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Archive for August, 2021

Uno debería escatimar un pensamiento piadoso para el escritor de un acróstico.

Ya sea que se le exija que haga la tarea o que sea víctima de su propia ambición entusiasta pero autoimpuesta, el hombre o la mujer que se sienta a escribir un poema en el que cada secuencia de versos comienza con la misma letra del alfabeto no merece nuestro desprecio. Si su resultado suena a inexpresivo o inauténtico, merece, en el peor de los casos, nuestra lástima y, más caritativamente, el beneficio de nuestras dudas estéticas.

Tomemos como ejemplo al escritor del larguísimo salmo ciento diecinueve. En unos noventa y siete versos de su larga y paralelística obra, se debate entre las glorias de la revelación de YHVH, por un lado; y por el otro la letra mem (el equivalente hebreo de nuestra letra m).

Su estado comprimido poco envidiable se puede comparar con otras pocas rocas u otro lugar rígido. Es un dilema propio.

Ahora bien, la letra mem es una abreviatura de la expresión más común del hebreo clásico para el contraste. El poeta transpirado vislumbra una salida a su detención:

¡Cuánto amo tu ley!
Todo el día es ella mi meditación.
Tus mandamientos me hacen más sabio que mis enemigos,
porque son míos para siempre.

Salmo 119: 97-98 (LBLA)

Se podría conceder al escritor una cierta victoria en forma de escaramuza. A costa del otro malicioso, ha utilizado una de sus mems y ha subrayado la potencia sapiencial de la meditación sobre las instrucciones de YHVH.

Sin embargo, en medio de la victoria, siente la luz del día. Ahora no puede detenerse:

Tengo más discernimiento que todos mis maestros,
porque tus testimonios son mi meditación.
Entiendo más que los ancianos,
porque tus preceptos he guardado.

Salmo 119:99-100 (LBLA)

Bajo la influencia de una amenazante formación de consonantes de la mitad del alfabeto, una verdad se ha convertido en un absoluto. Embelesado por la gloria de Torá y la insignificancia de la tarea acróstica, el poeta coquetea con convertirse en un tonto. Su encuentro privado con la instrucción de YHVH, aparentemente queremos entender, lo ha elevado por encima de la sabiduría de los sabios y mentores de su comunidad. Se ha exaltado a sí mismo, bajo estas influencias, a un pináculo muy precario.

Sin embargo, si leemos con simpatía, en algunos casos un esfuerzo mayor que en otros, podemos suponer que su encuentro con la dulce y persistente orientación de la instrucción de YHVH ha sido para este escritor una experiencia tan transformadora que le ha movido lo suficientemente cerca como para asumir el riesgo epistemológico que ahora se ha convertido en su destino. Según esta lectura, no es un tonto, aunque un noble entusiasmo le haya hecho parecerlo momentáneamente.

Si lo que dice a continuación es cierto, puede ser el tipo de persona con la que podemos hacer negocios, el tipo de hombre que nos gustaría ver un poco más por aquí, el tipo de personaje al que podríamos encomendar con confianza las mentes y los corazones de nuestros hijos.

¡Cuán dulces son a mi paladar tus palabras!,
más que la miel a mi boca.
De tus preceptos recibo entendimiento,
por tanto aborrezco todo camino de mentira.

Salmo 119: 103-104 (LBLA)

Durante 364 páginas del calendario, los que se vuelven sabios hacen mejor en no decirlo. El día 365, bajo la influencia de un montón de mems, uno puede perdonar que se diga una verdad diferente.

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Desaprobamos el momento en que nuestro interlocutor mira distraído por encima de nuestro hombro. O cuando juega con sus llaves. O da la impresión de estar escuchando, pero está con los ojos vacíos como nubes, y sus pensamientos en otra parte.

Deseamos el contacto visual. Estamos hechos para el cara a cara.

Los salmos bíblicos reconocen la naturaleza profundamente relacional de la vida en compañía de YHVH. En sus mejores momentos, ya sea por fuerza o por una devastadora debilidad, los oradores de estas oraciones buscan el rostro del Señor. Y desean que les devuelva la mirada, demostrando que la atención divina es suficiente para un mundo de necesidades.

Escucha, oh Señor, mi voz cuando clamo; ten piedad de mí, y respóndeme. Cuando dijiste: Buscad mi rostro, mi corazón te respondió: Tu rostro, Señor, buscaré. No escondas tu rostro de mí; no rechaces con ira a tu siervo; tú has sido mi ayuda. No me abandones ni me desampares, oh Dios de mi salvación.

