Un sermón predicado en el servicio religioso semanal del Seminario Bíblico de Colombia en conformidad con el tema semestral ‘Viviendo la fidelidad de Dios’.
3 abril 2025
Moisés apacentaba el rebaño de Jetro su suegro, sacerdote de Madián; condujo el rebaño hacia el lado occidental del desierto y llegó a Horeb, el monte de Dios. Y el ángel del SEÑOR se le apareció en una llama de fuego, en medio de una zarza. Al fijarse Moisés, vio que la zarza ardía en fuego, pero la zarza no se consumía. Entonces Moisés dijo: “Me acercaré ahora para ver esta maravilla (gran visión), por qué la zarza no se quema.”
Cuando el SEÑOR vio que Moisés se acercaba para mirar, Dios lo llamó de en medio de la zarza, y dijo: “¡Moisés, Moisés!” Y él respondió: “Aquí estoy.” Entonces Dios le dijo: “No te acerques aquí. Quítate las sandalias de los pies, porque el lugar donde estás parado es tierra santa.” Y añadió: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob.” Entonces Moisés se cubrió el rostro, porque tenía temor de mirar a Dios.
Y el SEÑOR dijo: “Ciertamente he visto la aflicción de Mi pueblo que está en Egipto, y he escuchado su clamor a causa de sus capataces, pues estoy consciente de sus sufrimientos. “Así que he descendido para librarlos de mano de los Egipcios, y para sacarlos de aquella tierra a una tierra buena y espaciosa, a una tierra que mana leche y miel, al lugar de los Cananeos, de los Hititas, de los Amorreos, de los Ferezeos, de los Heveos y de los Jebuseos. “Y ahora, el clamor de los Israelitas ha llegado hasta Mí, y además he visto la opresión con que los Egipcios los oprimen. “Ahora pues, ven y te enviaré a Faraón, para que saques a Mi pueblo, a los Israelitas, de Egipto.”
Pero Moisés dijo a Dios: “¿Quién soy yo para ir a Faraón, y sacar a los Israelitas de Egipto?” “Ciertamente Yo estaré contigo,” (כי אהיה עמך) le respondió el SEÑOR, “y la señal para ti de que soy Yo el que te ha enviado será ésta: cuando hayas sacado al pueblo de Egipto ustedes adorarán (servirán) a Dios en este monte.”
Entonces Moisés dijo a Dios: “Si voy a los Israelitas, y les digo: ‘El Dios de sus padres me ha enviado a ustedes,’ tal vez me digan: ‘¿Cuál es Su nombre?’ ¿qué les responderé?” Y dijo Dios a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY,” (אהיה אשׁר אהיה) y añadió: “Así dirás a los Israelitas: ‘YO SOY (אהיה) me ha enviado a ustedes.’” Dijo además Dios a Moisés: “Así dirás a los Israelitas: ‘El SEÑOR (יהוה), el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes.’ Este es Mi nombre para siempre, y con él se hará memoria de Mí de generación en generación.
(Éxodo 3.1-15 NBLH)
Me gustan los nombres. No … en realidad, me encantan los nombres.
En los últimos años, en mi lectura diaria de las Escrituras, he renunciado la velocidad normal de la lectura, cambiándola por otra más lenta, para mejor saborear los nombres que aparecen en las genealogías:
Me tomo unos segundos para imaginar la vida de estos abuelos nuestros, preguntándome con qué fin el Señor nos invita a recordarlos.
El museo del pueblo en Jerusalen—Yad Vashem—deriva su nombre de la hermosa promesa de Isaías 56.4-5:
A los eunucos que guardan Mis días de reposo, Escogen lo que Me agrada Y se mantienen firmes en Mi pacto,
Les daré en Mi casa y en Mis muros un lugar, Y un nombre mejor que el de hijos e hijas. Les daré nombre eterno que nunca será borrado.
(Isaías 56.4-5 NBLH)
Hace años tuve la experiencia de caminar por el ‘laberinto de los nombres’ en Yad VaShem, un pasillo de poca luz donde uno escucha desde el sistema de sonido la lectura incesante y casi susurrada de los nombres de los víctimas de los Nazi en Europa. Uno, siendo gentil, se une por unos treinta minutos al pueblo judío en su disciplina de mantener presentes—si no vivos—las hijas e hijos de Israel que perecieron en los fuegos exterminadores de los Nazis, haciendo lo que se puede: nunca dejar de recordar sus nombres.
