A pesar de todos los indicios y transiciones que han aparecido hasta ahora, es en el capítulo 40 del libro de Isaías donde la restauración y el retorno irrumpen en escena con todo su resplandeciente colorido. La misteriosa voz que clama convoca y anuncia que todos los obstáculos a este imposible serán eliminados.
Una voz clama: Preparad en el desierto camino al Señor; allanad en la soledad calzada para nuestro Dios. Todo valle sea elevado, y bajado todo monte y collado; vuélvase llano el terreno escabroso, y lo abrupto, ancho valle. Entonces será reveladala gloria del Señor, y toda carne a una la verá, pues la boca del Señor ha hablado.
Isaías 40:3-5 (LBLA)
Para un montañero como este lector, devoto de las sinuosas carreteras rurales, cuesta acostumbrarse a las imágenes del profeta. No hay en ella ningún romance con respecto al desierto. Su propósito es establecer que no se tolerará ningún obstáculo a la redención del pueblo de YHVH.
La nueva carretera del desierto será recta. No hay tiempo que perder en trazar elegantes curvaturas a través del desierto.
Los valles serán elevados y las montañas y colinas abatidas. El pueblo deberá regresar a casa sin que las aflicciones de la gravedad o los abandonados fondos de los valles le frenen.
El autor del texto ha determinado que recto y nivelado describe mejor la improbable resolución de YHVH en este caso. Nada limitará. Nada lo retrasará. La misericordia de segunda oportunidad de YHVH para con su pueblo es su propósito y -haciendo referencia a otro giro isaiano de la frase- se mantendrá.
Hay más aquí, si inspeccionamos esta declaración con ojos adiestrados en los matices de la retórica isaiana. Los verbos del versículo 4 resultan familiares al lector de Isaías.
Todo valle sea elevado (נשא), y bajado (שפל) todo monte y collado; vuélvase llano el terreno escabroso.
Isaías 40:4 (LBLA)
Este dialecto de elevar y bajar florece en la retórica de Isaías. La observación crítica es que habla con mayor frecuencia de las alturas del corazón humano. Es el lenguaje del escrutinio moral, el vocabulario que el profeta emplea para hablar de personas arrogantes y humildes y de las promesas de YHVH de ‘rebajar’ a las primeras y ‘elevar’ a las segundas.
Un par de ejemplos pueden ayudarnos.
La mirada altiva del hombre será abatida (שפל), y humillada la soberbia de los hombres; el Señor solo será exaltado en aquel día.
Porque el día del Señor de los ejércitos vendrá contra todo el que es soberbio y altivo, contra todo el que se ha ensalzado (נשא), y será abatido (שפל). Y esto será contra todos los cedros del Líbano altos (נשא) y erguidos, contra todas las encinas de Basán, contra todos los montes encumbrados, contra todos los collados elevados (נשא); y será humillado (שפל) el orgullo del hombre y abatida la altivez de los hombres; el Señor solo será exaltado en aquel día. (Isaías 2:11–14, 17 LBLA).
Yo sólo he destacado la precisa mezcla de estilos en el lenguaje. Si ampliáramos nuestro ejercicio al nivel del mezcla conceptual, el superposición sería aún más evidente.
Y de nuevo, en el capítulo cinco:
El hombre común será humillado (שפל) y el hombre de importancia abatido, y los ojos de los altivos serán abatidos (שפל).
Isaías 5:15 (LBLA)
Estas dos selecciones no son más que un par entre muchas otras.
Parece muy probable, pues, que cuando el profeta habla de los obstáculos topográficos que se apartan del camino de Judá mientras contemplan lo que significaría volver a casa, está señalando que la oposición de la gente y sus maquinaciones contra el propósito de YHVH para el remanente de Judá quedarán inertes. Si la aplicación de este imaginario a los seres humanos no agota su capacidad, al menos la enfoca.
Hay otro detalle que parece concordar con esta interpretación. En el versículo cuatro, es toda montaña y colina la que será humillada. La palabra en cursiva se traduce del hebreo XXX (giv’ah). Esto está relacionado, al menos auditiva y probablemente también etimológicamente, con dos de las palabras isaísticas características para la arrogancia o la altivez: גבעה / (gava[c]h) y גבהות / gavhut). De hecho, en 2.11 (citado anteriormente), es explícitamente las miradas altivas (עיני גבהות) del hombre que serán abatidas (el ya familiar שפל).
En efecto, el profeta de YHVH ‘habla al corazón de Jerusalén’, tal como el texto invita a hacer a los destinatarios anónimos. Si Judá ha de abrazar las misericordias restauradoras de YHVH, su pueblo debe primero aceptar que las naciones son para él como polvo en una balanza. Nadie ajeno a la nueva conversación de YHVH con su pueblo impedirá lo bueno que él ha determinado para ellos.
Esto es como decirle a la hormiga que el elefante de patas enormes no tiene nada que ver con su futuro. Era casi imposible de creer entonces. Hoy pone a prueba nuestra credibilidad, ya que el texto reverbera en nuestra alma y desafía a nuestras Babilonias más pequeñas.
Una ponencia ofrecida en la ocasión del cuadragésimo aniversario del Seminario ESEPA, San José, Costa Rica
25 enero 2023
Me parece entre ridículo e inculto, iniciar esta charla con una anécdota no tan favorable respecto a mi amigo y colega don Eugenio Green. Pero no poseo las fuerzas—ni natas, ni inspiradas, ni producto de la disciplina—para no aprovechar de la oportunidad.
Así que, se la voy a contar.
Era agosto del año 1988. Mi esposa y yo y nuestros dos bebés vivíamos entre baúles y maletas en un apartamento asfixiante cerca de Boston. Yo había concluido una maestría en Nuevo Testamento, habíamos levantado los fondos indicados y nuestra partida para Costa Rica y un nuevo seminario que se llamaba ESEPA quedaba a una distancia de unos ocho días y ocho noches. Todo estaba listo.
