las naves de las cuales se gloriaban. Yo soy el Señor, vuestro Santo, el Creador de Israel, vuestro Rey.
Isaías 43:14-19 (LBLA)
Así dice el Señor, que abre camino en el mar y sendero en las aguas impetuosas; el que hace salir carro y caballo, ejército y fuerza (a una se echarán y no se levantarán, como pabilo han sido apagados y extinguidos): No recordéis las cosas anteriores ni consideréis las cosas del pasado. He aquí, hago algo nuevo, ahora acontece; ¿no lo percibís?
Este es el modo de proceder del profeta Isaías con las palabras, y también el modo de proceder de sus reverentes maestros con lo que administran y declaran. El lector que se sienta a sus pies aprende a esperar la ironía, el revés del imaginario, la verdad llevada por la cuidadosa administración del don del lenguaje, la sorpresa está a medio paso.