En un contexto más feliz, anhelo el momento la semana antes del arranque de cada semestre en nuestra comunidad cuando a los profes Ivonne nos envía la lista de los estudiantes que pronto se convertirán en rebaño nuestro. Tomo un momento para contemplar las bellas sílabas colombianas de ‘mis’—si me permiten—ovejas, de mi rebaño:
Johan Danilo Álvarez Sánchez
Isabela García Patiño
Jhon Janner Carballo Denis
Daniela Urango Giraldo…
Bellos nombres, cuyos dueños dentro de días o semanas serán personas que admiro y amo.
En una ocasión, compartí con varios de ustedes el gozo que me generó un momento hace muchos años en Costa Rica. Caí en cuenta que en latitudes latinoamericanas me había llegado el lujo de recuperar el apellido de mis abuelos maternos: Potter = Alfarero. Privilegio que se me había robado por la extraña costumbre anglosajona de bendecirnos con un solo apellido en lugar de dos. Abuelo y abuelita Potter habían sido héroes de mi juventud y ahora orgullosamente ostento su apellido en mi firma electrónica y en cualquier oportunidad que se me presente.
Grandma and Grandpa Potter … David Allen Baer Potter
Admiro … aprecio … es más, en realidad amo los nombres.
Los nombres a lo largo de los años acumulan significado … connotación … riqueza … insinuación … nobleza. Con tiempo, se vuelven casi una manifestación de los seres humanos que los nombres mismos identifican.
El nombre de nuestro Señor es diferente. En uno de los pasajes más formidables de nuestra Biblia, el Dios de los padres anuncia … declara su nombre … y le informa a Moisés que será el nombre recordatorio … el instrumento hablado … el medio por el cual Israel se recordará de la naturaleza de su deidad para las generaciones y los siglos que vienen.
Su nombre es, conforme a nuestra manera de acercarnos como hijos adoptivos de Israel, Yahvé. No es, como los nuestros, un nombre que paulatinamente adquiere su significado dependiendo de cómo nosotros vivamos bajo su rotulación de nuestras vidas. Al contrario, el nombre Yahvé es un vocablo que predice el comportamiento … la conducta … del Dios de Israel. Anuncia su naturaleza desde antes para instruirnos como es Él.
Esta declaración de mi nombre … como el texto nos lo presenta … viene a partir de una intensa colaboración entre el nombre, por un lado, y la extraña llama que arde en un arbusto cualquier … una intensa colaboración entre lo visto y lo oído … una manifestación multifacética de una realidad que sobrepasa la capacidad humana de asimilarla. Una realidad inefable.
La llamada ‘revelación del nombre divino’ en Éxodo 3 es simultáneamente una revelación y una ocultación. La manifestación de un Dios bueno y noble que añora conocer y ser conocido … pero que jamás se permite controlar. Jamás se permite conocer exhaustivamente.
El texto que pide nuestra atención ha sido víctima, a mi criterio, de tres lecturas deficientes … para no decir equivocadas.
La primera deficiencia que nos toca corregir gira en torno al rol que juega la zarza ardiente. En realidad, es cualquier zarza, como el suelo que Moisés pisa es cualquier tierra. El detalle que más nos concierne es la llama que arde en la zarza, pero que no la consume.
2Y el ángel del SEÑOR se le apareció en una llama de fuego, en medio de una zarza. Al fijarse Moisés, vio que la zarza ardía en fuego, pero la zarza no se consumía. 3 Entonces Moisés dijo: “Me acercaré ahora para ver esta maravilla (gran visión), por qué la zarza no se quema.”
Una lectura superficial concluye—en realidad asume—que la extraña visión existe solo para llamarle la atención a Moisés para que deje de dedicarse a las ovejas y tome un atajo importante para llegar a escuchar lo que el Señor le quiere decir. Una vez Moisés se acerque y el Señor le hable, la llama pierde su relevancia. Es cómo un letrero de neón que dice ‘¡Moisés, Moisés, por acá…!’ Y nada más.
Discrepo vehementemente.
