Los lectores de este blog estarán familiarizados con la ironía isaística. La obra de profecía israelita que abreviamos como El Libro de Isaías no instruye sólo con palabras directas. Más bien, su arte transmite su mensaje con implacable sutileza, parte de la cual se pierde inevitablemente cuando la conmovedora poesía del libro se traduce al inglés o a otro idioma moderno.
La sutileza se despliega con más fuerza en la polémica del profeta contra la idolatría. Dicho profeta considera que la veneración de los ídolos no sólo es esclavizante, sino también asombrosamente estúpida. La idolatría, insiste, es una práctica religiosa que cansa al adorador en lugar de vigorizarlo.
En los capítulos 44 y 45, el libro se permite una larga serie de sarcasmos con propósito. Las capacidades creadoras de YHVH se articulan mediante una plétora de vocabulario que aparece con frecuencia en los momentos en que la creación divina se convierte en el tema del discurso de la Biblia hebrea. Un verbo se destaca por su repetición en estos dos capítulos: יצר o yatsar. La palabra se traduce comúnmente como dar forma, formar o modelar. El lector con poco dominio del hebreo bíblico reconocerá las tres consonantes del verbo (צ ,י y ר) en los versículos citados más abajo.
No menos de nueve veces en los capítulos 44 y 45 se ve a YHVH formar o modelar importantes obras creadas. La tarea persuasiva de alto nivel del pasaje es convencer al lector de que YHVH ha podido formar a Israel, su siervo, porque no tiene impedimentos en todos sus caprichos creativos. Si es libre de formar y dar forma a lo que quiera crear, entonces sin duda puede crear y re-crear a Israel contra todas las probabilidades de los precedentes históricos y los cálculos humanos. Por esta razón, el desmoralizador cautiverio de Judá/Israel en Babilonia no significa que esté condenada. Al contrario, puede convertirse en la última novedad de YHVH. Esta nación, de otro modo desesperada, puede llegar a nacer de nuevo en un sentido nacional.
Así dice el Señor que te creó, que te formó (יצרך) desde el seno materno, y que te ayudará: «No temas, Jacob, siervo mío, ni tú, Jesurún, a quien he escogido. (Isaías 44:2 LBLA)
Recuerda estas cosas, Jacob, y tú Israel, porque mi siervo eres. Yo te he formado (יצרתיך), siervo mío eres; Israel, no me olvidaré de ti. (Isaías 44:21 LBLA)
Así dice el Señor, tu Redentor, el que te formó (ויצרך) desde el seno materno: Yo, el Señor, creador de todo, que extiendo los cielos yo solo y afirmo la tierra sin ayuda; (Isaías 44:24 LBLA)
El que forma (יוצר) la luz y crea las tinieblas, el que causa bienestar y crea calamidades, yo soy el Señor, el que hace todo esto. (Isaías 45:7 LBLA)
¡Ay del que contiende con su Hacedor (את־יצרו), el tiesto entre los tiestos de tierra! ¿Dirá el barro al alfarero (ליצרו): «Qué haces»? ¿O tu obra dirá: «Él no tiene manos»? (Isaías 45:9 LBLA)
Así dice el Señor, el Santo de Israel y su Hacedor (ויצרו): Preguntadme acerca de las cosas venideras tocante a mis hijos, y dejaréis a mi cuidado la obra de mis manos. (Isaías 45:11 LBLA)
Porque así dice el Señor que creó los cielos (¡Él es el Dios!) que formó (יצר) la tierra y la hizo, Él la estableció y no la hizo un lugar desolado, sino que la formó (יצרה) para ser habitada): Yo soy el Señor y no hay ningún otro. (Isaías 45:18 LBLA, ligeramente modificado)
El profeta-poeta habría dejado claro su punto de vista si esto fuera todo lo que tuviera que decir sobre el asunto. Pero su ingenio sarcástico quiere decir algo más. Es algo así: YHVH es el creador soberano de Israel y de todas las cosas. Sin embargo, los idólatras insisten en sudar la gota gorda dando forma a sus patéticos dioses, cansándose en la “creación” de dioses que no les sirven para nada.
La idolatría hace de la criatura al creador y del creador la criatura.
Los tres versículos siguientes, tomados de los mismos dos capítulos, lo confirman.
Los que dan forma a un ídolo (יצרי־פסל) todos ellos son nada, y sus cosas más preciadas de nada sirven; aun sus propios testigos no ven ni entienden, por eso serán avergonzados. ¿Quién ha dado forma (מי־יצר) a un dios o fundido un ídolo para no tener ganancia? (Isaías 44:9–10 LBLA)
El herrero hace un instrumento cortante; lo trabaja sobre las brasas, lo forma (יצרהו) con martillos y lo forja con su brazo fuerte. Después siente hambre y flaquean sus fuerzas; no bebe agua, y desfallece. (Isaías 44:12 LBLA)
El idólatra se hace un pequeño YHWH, así se lo imagina. Crea su propio dios.
Sin embargo, la sátira del profeta no se ha agotado, pues en el capítulo 44, versículo 9 retoma el asunto de que los ídolos no son nada y lo extiende al idólatra engreído: Todos los que fabrican ídolos no son nada.
El lector moderno que empieza a descubrir las capas de sofisticada ironía que hacen del libro de Isaías un objeto perdurable de nuestra contemplación podría detenerse aquí para reírse de aquellos patéticos antiguos que hacían tales cosas y se convertían así en el blanco de la ironía profética.
Sin embargo, uno se imagina que la sofisticada comprensión de Isaías sobre la idolatría es tan pertinente ahora como en ese entonces, tanto hoy como en la antigüedad precristiana. Nosotros, los sofisticados modernos y posmodernos, nos afanamos en las cosas que adoramos, las construcciones que ensamblamos, las imágenes a las que damos forma. Luego nos inclinamos ante ellas, concediendo a nuestros patéticos monstruitos el dominio sobre nuestras propias vidas, nuestro propio destino.
Imaginándonos hábiles y sabios, nos convertimos -como ellos- en nada.
Mientras tanto, YHVH sigue formando y modelando a su antojo, con una simple palabra y una invitación implícita a que nos convirtamos en la belleza que está creando en su mundo.
“No puede ser”, decidimos, y volvemos a nuestro afanoso trabajo de lijado y pulido, con los brazos un poco adoloridos y los dedos desgastados casi hasta los huesos.