Salmo 27:7-9 (LBLA)

Las relaciones traen consigo un temible derecho al rechazo. Podemos mirar hacia otro lado. Fingir que no vemos. Humillar con la falta de atención. No devolver la llamada.

Este impresionante poder está inscrito en la arquitectura de la interacción entre personas. Podemos lapidar con él, ejerciendo nuestro derecho a rechazar el contacto visual, con nuestro derecho a no percibir.

O podemos dar vida con él, dejando a un lado la ocupación o una herida persistente, y haciendo contacto visual. Los salmos están llenos del temor de que el Señor esconda su rostro. La misma literatura se regocija cuando levanta los ojos para congratular a los que más lo necesitan, es más, cuando levanta su rostro para que se dé una conversación íntima.

En este mismo salmo, el escritor esboza la apacible belleza de dicha comunión habitual como objeto de su búsqueda más enérgica:

Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré: que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor, y para meditar en su templo. Porque en el día de la angustia me esconderá en su tabernáculo; en lo secreto de su tienda me ocultará; sobre una roca me pondrá en alto.

Salmo 27:4-5 (LBLA)

Búsqueda y respuesta, contemplación y conversación. La persona que conoce tal intimidad con YHVH no quiere perderla nunca.

El peor resultado, se imagina uno, es abandonar toda la conversación. Dejar de buscar el rostro de YHVH. Decidir, en amargo silencio, que Él no ve. Que no habla. Que no le importa.

Contra esa “parada en seco”, tenemos esta seguridad:

Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el Señor me recogerá.

Salmo 27:10 (LBLA)

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Un sermón predicado en el servicio religioso del Seminario Bíblico de Colombia

5 Agosto 2021

El título que le dado al mensaje que pretendo presentarles hoy es, ‘Tus 7.000 te necesitan’.

El texto, 1 Reyes 19.1-18, nos narra lo siguiente:

Acab le contó a Jezabel todo lo que Elías había hecho, y cómo había matado a todos los profetas a filo de espada. Entonces Jezabel envió un mensajero a que le dijera a Elías: «¡Que los dioses me castiguen sin piedad si mañana a esta hora no te he quitado la *vida como tú se la quitaste a ellos!»

Elías se asustó y huyó para ponerse a salvo. Cuando llegó a Berseba de Judá, dejó allí a su criado y caminó todo un día por el desierto. Llegó adonde había un arbusto, y se sentó a su sombra con ganas de morirse. «¡Estoy harto, SEÑOR! —protestó—. Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados.» (Curiosa expresión, no del todo transparente…)

Luego se acostó debajo del arbusto y se quedó dormido. De repente, un ángel lo tocó y le dijo: «Levántate y come.» Elías miró a su alrededor, y vio a su cabecera un panecillo cocido sobre carbones calientes, y un jarro de agua. Comió y bebió, y volvió a acostarse. (No sé si esa fue la idea del Ángel…)

El ángel del SEÑOR regresó y, tocándolo, le dijo: «Levántate y come, porque te espera un largo viaje.» Elías se levantó, y comió y bebió. Una vez fortalecido por aquella comida, viajó cuarenta días y cuarenta noches hasta que llegó a Horeb, el monte de Dios.

Allí pasó la noche en una cueva. Más tarde, la palabra del SEÑOR vino a él. 

—¿Qué haces aquí, Elías? —le preguntó.

—Me consume mi amor por ti, SEÑOR Dios Todopoderoso —respondió él—. Los israelitas han rechazado tu *pacto, han derribado tus altares, y a tus profetas los han matado a filo de espada. Yo soy el único que ha quedado con vida, ¡y ahora quieren matarme a mí también! (Me parece que el profeta, obsesionado, tiene medio-memorizado el refrán.)

El SEÑOR le ordenó: 

—Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí. 

Como heraldo del SEÑOR vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el SEÑOR no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el SEÑOR tampoco estaba en el terremoto. Tras el terremoto vino un fuego, pero el SEÑOR tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo.

Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que le dijo: —¿Qué haces aquí, Elías?

Él respondió: —Me consume mi amor por ti, SEÑOR, Dios Todopoderoso. Los israelitas han rechazado tu pacto, han derribado tus altares, y a tus profetas los han matado a filo de espada. Yo soy el único que ha quedado con vida, ¡y ahora quieren matarme a mí también!