El mensaje sobre la naturaleza de Yahvé que la voz del ‘Ángel de Yahvé’ declara es inextricablemente integrada a la llama que arde y no consume. Son dos manifestaciones—una visible y la otra audible—de una misma realidad.
La llama comunica la realidad de un Dios que se puede localizar, pero no se puede controlar. Es una realidad dinámica, no estática. Es un Dios cuya presencia se puede afirmar, pero no se puede precisar, mucho menos controlar.
En nuestra casa en los Estados Unidos, Karen y yo tenemos una chimenea. Además, tenemos preparada más leña que podríamos usar si alcanzaramos a cumplir 150 años. Me encanta salir al bosque con mi motosierra y cortar leña sin preocuparme por las extravagantes dimensiones de los montones de leña que mi obsesión genera. Durante los inviernos salvajes de Nueva Inglaterra, nos encanta encender un fuego en la chimenea, sentarnos con la perrita sobre su alfombra, y pasar las horas contemplando la danza de la llama.
Sería absurdo reportar que no sabemos si hay un fuego o no hay un fuego en la chimenea. ¡Obvio que hace treinta minutos no había fuego! ¡Indiscutible que ahora sí hay!
Pero si me preguntas, segundo por segundo, si la llama está allí o si está allí, te pediré con máxima cortesía que no nos pierdas el escaso tiempo que tengo con Karen para descansar delante de la chimenea. La llama danza, la llama es imprevisible, la llama sorprende, la llama hace lo que quiera, la llama aparece donde le dé ganas y se ausenta donde no quiera. Uno no controla la llama. La llama tiene sus propios medios y no los revela.
Pero hay una diferencia entre la llama en nuestra que nos deleita en la chimenea y la que arde en este arbusto del desierto. La nuestra consume.
Esta llama no consume. Es decir, el Dios de los padres, a pesar de las incipientes enseñanzas sobre su soberanía que la llama ejemplifica, no existe para destruir. Al contrario, existe para crear. Para generar abundante existencia que le da eco a la realidad primordial de su existencia. Para redimir. Para dar vida.
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Mencioné que una lectura superficial de este formidable texto genera tres deficiencias.
La segunda deficiencia tiene que ver con una ceguera frente al evangelio … frente a las buenas nuevas … que saturan el pasaje:
Ex. 3:13 Entonces Moisés dijo a Dios: “Si voy a los Israelitas, y les digo: ‘El Dios de sus padres me ha enviado a ustedes,’ tal vez me digan: ‘¿Cuál es Su nombre?’ ¿qué les responderé?” 14 Y dijo Dios a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY,” y añadió: “Así dirás a los Israelitas: ‘YO SOY me ha enviado a ustedes.’”
A partir de este momento, voy a hacer algo que espero que nunca hagamos en las iglesias que servimos, una aflicción con que espero que nunca carguen a sus ovejas en un contexto eclesial. Lo hago porque compartimos un contexto universitario y académico, donde tenemos el lujo de sumergirnos en semejantes temas. Voy a hablar del Hebreo y del Griego.
¿Qué significa ‘YO SOY EL QUE SOY’? … אהיה אשר אהיה
Bueno, a partir de la Septuaginta, se supone que tiene que ver con la existencia del Dios de los padres: Ἐγώ εἰμι ὁ ὤν· = ‘Yo soy el que existe’.
Lo que el ángel de Dios revela desde la zarza, desde la perspectiva de esta lectura, es la estupenda novedad de que Dios existe…
Pero no me imagino como la existencia de Dios funciona como buenas nuevas para los esclavos hebreos gimiendo bajo el yugo de su opresor. Es más, en una cultura altamente religiosa, ¿quién hubiera dudado de la existencia de su Dios … o de los dioses?
Tristemente, lo que la Septuaginta alcanza es poner pan sobre la mesa de generaciones de filósofos que se dan a la tarea de debatir que significa ‘Yo soy quien soy’ … o ‘Yo soy el que existe.’
¡Nada o poco que ver con el sufrimiento de los esclavos hebreos que protagonizan el contexto del pasaje! ¡Y muy poco que ver con la expresión hebrea אהיה אשׁר אהיה!
Ahora, cuando estamos ante un verbo medio ambiguo como el verbo hebreo היה, el español nos obliga a tomar una decisión. O vamos con ser o vamos con estar. Muchos idiomas no insisten que el lector tome esta decisión. El español sí, y yo digo por lo tanto, ¡Dios bendiga el español!