Suena el teléfono. Me llamaba un excelente amigo Kevin Jezequel, decano estudiantil del nuevo seminario, la persona que me había reclutado para unirme a esta nueva causa en Centroamérica y amigo de todo el mundo.
Después de hablar paja por un minuto, se volvió evidente que Kevin no llamaba para ese fin, sino como mensajero del entonces decano académico de ESEPA, un tal Eugenio Green.
‘El decano me pidió llamarte’, me dice Kevin en esos días cuando las llamadas telefónicas internacionales eran caras y, por ese motivo, infrecuentes. ‘Dice el decano que si solo podés traer una porción de tus libros, trae los de Antiguo Testamento, pues vas a ser nuestro tipo del Antiguo Testamento.’
Así descubríamos nuestras vocaciones en aquellos días. Eugenio nos las reveló y después Dios apoyó.
¿Con qué fin les cuento esta anécdota de la Época de los Dinosaurios?
Pues, en consecuencia de la revelación que llegó por las santas manos de don Eugenio, he vivido los últimos 35 años como especialista en el Antiguo Testamento.
Cuando vuelvo al Nuevo Testamento, siento que soy un peregrino descubriendo tierras y paisajes nuevos y desconocidos. O a veces latitudes que conocía en otro mundo o por lo menos en otro momento, y que ahora esto volviendo a dimensionar.
Quizás en este detalle tengo el privilegio de solidarizarme con los primeros creyentes judíos.
Entre más recorro el cambio que vengo describiendo, partiendo del Antiguo Testamento y llegando al Nuevo, algo interesante me pasa. Descubro que las realidades asumidas y descritas en el Nuevo Testamento se desarrollan naturalmente a partir del Antiguo, una vez que Jesús y su hermenéutica activan e iluminan las conexiones que ahí quedaban latentes. Aquel texto bíblico memorable de Lucas 24, dos tipos caminando a Emaús entre nostalgia y pavor, se encuentran acompañados por el Jesús resucitado y este empeñado en comunicarles una hermenéutica que les permitiese encontrar a Jesús en cada línea de su Biblia Hebrea.
Es decir, percibo y experimento los enlaces entre los dos testamentos como cada vez orgánicos y naturales.
Es decir, el puente entre los dos testamentos es en la vida de este siervo suyo una estructura bien transitada. El pasar de los años me ha familiarizado con los carriles, la rotulación y los sitios donde ocurren la mayoría de los accidentes de tránsito.
Por lo tanto, cuando me topo con las palabras de Jesús sobre la vida abundante, conecto este fenómeno rápidamente con el tema de la plenitud de Dios como la vengo escudriñando en el libro de Isaías desde hace varios años.
En los momentos que compartimos en esta tarde, me gustaría reflexionar sobre la naturaleza de la famosa ‘vida abundante’ de Jesús y ofrecerles varias observaciones sobre la manera en que yo experimenté esa abundancia en ESEPA. Quizás, aún, se me ocurra una que otra idea sobre aquella misma plenitud en el futuro de ESEPA, ya que ESEPA es ESEPA y no el frágil y tierno experimento de un puño de ticos y misioneros en la década de los 1980.
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Entre las palabras más memorables de Jesús, registradas en los cuatro evangelios, pocos superan o se citan más en nuestro entorno que la descripción de su propósito en el Evangelio de Juan, capítulo 10, versículo 10.
Me permito leerlo en su contexto y tal como lo encontramos en la Nueva Versión Internacional:
Jesús les puso este ejemplo, pero ellos no captaron el sentido de sus palabras. Por eso volvió a decirles: «Ciertamente les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran unos ladrones y unos bandidos, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo. Se moverá con entera libertad, y hallará pastos. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
Juan 10:6-10 (NVI)
Registremos el detalle de que el discurso de Jesús se refiere insistentemente a pluralidades: ‘las ovejas’, verbos plurales como ‘no les hicieron caso’, ‘para que tengan vida’ y ‘la tengan en abundancia’. Esta nota ‘comunitaria’, si así se le puede describir, se mezcla con una innegable singularidad: ‘el que entre por esta puerta … será salvo’.
Al afirmar el referente comunitario, no rechazo el referente singular. Pero me parece difícil que este discurso sea compatible con—mucho menos que genere—la asombrosa interpretación de la vida abundante que prevalece en nuestros días en términos individualistas y aun psicológicos. Cuando perdemos la nota ‘social’ de esta enseñanza, la convertimos en algo diferente a lo que Jesús pretendía comunicar.
El argumento que les traigo es que habría sido improbable que los primeros seguidores de Jesús—y por qué no la tradición juanina que convierte el discurso arameo hablado de Jesús en texto griego escrito—sin tomar en cuenta los antecedentes establecidos por el libro de Isaías. Recordemos que al lado de Deuteronomio y los Salmos, Isaías es el rollo bíblico que más influencia ejerce en el judaísmo del Segundo Templo, inclusive en el mismo Nuevo Testamento.
¿Tenemos un antecedente concretamente textual en Isaías que convertiría la ‘vida abundante’ que Jesús presenta como un objetivo suyo en cita o aún en alusión concreta? En realidad, no. Si lo tuviéramos, mi argumento pasaría de lo especulativo a lo comprobable. Pero admito abiertamente que no puedo probar mi humilde tesis. Inescapablemente es de índole especulativa. Sin embargo, mi estudio de Isaías y de la asimilación de la Biblia Hebrea en el movimiento primitivo mesiánico me convence que mi argumento goza de probabilidad.
Si le vamos a derivar nuestras pautas al libro de Isaías, pienso que estamos obligados a comenzar en el famoso sexto capítulo de este libro. El término que uso para la visión que Isaías experimenta en el salón del trono de Yahvé que aparece ahí es la visión generadora del libro. Es uno de los pocos aportes biográficos de Isaías. No creo, con algunos de los intérpretes clásicos del libro, que es una adenda que procura darle rostro a la voz del profeta. Al contrario, me parece más congruente con el libro afirmar que la experiencia narrada en el capítulo 6 genera lo que llamo La visión de visiones en el capítulo 2 y, por ende, la trayectoria de la totalidad de esta inmensa obra.