El SEÑOR le dijo: 

—Regresa por el mismo camino, y ve al desierto de Damasco. Cuando llegues allá, unge a Jazael como rey de Siria, y a Jehú hijo de Nimsi como rey de Israel; unge también a Eliseo hijo de Safat, de Abel Mejolá, para que te suceda como profeta. Jehú dará muerte a cualquiera que escape de la espada de Jazael, y Eliseo dará muerte a cualquiera que escape de la espada de Jehú. Sin embargo, yo preservaré a siete mil israelitas que no se han arrodillado ante Baal ni lo han besado.”

1 Reyes 19.1-18 (NVI_

Con ese extraño capítulo retumbando en sus oídos, es posible que pueden anticipar ya la dirección de los pensamientos que daré. Les digo de antemano: Este mensaje no será empático.

Espero que esto no sea porque en estos meses de ausencia me haya vuelto muy frío. Espero que la falta de un tono muy confortante que usted quizás perciba a lo largo de los próximos veinte minutos no corresponda a una falta de solidaridad con su persona y su vida ante los desafíos que usted enfrente valientemente cada día.

Al contrario, si usted no percibe en este servicio religioso un cálido abrazo, espero que sea por una razón que tiene su origen en el mismo texto que me toca exponer. Pues este texto se ubica al empalme de lo terapéuticolo misional … y opta por lo misional.

Me gustaría entrar al texto, pasando por dos puertas que el narrador nos deja medio-abiertas.

Primero, reflexionemos sobre el contexto de los sucesos que este pasaje presenta. Sin excepción, el contexto es sangriento.

Israel agoniza bajo un complejo religioso-político, encabezado por dos de los peores villanos que esta monumental historia de Israel conoce: Acab y Jezabel. Esta pareja corrupta y poderosa emplea un batallón de profetas, pero no son profetas de YHVH. Al contrario, el texto es escrupuloso en insistir que las deidades son tanto múltiples como canaanitas: los baales o los dioses.

Los que se aferran a su antigua e idiosincrática confianza en YHVH, el Dios del Éxodo, el Dios de Liberación, el Dios de la Libertad, son escasos. Elías es su profeta.

Y si esos antecedentes fueran poco, el capítulo suelta otras furias violentas al llegar a su conclusión … y se entra en un nuevo ciclo sangriento de asesinatos … magnicidios … venganza fluyendo por los senderos de Israel como si el Dios que ellos rechazaron se los hubiera entregado totalmente a los sedientos demonios de su egoísmo.

Segundo, no ha pasado mucho tiempo desde que Elías triunfó en su famosa competencia con los ruidosos profetas de Baal en el monte Carmelo. Cuando ahí Baal se quedó inerte en contraste con YHVH, quien respondió con fuego, las extrañas reglas del juego permitieron que los pocos seguidores de YHVH masacraran los profetas del dios impotente del sistema sincretista auspiciado por Acab y Jezabel.

Es esa flamante experiencia de Elías, este profeta de YHVH, que constituye el contexto sin el cual no tenemos la más mínima posibilidad de sacarle al capítulo 19 un sentido que vale la pena.

En esta buena mañana, no voy a tratar de justificar ni explicar ni minimizar los hechos sangrientos practicados por los dos lados en esta competencia por el alma de Israel. Tanto los siervos de Baal como los seguidores de YHVH tiene las manos manchadas de sangre, aunque solo uno de los tiene goza del apoyo del sistema de poder del entorno. Ni derecha ni izquierda, en términos más dolorosamente familiares, pueden pintarse de inocentes.

Dejo la teodicea para mentes más astutas que la mía. Pero insisto: no podemos entender nuestro capítulo 19 sin reflexionar por un momento sobre el capítulo oscuro en que estos eventos transcurren.

Es posible que usted y yo, como los lectores de la Biblia que somos, tenemos el enigmático privilegio de reconocer tal momento histórico por lo que es, precisamente porque no difiere tanto del momento que a nosotros nos toca vivir.

Si así es el contexto, ¿qué nos dice el texto?

Quiero tratar de conducirnos a lo largo de este texto a:

  • Tres repeticiones significativas
  • Una traducción lamentable
  • Un pueblo escondido

Este narrador nos trata con cariño, por lo menos respecto a su decisión de permitir que cada uno de sus tres protagonistas repitan sus palabras y/o sus acciones. Este lujoso fenómeno nos permite penetrar su intención de manera poco común.

¿Quiénes son esos tres protagonistas?