Las exigencies de nuestro idioma compartido—el español—nos respaldan mientras practicamos la exegesis que debíamos haber efectuado en primera instancia. El hebreo también corre al rescate pues היה difícilmente hubiera aparecido en esta forma para hablar de existencia. Su implicación más natural hubiera sido presencia.
El nombre divino tiene poco o nada que ver con la existencia del Dios de los Padres, cosa que hasta la época moderna no habría provocado duda. El dilema de los esclavos hebreos es que el Dios de sus padres no aparece. Por las apariencias, por sus moretones, por su cansancio, y por los asesinatos que les ha tocado sufrir, el problema es que aquel Dios se ausentó hace tiempo y ya no hace nada.
El hecho de que el ángel de Dios revela que su nombre es ‘El que está’ o, con un poco más de precisión ‘El que está poderosamente presente para rescatar’… ¡Esas sí son buenas nuevas!
Y para la satisfacción de un exégeta, son buenas noticias que corresponden precisamente con el contexto histórico y literario, por un lado, y con el idioma hebreo, por otro.
‘¿Cómo se llama?’, imagina Moisés que sus hermanos desde su agonía nacional van a preguntarle apenas él les declare que ‘el Dios de los padres me envió?’
‘Diles esto, Moisés’, viene instruyendo la voz que sale de la llama danzante en la zarza que no se consume…
No les digas que yo existo. Diles esto ‘Yo soy el que hace presencia con los suyos. ¡Eso es mi nombre! Presencia para rescatar. Para soltar. Para liberar. Para redimir.
Esta revelación sí consiste en buenas nuevas. Para los eslavos hebreos. Pero también para este peregrino gringo perdido en Colombia, pues el ángel del Señor dice que este es mi nombre para siempre. ¡Yo necesito como nadie un Dios que haga presencia y me salve de mí mismo, que nunca me abandone hasta haberme conducido a mi victoria final! Y quizás uno que otro de ustedes, perdido o ahogándose en su miseria … su pecado … su ansiedad … su sufrimiento … su desesperación … su necesidad … necesito lo mismo.
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Nos queda una lectura deficiente más para remediar.
Una vez más, nos tocará tener paciencia con un idioma que solo una minoría de nosotros hemos estudiado. Así que les pido esa paciencia, mientras intento no complicarles la vida más de lo necesario.
Ex. 3:13 Entonces Moisés dijo a Dios: “Si voy a los Israelitas, y les digo: ‘El Dios de sus padres me ha enviado a ustedes,’ tal vez me digan: ‘¿Cuál es Su nombre?’ ¿qué les responderé?” 14 Y dijo Dios a Moisés: “YO SOY EL QUE SOY,” y añadió: “Así dirás a los Israelitas: ‘YO SOY me ha enviado a ustedes.’” 15 Dijo además Dios a Moisés: “Así dirás a los Israelitas: ‘El SEÑOR, el Dios de sus padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a ustedes.’ Este es Mi nombre para siempre, y con él se hará memoria de Mí de generación en generación.
אהיה אשר אהיה
Un imperfecto/yiqtol, primera persona común singular: estaré, haré presencia, apareceré…
Es un verbo imperfectivo: Uno se encuentra dentro de un proceso en desarrollo, observando su concretización, no sabiendo de antemano su desenlace final.
Un pronombre relativo declinable: que, de la manera que, tal y como
Otra vez, un imperfecto/yiqtol, 1cs, idéntico al primero.
Y luego en v. 15 la condensación de todo esto en el mismo verbo היה pero ahora en tercera persona masculino singular: él estará … él hará presencia.
Permítanme el lujo de un español poco natural:
Yo estaré en la manera que yo estaré…
O acudiendo a la propuesta de un estudiante mío: Yo estaré en la manera que a mi se me dé la gana…
Todo está impregnado de contingencia, de incertidumbre desde la perspectiva de quien necesita a este Dios y de suprema soberanía de parte de Él Mismo.
Yo haré presencia cuando y como yo haga presencia (y en ninguna otra) … Yo me haré poderosamente presente de manera que ustedes jamás controlarán. Pueden contar con mi presencia … pero siempre … a mi manera.