Posiblemente ya conocen el texto al que hago referencia. Al riesgo de desmantelar nuestra asimilación de este texto ancla aun antes de haber iniciado, me permito leer solamente los primeros cuatro versículos:
El año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el Templo. Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban.
Y el uno al otro daba voces diciendo: «¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!».
Isaías 6:1-3 (RVR95)
Reflexionen conmigo sobre esos gigantescos e intimidantes seres que en este texto se llaman serafines. Si la etimología de una palabra significa algo, es difícil no concluir que son seres ardientes, pues la raíz saraf significar arder o quemar. Aquí se trata de un sustantivo que emplea esa misma raíz hebrea.
Ellos manifiestan una vocación que consiste en hacer algo y en declarar algo. Lo que hacen es probablemente servir; lo que declaran es un canto doble. Es decir, estos seres ardientes cuya voz—consten que no es la voz de Yahvé, sino de estas criaturas—hace temblar las cimientas del templo, declaran dos verdades … dos realidades. Me refiero al versículo 3.
La primera: קדוש קדוש קדוש יהוה צבאות—tradicionalmente ‘Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos’, es digna de una cuota de reflexión que el calendario y el reloj no nos permiten.
Es la segunda que se debe adueñar de nuestra atención hoy.
Los serafines declaran מלא כל־הארץ כבודו.
Todas las traducciones convencionales modernas alguna variante de nuestra Reina Valera:
¡Toda la tierra está llena de su gloria!
El problema es que esta traducción convencional nos obliga a darle un codazo a una persona para pasarlo a los márgenes donde ojalá se quede callado. Me refiero al masoreta, un custodio judío medieval cuya labor consistía en insertar en el texto los signos vocálicos que el texto sagrado de su día no tenía. Ahora, su trabajo no consistió en inventar lecturas creativas. Al contrario, se le encomendó la responsabilidad de insertar las vocales que reflejaban la lectura del texto consonántico en la sinagoga que él conocía.
El resultado, y queda como testigo mudo en nuestras Biblias Hebreas, afirma algo diferente. A mi criterio, la mejor forma de expresar esta lectura en castellano es …
La plenitud de toda la tierra es Su gloria.
Aunque esta inquietante posibilidad es tema de conversación en los comentarios técnicos, la única versión de la Biblia Hebrea (Antiguo Testamento) que yo he visto otorgarle la presencia que merece es la reciente y magistral obra de Robert Alter, The Hebrew Bible: A Translation with Commentary.
Alter nos ofrece esta traducción de 6.3b:
The fullness of all the earth is His glory. (La plenitud de toda la tierra es Su gloria.)
Cuando en mi propio estudio de Isaías, me topé con la lectura masorética y la marginación que ha sufrido, me vino a la mente un período de mi vida que yace en una época aún más remota del siglo XX que el evento que estamos celebrando esta semana.
Como joven, bajo el cuidado de un genuino pastor y en un hogar donde mis padres se despertaban espiritualmente bajo la misma influencia, comencé a descubrir los textos de la Biblia con una solemnidad adolescente. Me dio a la tarea de memorizar largos capítulos del texto bíblico, cuya poder de fascinarme nunca se agotaba. En los relatos de la creación en Génesis, me encontré ante una misma retórica de abundancia.
Recuerdo donde me sentaba en la sala de estar de la casa de mis papás cuando la florida retórica de abundancia que es Génesis 1.20-25 se posesionó de mí:
Dijo Dios: «Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en el firmamento de los cielos». Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su especie, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y los bendijo Dios, diciendo: «Fructificad y multiplicaos, llenad las aguas en los mares y multiplíquense las aves en la tierra». Y fue la tarde y la mañana del quinto día.
Luego dijo Dios: «Produzca la tierra seres vivientes según su especie: bestias, serpientes y animales de la tierra según su especie». Y fue así. E hizo Dios los animales de la tierra según su especie, ganado según su especie y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.
Génesis 1:20-25 (RVR95)
No se trata de una fría tabla que convierte los insumos de la creación en lista. Al contrario, es una celebración extática de la abundante y activa diversidad de lo que Elohim creó.
El posicionamiento de Elohim es interesante. El deleite que se le nota gira en torno a tres detalles: (a) la variedad de sus criaturas, (b) la cantidad de ellas y (c) la forma en que se mueven. Aún antes de dimensionar la realidad de que este creador bendice lo que crea con una inmediatez marcada, es evidente que Elohim queda fascinado con el bullicioso resultado de sus dos días de inventos. El ama sus criaturas y quiere ver más de ella: ‘Fructificad … multiplicaos … llenad … multiplíquense…’.
El vocablo que representa llenad es el mismo verbo מלא. Por esta y otras razones, el encuentro de Isaías con Yahvé y sus serafines no queda remoto.
El autor de Génesis 1 sabe lo que los serafines declaran, según la tradición que nuestro anónimo masoreta del siglo XII: מלא כל־הארץ כבודו. ‘¡La plenitud de la tierra es Su gloria!’
Supongo que aun en esos capítulos tiernos de mi vida, el testimonio bíblico comenzó a serrucharle el piso a la escasez y la penuria de mis antecedentes fundamentalistas.
La Biblia nunca ha dejado de ejercer ese mismo efecto, pues da testimonio a un Dios de abundancia, diversidad y deleite.
Ahora, ¿a qué hemos venido en estas alturas de nuestra reflexión?
He tratado de convencerles de varias facetas de una lectura bíblica—una hermenéutica—que uno halla coherente. Consten que no he probado nada. Eso sería conversación para otro día.
Pero en primer lugar he dado testimonio de que me es casi impensable que Jesús invente y la comunidad juanina atesore un concepto de la vida abundante que no goza de múltiples antecedentes en la Biblia Hebrea y en particular el libro de Isaías.
