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Archive for August, 2020

Los salmos bíblicos hablan con claridad sobre el hecho de que alabamos motivados por un conocimiento parcial.

Uno no puede conocer a YHVH exhaustivamente, nos enseñan. Paradójicamente, la alabanza parece más dinámica precisamente cuando el salmista llega al límite de su propia capacidad para conocer a YHVH. No es que la alabanza habite en el vacío insondable del misterio. Uno no se lanza al gran vacío, allí para alabar. Más bien, uno conoce a YHVH verdaderamente por medio del observar sus caminos en la creación, redención e instrucción, entonces con el tiempo uno se da cuenta de que las virtudes de YHVH superan tanto el conocimiento como la articulación.

Uno comienza con lo que uno conoce de YHVH y alaba con eso.


Grande es el Señor, y digno de ser alabado en gran manera;
y su grandeza es inescrutable.
Una generación alabará tus obras a otra generación,
y anunciará tus hechos poderosos.

Salmo 145:3 (LBLA)

El salmo ciento cuarenta y cinco, como muchos otros, yuxtapone la inescrutabilidad de YHVH, por un lado, y la declaración directa de que el paso normal del legado de una generación a otra incluirá la convocación para conocer los actos de YHVH, por otro.

No existe ninguna contradicción sin sentido en esto. Por el contrario, YHVH llama la atención a las mentes de los individuos, comunidades y generaciones. Sin embargo, los que conocen a YHVH se recuerdan a sí mismos cuán poco de él saben. 

La alabanza es suficiente para aquellos que conocen a YHVH. Pero nunca es exhaustiva.

‘La verdadera religión’, por tomar prestada una frase del Nuevo Testamento al hablar del Antiguo, no supone que el Alto y Santo no sea conocible. De esa forma se encuentra la espiritualidad sin sentido capaz de enervar, aburrir y fascinar por partes iguales.

Tampoco supone que lo conozca exhaustivamente. Ahí está la idolatría proteica.

Los salmos nos instan a la alabanza que es suficiente para que podamos conocer a un Dios que se revela a sí mismo. Alaba sus obras y con mucha expectativa espera más.

Sin embargo, eleva las manos abiertas hacia su cielo en lugar de crear imágenes de él con dedos controladores y agarradores.

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El ojo escrutador del Señor no siempre es una noción agradable para los escritores bíblicos. En su agonía, Job lo encuentra implacable. Los pecadores, nos dicen, lo consideran risible y a veces un tigre de papel destinado a asustar a la gente, pero bastante incapaz una vez que se obtiene un ángulo claro de las cosas.

Por otro lado, el escritor del salmo ciento treinta y nueve se deleita en la visión ilimitada de Dios en su vida. Ciertamente, después de relatar la imposibilidad de esconderse de su creador, él pide aún más transparencia:

Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón;
pruébame y conoce mis inquietudes.
Y ve si hay en mí camino malo,
y guíame en el camino eterno.

Salmo 139:23-24 (LBLA)

Tal es la notable conclusión de un poema que insiste en que puedes correr pero no puedes esconderte, y luego afirma que una vida sin escapatoria es algo bueno:

¿Adónde me iré de tu Espíritu,
o adónde huiré de tu presencia?
Si subo a los cielos, he aquí, allí estás tú;
si en el Seol preparo mi lecho, allí estás tú.
Si tomo las alas del alba,
y si habito en lo más remoto del mar,
aun allí me guiará tu mano,
y me asirá tu diestra.
Si digo: Ciertamente las tinieblas me envolverán[f],
y la luz en torno mío será noche;
ni aun las tinieblas son oscuras para ti,
y la noche brilla como el día.
Las tinieblas y la luz son iguales para ti.

El escritor no señala qué experiencia de vida, qué dilema existencial puede haber despertado en él pensamientos de huida de Dios. No provee ninguna circunstancia para la hipotética auto-maldición que invocaría a la oscuridad para que lo cubra en sus sombras. Tales detalles sugieren que el hombre ha vivido mucho o al menos ha conocido el lado oscuro de la experiencia o por lo menos que ha sido estudiante de lo vivido.