Y luego, nutrido por toda esta explicación audible desde la Zarza, ‘Diles que mi nombre es EL QUE ESTA Y ESTARA…’
Si fuera posible reducir esto a un griego natural … o un español natural … estaríamos más cómodos con el lenguaje, pero no estaríamos hablando de la misma llama danzante que hace presencia para redimir a su manera, no a la nuestra.
El resto del Antiguo Testamento a ratos demuestra su fascinación con esta revelación que simultáneamente es ocultación.
Les refiero a un solo ejemplo, sin salir de las fronteras del libro de Éxodo, otro pasaje genuinamente memorable: (33.18-20)
18 Entonces Moisés dijo: “Te ruego que me muestres Tu gloria.” 19 Y Yahvé respondió: “Yo haré pasar toda Mi bondad delante de ti, y proclamaré el nombre de Yahvé delante de ti. Tendré misericordia del que tendré misericordia, y tendré compasión de quien tendré compasión.” 20 Y añadió: “No puedes ver Mi rostro; porque nadie Me puede ver, y vivir.”
La misma sintaxis, el mismo ritmo hablado, las mismas estructuras gramaticales. Es una exégesis del nombre divino dentro de la misma Biblia.
Pero si nos permitimos un salto al Nuevo Testamento, sería interesante aterrizar en el tercer capítulo del Evangelio de Juan. Pues, allí Jesús da su acostumbrada y muy coherente relectura de su Escritura Hebrea, ajustando las metáforas para actualizar una misma realidad.
3.1 Había un hombre de los Fariseos, llamado Nicodemo, prominente (principal) entre los Judíos. 2 Este vino a Jesús de noche y Le dijo: “Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro, porque nadie puede hacer las señales (los milagros) que Tú haces si Dios no está con él.”
3.3 Jesús le contestó: “En verdad te digo que el que no nace de nuevo no puede ver el reino de Dios.”
3.4 Nicodemo Le dijo: “¿Cómo puede un hombre nacer siendo ya viejo? ¿Acaso puede entrar por segunda vez en el vientre de su madre y nacer?”
3.5 Jesús respondió: “En verdad te digo que el que no nace de agua y del Espíritu no puede entrar en el reino de Dios. 6 “Lo que es nacido de la carne, carne es, y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es. 7 “No te asombres de que te haya dicho: ‘Tienen que nacer de nuevo.’ 8 “El viento sopla por donde quiere, y oyes su sonido, pero no sabes de dónde viene ni adónde va; así es todo aquél que es nacido del Espíritu.”
Soberana y redentora presencia de Dios.
Misterio divino. Llama danzante o viento que sopla invisiblemente. Dios redentor y poderosamente presente, pero inescrutablemente incontrolable. Revelación y ocultación.
Creando futuro donde solo olía a muerte.
Yahvé, Dios de los padres. Jesús, hijo encarnado. Viento divino dinámico, nunca estático.
Como seminaristas, ¿cómo vamos a vivir fielmente en la presencia de esta llama danzante, este Yahvé? ¿Esta llama divina que es viento divino?
Primero, lo que no vamos a hacer: Decidir que nuestro trabajo académico es un mero juego intelectual, y lo que realmente importa es una espiritualidad sentimentalizada y alejada de nuestra vocación. Dios guarde que volvamos a semejante superficialidad, aunque haya sido predicado desde este púlpito.
- No vamos a dejar de gemir, anticipando que el Dios que se hace presente a su manera y en su momento responderá.
- Vamos a aceptar la realidad de que Yahvé simultáneamente se revela y se oculta. Nunca vamos a anticipar que nuestro conocimiento teológico lo vaya a ‘atrapar’ de manera exhaustiva. Vamos a celebrar la realidad de que su soberanía garantiza sorpresas en nuestras pequeñas y frágiles vidas.
- Vamos a deleitarnos en los misterios movimientos de la llama … del viento. Vamos a aprender que al centro de una espiritualidad bíblica … de una fidelidad biblica… yace una pregunta digna de ser repetida diariamente y sin cesar: ¿Y ahora … qué estará haciendo este Dios soberano, incontrolable, presente?
Bendito sea Adonai, el que hace presencia. Llama divina, viento divino. Bondad, misericordia y compasión.
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