Segundo, me he liberado de la convicción que el inmenso libro de Isaías está anclado en La visión generadora de Isaías 6 y en La visión de visiones de Isaías 2. Poca mata florece en el resto del libro cuya semilla no se encuentra en esas dos visiones fundamentales.
Tercero, he sugerido que Isaías de manera que es coherente con los relatos de la creación en Génesis le asigna un alto valor al concepto de la plenitud en todo lo que Yahvé hace o pretende hacer.
Permítanme, en estas alturas, mencionar unos pocos aspectos de aquella plenitud—llámese abundancia—que vislumbramos en el libro de Isaías. Lo hago para, al final, ofrecer unas observaciones sobre la vida abundante como yo la experimenté entre 1988 and 2004 en ESEPA, permitiéndome soñar un poco hacia un futuro que deja de ser mío en esa última fecha.
Primero, la plenitud de Yahvé—la vida abundante—en Isaías abarca una cantidad inmensa de gente redimida. No es una visión de escasez, sino de dimensiones abundantes. Uno podría decir masivas.
Cumplo la ardua labor de seleccionar ejemplos, conectando una expresión que nace en la Visión de Visiones con otra que demuestra su tendencia reiterativa.
Acontecerá que al final de los tiempos será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes; será exaltado sobre los collados y correrán a él todas las naciones.
Vendrán muchos pueblos y dirán: «Venid, subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob. Él nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas». Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén la palabra de Jehová.
Él juzgará entre las naciones y reprenderá a muchos pueblos. Convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación ni se adiestrarán más para la guerra.
Isaías 2:2-4 (RVR95)
En el dialecto isaiano, las tres expresiones ‘todas las naciones’, ‘muchos pueblos’ y ‘las naciones’ son sinónimos. La visión profética insiste en un enlace cósmico sumamente positivo.
Veamos otra edición del mismo mensaje en la ‘visión idílica’—muchos dirían mesiánica—del capítulo 11:
Me temo estar en la obligación de leer la visión en la hermosa totalidad de sus nueve versos, a riesgo de ser interpretado como fastidioso en la avanzada hora de la noche.
Saldrá una vara del tronco de Isaí; un vástago retoñará de sus raíces
y reposará sobre él el espíritu de Jehová: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.
Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos ni resolverá por lo que oigan sus oídos,
sino que juzgará con justicia a los pobres y resolverá con equidad a favor de los mansos de la tierra. Herirá la tierra con la vara de su boca y con el espíritu de sus labios matará al impío.
Y será la justicia cinto de sus caderas, y la fidelidad ceñirá su cintura.
Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro, el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará.
La vaca pacerá junto a la osa, sus crías se recostarán juntas; y el león, como el buey, comerá paja.
El niño de pecho jugará sobre la cueva de la cobra; el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora.
No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte, porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.
Isaías 11:1-9 (RVR95)
¿Captaron esa última y gloriosa afirmación? ‘…porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.’
Plenitud … llenura … abundancia.
¿Plenitud de qué? Le aseguro que lo que el profeta prevé no es mucho conocimiento, a pesar de la muy poética brevedad de su retórica. La Biblia Hebrea no tiene apetito por ese tipo de abstracción. Lo que él sí ve es mucha gente … personas … muchos pueblos que conocen a Yahvé.
Después de casarme vocacionalmente con el libro de Isaías y sujetarme como discípulo a su vara, no soy capaz de creer en esas escatalogías de escasez y penuria que alguna vez me enseñaron. No sería bíblico. No estaría participando en ni añorando la realización de la vida abundante.
Entonces, la plenitud de Yahvé—la vida abundante—en Isaías abarca una cantidad inmensa de gente redimida.
¿Cuáles otras facetas de esta plenitud encontramos en el libro de Isaías?
En realidad, la mayoría de las declaraciones de plenitud en Isaías se efectúan mediante expresiones de ausencia, escasez, o inexistencia. Para cada expresión de plenitud, descubrimos aproximadamente diez manifestaciones negativas. Para entender el tema de la plenitud en Isaías de manera global, habríamos que ver ambos tipos. Nuestro tiempo no da para todo eso.
Pero sí me gustaría que viéramos una expresión más de plenitud, llenura o abundancia. En este caso, lo que abunda es aquella combinación profética clásica de משפט y צדקה (tradicionalmente, justicia y rectitud).
Escuchemos primero un lamento sobre Jerusalén que ocurre en el capítulo 1, trozo introductorio que introduce el libro cuyo contenido per se inicia en el capítulo 2.
Leo el versículo 1.21 conforme a la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH), porque la NVI considera que su lector no es capaz de entender una metáfora personificada y la Reina-Valera tropieza, convirtiendo una exclamación en pregunta:
¡Cómo se ha convertido en ramera la ciudad fiel, La que estaba llena de justicia! Moraba en ella la rectitud, Pero ahora, asesinos.
Isaías 1:21 (NBLH)
La lamentable infidelidad de Jerusalén se torna vívida precisamente porque sus antecedentes eran prometedores. El texto a su lector le recuerda de una época en la vida de Sión cuando la justica llenaba sus calles, sus casas, sus comercios. En aquel entonces, la rectitud era su principal ciudadano. ‘Ahora’, declara el texto con una potente elipsis.
Por un momento, podemos imaginar una ciudad caracterizada por su vida abundante de justica y rectitud. Luego, sentimos la trágica pérdida de estas cualidades.
No es de sorprender que el motivo recurra. En 33.5, tenemos una momentánea celebración de Sion tal y como la vimos celebrada en 1.21:
Exaltado es el SEÑOR, pues mora en lo alto; Ha llenado a Sion de derecho y de justicia. (משפט וצדקה)
Isaías 33:5 (NBLH)
Estos pocos ejemplos quizá sean capaces de provocarnos a imagina una vida abundante que es comunitaria, efervescente, pública y caracterizada por aquella buena relación entre seres humanos y hasta otros elementos de la creación que la Biblia Hebrea describe con los preferidos vocablos משפט (justicia) y צדקה (rectitud).