También aparece asombro por la gloria de ser humano y una agradecida negación a dejar que el crédito de ese esplendor recaiga finalmente en la criatura que lo manifiesta.

Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido.
Tú conoces mi sentarme y mi levantarme;
desde lejos comprendes mis pensamientos.
Tú escudriñas mi senda y mi descanso,
y conoces bien todos mis caminos.
Aun antes de que haya palabra en mi boca[c],
he aquí, oh Señor, tú ya la sabes toda.
Por detrás y por delante me has cercado,
y tu mano pusiste sobre mí.
Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí;
es muy elevado, no lo puedo alcanzar.

La vida vivida de esta manera transparente puede no ser siempre algo dulce, parece sugerir el salmista. Existe demasiada oscuridad en los márgenes de este poema para que nosotros pensemos eso. Sin embargo, es maravilloso. Uno es tan profundamente conocido que sólo las hipérboles, imágenes y exclamaciones de la poesía se acercan a decirlo bien.

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La arquitectura ontológica del hebreo bíblico distancia a YHVH de sus criaturas humanas y al mismo tiempo le acerca más a ellos.

La altitud de YHVH—él es representado como elevado, exaltado y levantado—se asocia a una paradoja apasionada con su proximidad a los más humildes. En un pasaje emotivo pasaje del libro de Isaías, él es exaltado y sin embargo vive con el humilde y abatido. En el salmo ciento treinta y ocho, él mira al humilde con precisión exquisita.

Porque el Señor es excelso, y atiende al humilde,
mas al altivo conoce de lejos.

Salmo 138.6 LBLA

Las concepciones ordinarias de poder exaltado son subvertidas otra vez en la segunda línea del verso citado, pues allí el salmista percibe de lejos a la persona que se exalta a una proximidad aparente con YHVH. Intentar acercarse a YHVH por medio de la auto-exaltación es de hecho distanciarse en una hazaña trágica de autoengaño. 

YHVH, el altísimo, mira y se acerca a sus hijas e hijos cuando se han vuelto los más humildes.

El poeta que está detrás del salmo 138 no concluye sus reflexiones con esta hermosa observación, hecha en abstracto. Más bien, él expresa una declaración y una súplica conmovedoras, llena de la mucha humildad que él ha descrito.

Aunque yo ande en medio de la angustia, tú me vivificarás;
extenderás tu mano contra la ira de mis enemigos,
y tu diestra me salvará.
El SEÑOR cumplirá [su propósito] en mí;
eterna, oh SEÑOR, es tu misericordia;
no abandones las obras de tus manos.

Con una regularidad inesperada, los salmos asocian las declaraciones del cuidado de YHVH más confiadas de sí mismas con las peticiones más sentidas para que dicho cuidado no flaquee.

El salmista ha conocido, en algún nivel conoce, que el cuidado intencional de YHVH no se interrumpirá por las agonías de dudas de la experiencia humana. Empero, su palabra final— ¡No abandones las obras de tus manos!—clama con un temor discernible porque el amor tan celebrado de YHVH no se agote mientras su propia vida no esté concluida.

Con una autoconciencia notable, con extraordinario entendimiento de la gloria como de la degradación de la existencia humana, el salmista ubica su propia y frágil vida dentro de una frase que se ha vuelto familiar para el lector como una firma descriptiva de la creación de YHWH: la(s) obras(s) de tus manos.

El poeta se conoce como un objeto de esa misma artesanía. Junto al sol, la luna y las estrellas, él vislumbra en sí mismo las huellas del Maestro Artista. Sin embargo, él sabe que, aquí abajo, algunos intentos fallidos al crear belleza terminan descartados en el piso del estudio, muy arruinados por accidente o por fallo inherente para convertirse en algo bueno.

Por un momento, se pregunta si YHVH, creador y sustentador sin defectos, podría también permitirse dicho lapso momentáneo. 

¡No me descartes…!

… clama el trabajo en progreso que es el ser humano. 

¡No me descartes…!, clamamos mientras leemos, encontrando nuestra condición en él. 

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