La interpretación de un texto tan alusivo y escaso de detalles como lo es la palabra contra ‘Ariel’ en Isaías 29.1-8, es notoriamente difícil.
‘Ariel’ en sí no presenta problemas. Es un sustantivo compuesto que significa ‘léon/leonisa de Dios’. Es casi seguro que se refiere a Jerusalén. La tradición sionista/Jerusalemita le da un supremo valor a la urbe, enfoque de su atención. De hecho, el tema de la inviolabilidad de Jerusalén amenaza de vez en cuando con anular de la conciencia, la responsabilidad social y ética de sus líderes.
Aún si la problemática del pasaje no residiera en los mencionados detalles, no es por eso menos prominente. La interpretación se vuelve dificultosa cuando se reflexiona sobre dos puntos: el significado de denominar a Jerusalén bajo el sobrenombre ‘Ariel’ y el destino de la ciudad.
El sobrenombre es a lo mejor un intento irónico. Es decir, en el momento de caer bajo la condenación del profeta, la ciudad se considera a sí misma como una leonisa de Dios, cuando en realidad está muy lejos de cumplir con las connotaciones leoninas. Ella es una ciudad sitiada, amenazada y patética. El sobrenombre enfatiza la promesa perdida en su condición de ciudad escogida por YHVH.
Por otro lado, la dinámica de los oráculos contra las naciones probablemente sigue siendo pertinente en este pasaje. Específicamente, el juicio proclamado cae sobre la ciudad escogida, dejando al final un breve momento para mencionar la sorprendente restauración de la misma. En el caso que tenemos entre manos, este acercamiento nos conduce a implicaciones concretas con respecto a la doble mención de un ‘sueño’ que ocurre en los versos 7 y 8.
Leyendo la mencionada imagen dentro del contexto que augura la restauración de Jerusalén, los ‘soñadores’ no son los residentes de Sión, sino las mismas naciones, son ellas, según esta interpretación, las que sueñan con devorar a Jerusalén. Al despertar de aquella visión nocturna, desvanecida por la luz de la mañana, ellas siguen tan sedientas y hambrientas como el día anterior, su mordaz sentido de destrucción queda insatisfecho.
No así para Sión, quien a pesar de ser una leonisa incapaz de defenderse, es la leonisa de Dios, garante de su esperanza. Si es que se somete a los términos del juicio de Dios y confía en la capacidad inherente de YHVH para crear futuro.