Son…

  • El profeta exhausto y ensimismado, Elías.
  • El misterioso Ángel de YHVH.
  • YHVH mismo.

Veamos entonces aquellas tres repeticiones significativas.

Elías, después del agotamiento y peligro que la tocado vivir, quiere morir. No tiene los recursos emocionales para quitarse la vida, así que le pide a YHVH—irónicamente, el Dador de la vida—que le saque de su miseria, extinguiéndolo.

En su condición exhausta, Elías suelta la curiosa declaración, Quítame la vida, pues no soy mejor que mis antepasados. Mi impresión es que esto refleja el triunfalismo muerto de su victoria en Caramelo y la ironía de su huida al desierto. Ninguna circunstancia conduce a la depresión como el triunfalismo que no resulta … aquella humillación que sigue en pos de la celebridad espiritual que infla el orgullo por medio de su veneno de promesas y garantías estúpidas, dejando a un deshecho.

Luego, la repetición a que me referí:

v. 10—Me consume mi amor por ti, SEÑOR Dios Todopoderoso —respondió él—. Los israelitas han rechazado tu pacto, han derribado tus altares, y a tus profetas los han matado a filo de espada. Yo soy el único que ha quedado con vida, ¡y ahora quieren matarme a mí también!

1Kings 19:14   Él respondió: 

 —Me consume mi amor por ti, SEÑOR, Dios Todopoderoso. Los israelitas han rechazado tu pacto, han derribado tus altares, y a tus profetas los han matado a filo de espada. Yo soy el único que ha quedado con vida, ¡y ahora quieren matarme a mí también!

Bien, ahora, la formidable figura del Ángel del Señor.

Este enigmático personaje aparece dos veces en nuestro pasaje. 

En ambos casos, su comportamiento es para alimentar y fortalecer—podríamos imaginar que animar—al profeto deprimido:

5. De repente, un ángel lo tocó y le dijo: «Levántate y come.» 6 Elías miró a su alrededor, y vio a su cabecera un panecillo cocido sobre carbones calientes, y un jarro de agua. Comió y bebió, y volvió a acostarse.

1Kings 19:7   El ángel del SEÑOR regresó y, tocándolo, le dijo: «Levántate y come, porque te espera un largo viaje.» 8 Elías se levantó, y comió y bebió. Una vez fortalecido por aquella comida, viajó cuarenta días y cuarenta noches hasta que llegó a Horeb, el monte de Dios. 9 Allí pasó la noche en una cueva. 

Fíjense como estas repeticiones se apoyan mutuamente. En todos los casos, se deben leer juntos, pues cada episodio complementa su contraparte.

Mi impresión es que el Ángel del Señor le alimenta para una tarea. El comportamiento de Elías sugiere que le interesa más no pasar hambre que fortalecerse pa’ misión. Esa diferencia representa, a mi criterio, un pequeño y gran detalle.

Tristemente, la Nueva Versión International demuestra la misma falta de imaginación que la mayoría de sus contrapartes manifestan. El verbo נגע no puede significar tocar aquí. Eso es leer de un diccionario sin la más mínima preocupación por contexto o matiz. El contacto entre el Ángel de YHVH—siempre una figura poderosa, si no militar–y nuestro agotado profeta representa contacto físico formidable.

O es un movimiento que acompaña su imperativo ¡Levántate!. O es un fortísimo abrazo entre hermanos de batalla.

Pero no es tocar.

Finalmente, la tercera repetición.


Esta vez y por razones que se nos escapan, no habla esa manifestación de YHVH que se llama el ángel de YHVH, sino YHVH sin condiciones. Su tono es de exasperación divina con un profeta absorto en sus dificultades … absorto en sí mismo.

Al Elías matando culebras en una cueva, YHVH dice: 

 —¿Qué haces aquí, Elías? —le preguntó.

A Elías perdiendo tiempo en el famoso, histórico y muy retrospectivo Monte de Moisés (Horeb), YHVH dice:

13 Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva. 

 —¿Qué haces aquí, Elías?

Antes de esa reiteración de su frustración con su profeta, YHVH se había revelado de la manera más curiosa:

1Kings 19:11   El SEÑOR le ordenó: 

 —Sal y preséntate ante mí en la montaña, porque estoy a punto de pasar por allí. 