Les propongo que esta visión de abundancia no es principalmente individual, ‘espiritual’, ni una realidad que se da al interior del ser humano. Además, les sugiero que este concept de plenitud/llenura/abundancia hubiera habitado las mentes y corazones tanto de Jesús como de los que asimilaban su formación en el discurso que se resume en el Evangelio de Juan en su décimo capítulo.
El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.
Juan 10:10 (NVI)
Ahora, paso a una reflexiones que no esquivan la cuota de nostalgia que les quiere compenetrar. Al final de día, son memorias ancladas en dieciséis de los mejores años de mi vida.
Experimenté esa vida abundante en ESEPA cuando furiosamente matriculamos a olas de pastores, evangelistas, consejeros y profesionales en esos primeros años de locura. Había una demanda explosiva. Cada uno traía lo que tenía. Muchos trajeron años de experiencia ministerial. Otros llegamos con experiencia ministerial limitada, pero con un acercamiento disciplinado a metodologías bíblicas y teológicas. El ambiente no emanaba caos sino una intensa y diversa plenitud.
Lamento que teníamos tanto temor de no mantener las fronteras teológicas que nos parecían tan importantes. Hubo poca colaboración con otras instituciones teológicas que hoy día consideraría hermanas. En este sentido, vivimos escasez en lugar de abundancia/plenitud.
Experimenté esa vida abundante en ESEPA en la medida que los ticos, los norteamericanos y uno que otro europeo (John & Elizabeth …) quienes éramos el equipo sudamos, reímos, lloramos, celebramos, enterramos a familiares, nos casamos y en todo sentido vivimos juntos. Se dio una muy manifiesta abundancia que hasta el día de hoy marca mi vida.
Lamento la miopía calvinista que traje al tapete en esos primeros años. Pero celebro el momento cuando me di cuenta que mis amigos y colegas pentecostales y arminianos manifestaron en nuestras oraciones una confianza en la soberanía de Dios mucho más fuerte que la mía. Lo recuerdo como si fuera memoria de la semana pasada. Mi escasez se convirtió, una vez más, en aquella muy diversa abundancia.
Lamento las inevitables desfases culturales que migraron a Costa Rica en mis genes. Pero celebro los momentos ‘David, es que vos no sabés…’ que me alinearon con una realidad que había sido la mía … y agradezco que el Señor me regaló la apertura para recibir tales momentos como oportunidades de iluminación en lugar de humillación.
Lamento la distancia entre iglesia y seminario que nunca nos soltó de sus garras. Es un distanciamiento diabólico que continúa hasta hoy, condenándonos a una escasez infernal.
Lamento que las guerras teológicas y eclesiales de los años 1970 nos callaron la boca ante los temas de justicia y conciencia social que son tan prevalentes en las Escrituras porque son compromisos del mismo Señor de los Ejércitos. Una vez más … escasez cuando con podríamos convivido en abundancia.
Lamento que no encontramos o la valentía o la astucia que nos hubiera permitido ocupar los espacios que ahora son propiedad de los falsos credos de abundancia que son los evangelios de la prosperidad.
Experimenté y sigo experimentando niveles de profunda amistad con amigos ticos que considero amigos de por vida. Recuerdo el día que Kevin Jezequel y yo nos percatamos de que nuestros mejores amigos eran ticos. Nos reímos al darnos cuenta que nuestra gente anglosajona e italiana en el norte jamás nos comprenderían. Pura, dulce y vigorizante amistad.
Experimenté y experimento aquel gozo y plenitud que resultan de tener no un solo idioma hablado, sino dos. Pero aun esta abundancia se torna blanda al contemplar la visión profética que aplaude la marcha de todas las naciones hacia una nueva Jerusalén, donde ninguno pierde su identidad ni sus antecedentes mientras todos nos volvemos familia eternamente. Eso sí será abundancia.
El profeta Isaías describe la conducta anticipada de YHVH al traer de vuelta a casa a sus hijos exiliados de una manera que logra combinar ternura e infinitud.
Como pastor apacentará su rebaño, en su brazo recogerá los corderos, y en su seno los llevará; guiará con cuidado a las recién paridas. ¿Quién midió las aguasen el hueco de su mano, con su palmo tomó la medida de los cielos, con un tercio de medida calculó el polvo de la tierra, pesó los montes con la báscula, y las colinas con la balanza? ¿Quién guió al Espíritu del Señor, o como consejero suyo le enseñó? ¿A quién pidió consejo y quién le dio entendimiento? ¿Quién le instruyó en la senda de la justicia, le enseñó conocimiento, y le mostró el camino de la inteligencia?
Isaias 40:11-14 (LBLA)
La poesía de Isaías decora la arraigada convicción bíblica de que YHVH es incontenible. No responde ante nadie, su brazo no es bastante corto para cualquier propósito que corresponda a su majestuoso carácter.
Las palabras resaltadas argumentan que YHVH es también y finalmente inconcebible para las meras mentes humanas. Esto no significa que sea incognoscible o que eluda toda relación. Al contrario, se revela a sí mismo y se deleita en ser conocido. Sin embargo, el profeta, a pesar de su originalidad, coincide con el testimonio bíblico al afirmar que YHVH no puede ser conocido exhaustivamente. YHVH es libre de actuar como quiera, y sus juicios a este respecto son inconmensurables.
El contraste entre YHVH y los ídolos tallados con el hacha de un hombre fuerte en la polémica de Isaías contra la idolatría pone aún más de relieve esta característica de la persona de Isaías.
Hay libertad, podría insistir el profeta, en adorar a un Dios de este tipo. Él está vivo por su propio propósito, libre para crear un futuro que se alinee con sus buenas intenciones, sin restricciones como el barro que nos absorbe los talones.
