Las primeras líneas del primero de los cuatro ‘cantos del siervo’ del libro de Isaías establecen, con su escueta descriptividad, una serie de cualidades sobre esta figura que se mantendrán y desarrollarán en los capítulos siguientes. Se trata, en efecto, de una introducción en todos los sentidos, tal como הן עבדי (‘He aquí a mi siervo’) nos haría esperar.
He aquí mi Siervo, a quien yo sostengo, mi escogido, en quien mi alma se complace. He puesto mi Espíritu sobre Él; Él traerá justicia a las naciones.
No clamará ni alzará su voz, ni hará oír su voz en la calle. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo mortecino; con fidelidad traerá justicia.
No se desanimará ni desfallecerá hasta que haya establecido en la tierra la justicia, y su ley esperarán las costas.
Isaías 42.1-4 (LBLA)
A pesar de las frases pulcramente alineadas, casi prosaicas, que perfilan esta figura recién introducida, el vocabulario es tan rico que hace que el intérprete sea reacio a ofrecer el tipo de abreviatura que sigue. Sin embargo, es útil hacerlo.
En primer lugar, la relación del siervo con YHVH es a la vez sustantiva y profundamente sentida, de un modo que capta el formidable giro de la justicia a la misericordia y de la enemistad a la colaboración que surge a partir del capítulo 40 en adelante. YHVH sostiene y elige al siervo. Sin embargo, hay un sentimiento en el acuerdo, pues el siervo es aquel ‘en quien se deleita mi deber’. La expresión subsiguiente -‘he puesto mi Espíritu sobre él’- probablemente envuelve tanto la sustancia como el sentimiento que se han expresado justo antes de ella.
Se ha reparado una ruptura, dando paso a una notable intimidad funcional entre YHVH y su enigmático siervo.
En segundo lugar, hay una preocupación por el papel del siervo en relación con el mundo más allá de las fronteras de Judá. Leemos que el siervo ‘traerá justicia a las naciones’. Más adelante, el siervo se mostrará resistente hasta que ‘haya establecido en la tierra la justicia’. De hecho, se insinúa una especie de reciprocidad, ya que en su lado de las cosas ‘las costas esperan su ley’. La combinación de estos elementos parece sugerir algo más que un mero juicio sobre las naciones. En cualquier caso, este punto podría haberse planteado de forma más sencilla, y la combinación de estos elementos sugiere que las poblaciones alejadas de Judá acogerán con agrado la justicia del siervo cuando llegue y quizás incluso cooperen para que se establezca.
Esto es aún más cierto si la תורה que esperan las costas en 42.4 se entiende principalmente como una instrucción y no como un régimen impuesto, como parece probable que sea el caso. Si ésta es la lectura correcta, entonces se discierne una alusión a la ansiosa receptividad de las naciones en la Visión de las Visiones en 2.3, teniendo en cuenta que el aprendizaje de la תורה de YHWH allá en aquella montaña exaltada conduce directamente a algún tipo de reordenamiento impuesto -¡aunque bienvenido!- de las relaciones entre las naciones.
En tercer lugar, se establece firmemente que el modus operandi del siervo es silencioso y persistente. Incluso si el siervo está destinado a lograr grandes cosas internacionales, la dulzura tranquila y persistente de sus modales se mantendrá hasta el final. Un extracto establece el punto:
No clamará ni alzará su voz, ni hará oír su voz en la calle. No quebrará la caña cascada, ni apagará el pabilo mortecino; con fidelidad traerá justicia.
Isaías 42.2-3 (LBLA)
Hay más que decir, incluso en este primero de los cuatro cantos del siervo, sobre la conducta y el logro anticipado del siervo de YHVH. Sin embargo, estas tres observaciones se mantendrán incluso en los momentos en que se elogian los aspectos más gloriosos de la comisión del siervo. Empieza a parecer que su identidad como עבד – siervo de YHVH – es polivalente. Obviamente, esta figura es un siervo en un sentido que se enfrenta al propio YHVH, que aquí lo presenta y lo sostiene. Es decir, es un agente de los designios de YHVH. Sin embargo, sus modales también sugieren la postura de un siervo con respecto a las entidades a las que se enfrenta en el cumplimiento de su encargo. ‘Ni apagará el pabilo mortecino’, es aquí una declaración temprana de este último punto.
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