 Como heraldo del SEÑOR vino un viento recio, tan violento que partió las montañas e hizo añicos las rocas; pero el SEÑOR no estaba en el viento. Al viento lo siguió un terremoto, pero el SEÑOR tampoco estaba en el terremoto. 12 Tras el terremoto vino un fuego, pero el SEÑOR tampoco estaba en el fuego. Y después del fuego vino un suave murmullo. 13 Cuando Elías lo oyó, se cubrió el rostro con el manto y, saliendo, se puso a la entrada de la cueva. 

Archive ese episodio en su memoria de corto plazo mientras pasamos a ver aquel tercer fenómeno que mencioné.


Ya vimos …

  • Tres repeticiones significativas
  • Una traducción mala


Ahora … Un pueblo escondido

18 (Y) yo preservaré a siete mil israelitas que no se han arrodillado ante Baal ni lo han besado.

[No ‘Sin embargo’, sino ‘En consecuencia…’ o ‘Es más …’, pues el verbo es w-qataltí; da seguimiento hace el futuro de un movimiento o dinámica que se generó en el muy reciente pasado (gramatical).]

Pero … pero … Elías había insistido tantas veces que solo él se había escapado de la cruel espada de Jezabel … que sus esfuerzos dramáticos … flamantes … públicos … celebrados … victoriosos … triunfantes no habían servido para nada, exactamente como había sucedido con la fidelidad poco efectiva de sus difuntos antepasados.

Ahora, YHVH insiste … quizás en consecuencia del retorno de Elías de su ensimismado aislamiento en el remoto sur del país a los pueblos y callejones donde vivía su gente—donde la batalla por el alma de Israel había continuado en su ausencia—que preservaría un remanente cuantioso cuya existencia Elías había negado.

La naturaleza de este pueblo escondido es doble. Primero, es una multitud. ‘Siete mil’ no significa que alguien los haya contado. Al contrario, emplea el numeral modelo ‘siete’ y un segundo número modelo ‘mil’ para hablar de un montón de gente.

Segundo, Elías no los pudo identificar o reconocer en su agotamiento y su pensamiento convencional.

¿Qué debemos hacer con un texto tan complejo? ¿Estamos condenados a creer que lo que tenemos es una extraña incoherencia de temas que conviven en conflicto irreconciliable? ¿Estamos limitados a interpretaciones terapéuticas que limitan la pertinencia de esta narración a pálidas observaciones sobre la necesidad del pastor de tomar un descanso de vez en cuando pa’ no deprimirse?

Pienso que no.

Al contrario, creo que esta historia—una narración que Israel se sintió obligado a preservar como testimonio de su larga aventura con YHVH—demuestra una dinámica imprescindible respecto al trato de Dios con su pueblo y con su profeta.

Los grandes y muy visibles triunfos del profeta fueron apenas un momento en su vocación. Representaron su momento más vulnerable, no su invulnerabilidad.

El profeta ante la presión de su vocación, se hunde, creyéndose solo, imaginando que solo otro Carmelo salvará su pertinencia, su identidad, su vocación, su gente.

El terremoto, la tempestad, todo aquello que representa Dios presente en indiscutible violencia redentora, representa para el profeta el único futuro pal pueblo que él puede imaginar.


Mientras tanto, YHVH, muy lejos del trueno y el fuego de Carmelo, le dice, ‘¿Por qué estás aquí, hundido en tu depresión?’

Y en voz que se compara con un suave murmullo dice, ‘Vuelve a tu gente, Elías. No he sido derrotado. Tengo planes. Preservaré 7 mil que no han doblado la rodilla, que no han besado el Baal…

Ellos te necesitan … allí.

Vuelve y retoma lo básico … lo ordinario … lo simple … lo próximo, pues puede que no hay mas Montes Carmelo.

No creo que me toque pararme aquí para dibujar la pertinencia de este texto para un pueblo agotado a 18 meses del inicio de condiciones pandémicas. Un pueblo en luto. Un pueblo cansado. Un pueblo cuyos profetas más ruidosos han resultado ser falsos profetas. Un pueblo cuyos profetas han perdido mamás, papás, abuelos, hermanos. Un pueblo que duda de sí mismo.

Un pueblo acostumbrado a creer que YHVH aparece en el viente recio, en el terremoto y en el fuego, que YHVH está ausente en el murmullo.

Pero YHVH quizá tiene siete mil que no han doblado rodilla.

No puedo decirte con muestras de barata empatía o con pretensiones de conocer tu situación, qué hacer con tu cansancio.

Pero esto te puedo decir, mis amados profetas y profetisas:

Esos 7 mil … te necesitan.

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