YHVH va más allá de cualquier medida o medición. Los pequeños cautivos, que se atreven a comenzar a esperar, bien podrían encontrar un ancla en esta infinitud, este Amante es a la vez incautado e inaprehensible.
Solo hace falta una generación de confort para que un pueblo olvide que el mundo es peligroso.
Los hombres y mujeres que saben lo que es una mecedora están mal equipados para imaginar lobos. Somos capaces de hacerlo, por supuesto, cuando la adversidad nos presiona a actuar. Sin embargo, esa observación confirma que se requiere presión para que imaginemos la amenaza, y mucho menos para que nos levantemos contra ella arriesgando la vida, las extremidades y los cuerpos desgarrados.
En su brillante obra, Shepherds After my Own Heart: pastoral traditions and leadership in the Bible, Timothy S. Laniak sostiene que la función del pastor antiguo es algo distinto de lo que suponemos los modernos. Su esencia, persuade Laniak, era la de proteger y proveer al rebaño en un contexto lleno de escasez y peligro.
El romanticismo se desvanece rápidamente de la vocación y nos lleva de nuevo a la bendición aarónica. Cuando el sacerdote habla en voz alta sobre el pueblo, con la esperanza de que YHVH esté escuchando y se preste al consejo, desarrolla lo que significa para la deidad bendecir a su pueblo pactado al instar a …
Que el Señor te guarde…
Números 6:24 (LBLA)
En muchos contextos, la traducción más robusta y quizás precisa no sería ‘mantener’, sino ‘guardar’ o ‘proteger’. El hecho de que palabras menos activas se hayan convertido en la traducción convencional se debe quizá más a su recitación en entornos litúrgicos seguros que a la dinámica lingüística de la propia palabra hebrea y al entorno salvaje decididamente inseguro en el que los artesanos literarios de la Torá han situado su establecimiento.
Si uno elige vivir dentro de la historia bíblica como la historia más competentemente contextualizada de todas las que tenemos a nuestra disposición en nuestro tiempo, entonces uno debería tener los ojos bien abiertos respecto a esa autoinserción. Es un mundo peligroso el que se elige, con un argumento de lo más peligroso. La muerte y la calamidad estallan con una regularidad inquietante, a veces por la espada del propio enemigo, a veces por la perfidia del propio hermano, y ocasionalmente por el fuego que emana del propio Dios al que uno ha pactado seguir en el desierto.
El sacerdote no era tonto cuando entonaba diariamente sobre su pueblo…
Que el Señor te bendiga… y te proteja…
Puede que en ese momento se haya erigido como el mayor guerrero de Israel.
Aunque hay que admitir que tal bendición divina habría sido rica, su alternativa era demasiado terrible de contemplar.
La bendición hermosamente equilibrada que se pone en boca de Aarón y sus hijos hasta donde alcanza la vista genealógica es notable por varios motivos.
En primer lugar, parece -al menos a los ojos del lector occidental- un claro en el bosque de lo que a veces puede parecer un bosque literario muy oscuro. De hecho, algunos críticos literarios encuentran la bendición aarónica tan profundamente disonante con su entorno que aventuran un origen para ella que está lejos de las prescripciones cultuales y arquitectónicas de su entorno.
Es posible que haya sido el ancla brillantemente pulida de alguna liturgia perdida, colocada aquí como una joya en un entorno que parece deslucido e incluso burdo en contraste. Otra posibilidad es que haya brillado tanto que los escritores de Israel hayan redactado una explicación etiológica incoherente de su gloria estética, que tal vez no esté a la altura del núcleo con el que empezaron.
Probablemente ambos tipos de teorías juzgan con demasiada dureza el material litúrgico de los pasajes circundantes. Igualmente, ambas miran con malos ojos lo que los estudiantes de la Torah han encontrado durante innumerables generaciones más convincente que oscuro, más digno que burdo. Por último, podría decirse que ambas explicaciones son intolerantes con la flexibilidad de género de la literatura antigua que está en nuestras manos al leerla.
En cualquier caso, es plausible que el escándalo que se presenta como entorno empobrecido para una joya brillante esté en función de nuestras propias limitaciones como lectores y no de rudas deficiencias del texto.
El Señor te bendiga…
Números 6:24 (LBLA)
Los sacerdotes de Israel declararán para siempre estas palabras sobre el pueblo, esperando contra toda esperanza que el Señor realmente escuche y esté dispuesto a actuar. Si estas palabras caen al suelo como un monólogo sacerdotal optimista o, en el mejor de los casos, como un diálogo unilateral entre adoradores, entonces se perderá algo más que una vocación religiosa que no salió bien.
Un pueblo, en efecto, perecerá.
Después de todo, uno de los grandes escritores sureños de Estados Unidos se atrevió a preguntar de forma tan memorable como si estuviera vivo hoy, ‘¿Dónde están los hititas?’
Una ráfaga de luz interrumpe la rigurosa monotonía del manual sacerdotal cuando el capítulo seis de Números llega a su fin.
El Señor instruye a Moisés para que entrene a Aarón y a las nuevas generaciones de hijos aarónicas para que bendigan a Israel hablándoles cosas buenas en presencia de YHVH.
El lenguaje de la bendición es uno de los más ricos en dialectos del material bíblico. Su eco perdura en nuestra referencia a las ‘bendiciones materiales’. Aunque líneas enteras de cursilería religiosa han adoptado la palabra para promover el recuerdo, la noción en sí misma está impregnada de una vigorosa aplicación de la voluntad a la conformación de la experiencia humana.
Bendecir a alguien es desearle sólo lo mejor que pueda ocurrirle y ponerse a su disposición para la realización de lo deseado. Bendecir es más concreto que abstracto y, por tanto, suele implicar la expresión de la propia buena voluntad. Los ojos se encuentran, a veces el aliento del orador calienta la mejilla del oyente, a menudo la mano toca el hombro si no hay abrazo.
La narración bíblica enriquece el contexto al presentar a un YHVH atento al oír la declaración del orador, garante y Realizador de las cosas buenas que se desean.
Bendecir es audaz, pues qué frágil orador puede reordenar o reconstruir la vida y el entorno de un amigo. Es imposible o, al menos, improbable, por lo que la persona que bendice se ofrece a sí misma para situarse activamente en la brecha que separa la pobreza presente de la provisión que se desea, se busca, se persigue.
Bendecir también es aventurar la noción espiritualmente violenta de que los propios deseos se alinean con YHVH, que puede dar forma a las vidas, el futuro y el entorno, o -más inconveniente para las idolatrías que sirven al statu quo- que la bendición que uno pronuncia en voz alta puede mover el corazón y la mano de la deidad para que actúe para el bien y no para el mal cuando antes estaba inerte, ausente o adverso.
Esto es bendecir.
Es hablar de otras personas, afirmando con palabras, en primer lugar, un futuro que sólo existe en la mente poco iluminada de aquel que quiere cerrar los ojos con otro y desear cosas buenas en voz alta.
Los perfiles psicológicos modernos basados en el orden de nacimiento y el género tienen precedentes antiguos. El primogénito fue y sigue siendo una preocupación singular de muchas culturas. Quizás en ningún otro lugar el primogénito varón es objeto de una atención particular y a veces trágica que en la literatura bíblica de Israel.
Ningún autor vivo ha escrito de forma más convincente que Jon Levenson, de la Universidad de Harvard, sobre los misterios en los que se ve envuelto el primogénito bíblico sin elección propia, a menos que el agarre de un gemelo que es el segundo en el turno de nacimiento se tome como una autoafirmación consciente.
En una serie de ensayos y libros densamente repletos que sólo son accesibles para aquellos que llegan con hambre y sed de entender la compleja entrada de Levenson en un tema ya complicado, Levenson argumenta que el sacrificio de un hijo varón primogénito humano es anterior al permiso bíblico de sustituir un animal.
En cualquier caso, y siempre que se aborde esta literatura con una mente abierta, el sacrificio de un primogénito responde al requerimiento de un dios terriblemente exigente. De hecho, muchos modernos de tierna conciencia hablarían de una deidad malvada, el lado moral de un argumento en el que los estudiosos de la historia se refieren a la presencia ‘demóniaca’ de YHVH en las afueras y ocasionalmente en la calle mayor de la historia recordada de Israel.
Justo el tipo de sustitución que es común en la literatura que pretende expresar la realidad de la proximidad a YHVH ocurre en el capítulo tres del Levítico, donde Aarón -habiendo perdido a sus hijos primogénitos demasiado aventureros por una llama divina- recibe la orden de aceptar a los levitas como primogénitos de todo Israel. Estos levitas, una tribu entera de hijos sustitutos, trabajarían junto a Aarón durante los siglos venideros, facilitando el culto del tabernáculo que era la línea de vida de Israel hacia el Consumidor de sus primogénitos y el Sustentador de todos los demás.
YHVH reclama a estos levitas y los asigna a Aarón.
En este momento literario de consagración a una tarea singular, se podría suponer que los hombres levitas responden ‘nosotros’ a lo que parece una noble vocación. No pueden tener ninguna idea del privilegio y del coste que supondrá.
Quien dice ‘acepto’ nunca lo hace, sea profeta, novio o mesías. Es nuestra manera de confiarnos a la llamada particular de un dios exigente, que consume e ilumina con la misma llama divina.
Uno de los primeros escritores cristianos no tardó en llamar a Jesús el monogenes de su padre. Con esto, Juan y los que siguieron su instrucción apostólica probablemente no querían decir principalmente ‘unigénito’, aunque este lenguaje iba a enriquecer los credos que se prolongan sobre el material bíblico como una capa de nubes reflectantes. Más bien, es probable que el énfasis recayera en la elección por parte de Dios del nazareno por el que Juan se sentía tan particularmente querido.
También para éste, la condición de primogénito de YHVH significaría tanto el honor como el dolor incomprensible. En la Biblia, la muerte acecha al primogénito. Como lo hace YHVH.
Los últimos capítulos del libro del Levítico señalan las dos opciones fundamentales de Israel y sus consecuencias en términos de bendición y maldición de YHVH. Aquí todos los detalles de la legislación sacerdotal desaparecen, dejando a la vista sólo los rasgos más importantes del paisaje moral. Una elección para YHVH significa una decisión de vivir según sus juicios y estatutos. Su recompensa es su bendición en la forma más terrenal y satisfactoria. La elección contraria representa una decisión de vivir como todas las demás naciones, fuera de la relación exclusiva y pactada que desea YHVH. Se nos dice que esto traerá consigo una maldición desgastante para el pueblo.
Sin embargo, el resuelto dualismo de las opciones de Israel y su destino no son precisamente simétricos. La tenaz fidelidad de YHVH excluye cualquier campo de juego mecanicista y nivelado, cualquier noción de que la desnuda voluntad humana fuera la única variable en juego.
Porque la tierra será abandonada por ellos, y gozará de sus días de reposo mientras quede desolada con su ausencia. Entretanto, ellos pagarán su iniquidad, porque despreciaron mis ordenanzas y su alma aborreció mis estatutos. Sin embargo, a pesar de esto, cuando estén en la tierra de sus enemigos no los desecharé ni los aborreceré tanto como para destruirlos, quebrantando mi pacto con ellos, porque yo soy el Señor su Dios,sino que por ellos me acordaré del pacto con sus antepasados, que yo saqué de la tierra de Egipto a la vista de las naciones, para ser su Dios. Yo soy el Señor.
Levítico 26:43-45 (LBLA)
A lo largo del corpus levítico, la expresión ‘porque yo soy YHVH su (vuestro) Dios’ sirve como una especie de signo de exclamación. La naturaleza de YHVH, su carácter, incluso su personalidad, se erigen en la base de todo lo que se declara sobre su mundo y el drama humano que tiene lugar en él.
Aquí su identidad autodeclarada subraya la imposibilidad de que la desobediencia nacional tenga la última palabra, sin paliativos. YHVH declara que, ante la rebelión de Israel y la consecuencia del exilio a una tierra extranjera, no los destruirá por completo.
El castigo será muy severo. Pero no será definitivo. El instinto de redención de YHVH, su determinación de rescatar, de crear un futuro donde no parece haber esperanza de uno, ganará la partida.
YHVH es un agente libre, un salvador asombrosamente temerario de su pueblo. La pulcritud moral huye ante su voluntad. Israel puede depender de esto, de hecho, sólo de esto. Las simetrías morales sólo traen la muerte. YHVH, por el contrario, se niega a pasar a la historia (tal como la hemos aprendido a llamar) como el dios que abandonó con toda justicia.
La justicia es su naturaleza, pero no lo controla.
En círculos alejados de esa visión de los asuntos humanos que es propia de las culturas del ‘honor-vergüenza’, un reflejo rápido y fácil prescinde de toda conversación para ayudar a un hombre a guardar las apariencias. Nos gusta la verdad, nos halagamos a nosotros mismos. Para nosotros, no se trata de esquivar los bordes afilados de la responsabilidad. Dejemos que las fichas caigan donde puedan y que las buenas personas que han caído en dificultades lo hagan con ellas.
Nuestro santo patrón es Adam Smith, nuestros diez mandamientos es el canon de Crown Financial, nuestra circuncisión es el evangelio sin deudas, nuestro día de reposo es el bien financiado 401(k). Conocemos nuestros marcadores de límites y vivimos por el orgullo que mantienen. La estrecha piedad que nos define con precisión dónde se encuentra la frontera entre la verdad y la palabrería, al mismo tiempo impulsa nuestro espíritu competitivo y alimenta la fabulosa meritocracia que diseñamos en nuestras mentes mientras la calamidad nos reserva el otro lado de la realidad.
El Levítico es a la vez más sutil y más inteligente, sobre todo cuando ofrece una vía para que el hermano que ha caído en la dificultad mantenga su dignidad. El mero hecho de que esto sea importante para el código levítico y no para nosotros debería acusarnos.
En caso de que un hermano tuyo empobrezca y sus medios para contigo decaigan, tú lo sustentarás como a un forastero o peregrino, para que viva contigo. No tomes interés y usura de él, mas teme a tu Dios, para que tu hermano viva contigo. No le darás tu dinero a interés, ni tus víveres a ganancia. Yo soy el Señor vuestro Dios, que os saqué de la tierra de Egipto para daros la tierra de Canaán y para ser vuestro Dios. Y si un hermano tuyo llega a ser tan pobre para contigo que se vende a ti, no lo someterás a trabajo de esclavo.Estará contigo como jornalero, como si fuera un peregrino; él servirá contigo hasta el año de jubileo.Entonces saldrá libre de ti, él y sus hijos con él, y volverá a su familia, para que pueda regresar a la propiedad de sus padres.Porque ellos son mis siervos, los cuales saqué de la tierra de Egipto; no serán vendidos en venta de esclavos.No te enseñorearás de él con severidad, más bien, teme a tu Dios.
Levítico 25:35-43 (LBLA)
El Levítico no conoce soluciones sencillas para el colapso económico. Su ética no depende de una concisa máxima que recoja la compleja realidad en su abrazo frío y simplificador.
Lo que entiende, aunque nosotros no lo hagamos, es el frágil valor de la dignidad del hermano. El Levítico contempla un Israel en el que se puede encontrar un espacio para que ese hombre salga de la vergüenza de la dependencia en una sociedad que ha desarrollado la habilidad de desviar la mirada en los momentos oportunos.
La misericordia está unida al trabajo respetable. Todo lo que podría exigirse se olvida en aras de restablecer los cimientos firmes de la propia familia. Se aprende a olvidar el momento vergonzoso. No se habla más de él.
Con el tiempo, el hombre y su familia se recuperan. La gente se olvida de hacer las preguntas difíciles de los años de vacas flacas, o simplemente decide no satisfacer su curiosidad a costa del hermano.
Un día el hermano volverá a ser fuerte. Tal vez uno de sus parientes caiga en dificultades y se encuentre trabajando en el campo de este hombre. Habrá trabajo para él. No se hablará mucho de ello.
Las mejores mentiras se disfrazan de verdades evidentes. Por ejemplo, las personas deben ser valoradas según su capacidad productiva.
El código de conducta de la emergente nación hebrea se opone a esta valoración pragmática en todo momento. Hay que venerar a los padres ancianos, que potencialmente son un lastre para el progreso. Un día a la semana se debe tirar al viento contra todo cálculo económico.
Cada uno de vosotros ha de reverenciar a su madre y a su padre. Y guardaréis mis días de reposo; yo soy el Señor vuestro Dios.
Levítico 19:3 (LBLA)
Ambas éticas legisladas requieren una elección. Uno decide invertir el amor, el tesoro y el tiempo de esta manera, confiando en que el resultado a largo plazo de una sociedad en la que los ancianos pueden envejecer sin tener que vigilar sus espaldas y los fuertes no tienen que preocuparse de que les maten trabajando, supera la ventaja a corto plazo de saltarse estas restricciones y, como decimos, ‘vamos, adelante’.
La salud, la tranquilidad, la vida, estas cosas están en este camino. Son escasas cuando nos hacemos a un lado.
YHVH lo avala. Pero incluso el interés propio, si se le puede persuadir para que amplíe su horizonte más allá de su miopía habitual, puede vislumbrar su promesa.
Todos, después de todo, envejecemos un día o morimos en el intento. Todos hemos sentido los latigazos del esfuerzo incesante.
La verdad tiene su lógica, aunque vaya en contra de los vientos dominantes. La mayor parte de lo que es bueno requiere inclinarse hacia la tormenta.