El lector de Isaías se acostumbra a la fórmula ‘en aquel día’ como referencia a tiempos mejores después de la calamidad del juicio. Sin embargo, sería un error suponer que la expresión (ביום ההוא) invoca siempre el bien y no el mal.
La imagen es inequívoca e incómodamente femenina. La mayor parte de este oráculo de juicio dirige su salvajismo a la población de Judá sin referencia directa al género, e incluso se inclina en dirección a los hombres que habrían sido más públicamente responsables del cuerpo político (pero véase 3.12). Sin embargo, eso se acaba cuando el texto dirige su considerable ira a las “hijas de Sión” (בנות ציון) en 3:18.
A partir de ese momento, el atractivo de las galas femeninas se desmantela mediante una degradación paso a paso de sus artefactos. La difícil situación de las hijas de Sión implica la pérdida de sus hombres en la batalla (3:25), pero la atención se centra en las propias mujeres. Este enfoque se traslada incluso al femenino singular de 3:26, que presumiblemente no representa tanto a las hijas de Sión como a la propia ciudad como Hija(s) de Sión. Sin embargo, el juicio sobre las mujeres no pasa desapercibido para el lector cuando se produce este sutil cambio.
La ya mencionada expresión oracular ‘en aquel día’ (de nuevo, ביום ההוא) vuelve a aparecer en 4.1. No lo hace desde su habitual significado de “la ciudad”. No lo hace desde su ubicación habitual al principio de un oráculo, sino desde la mitad del verso.
Porque siete mujeres echarán mano de un hombre en aquel día, diciendo: Nuestro pan comeremos y con nuestra ropa nos vestiremos; tan solo déjanos llevar tu nombre; quita nuestro oprobio.
Isaías 4.1 (LBLA)
Es probable que la recurrencia de esta fórmula explique la versificación postbíblica de lo que para nosotros es el capítulo 4, versículo 1, como componente de un nuevo y cuarto capítulo y no la conclusión del discurso de las hijas de Sión del tercer capítulo. Hay mucho que decir a favor de este tipo de lectura.
Sin embargo, el tono sorprendentemente diferente de 4:2 me persuade de que es mejor leer 4:1 junto con la denuncia de las mujeres de Jerusalén que comienza en 3:16. De hecho, considero a 4:1 como la declaración culminante y concluyente de la lamentable condición de esas mujeres. El versículo merece ser examinado con detenimiento, aunque más en clave de tristeza que de alegría.
Porque siete mujeres echarán mano de un hombre en aquel día, diciendo: Nuestro pan comeremos y con nuestra ropa nos vestiremos; tan solo déjanos llevar tu nombre; quita nuestro oprobio.
Isaías 4.1 (LBLA)
Es difícil imaginar en el contexto de una sociedad tradicional un diagnóstico más completo de su completa descomposición. Los hombres ya no son prominentes, como la tradición supone que deberían ser. Esto ya se insinúa en el cuadro del gobierno opresivo de los niños y las mujeres en el versículo 12. En 4:1, es claramente la consecuencia de una tragedia posterior, la pérdida de los “guerreros” de Jerusalén en la batalla (3:25).
Un rasgo del lamentado gobierno de las mujeres aún perdura en 4:1, pues estas mujeres desesperadas aún son capaces de abrirse camino económicamente en medio de la calamidad.
Comeremos nuestro propio pan y vestiremos nuestras propias ropas.
Sin embargo, el alivio inalcanzable por el que claman estas mujeres va más allá de la comida y la ropa.
Tan solo déjanos llevar tu nombre; quita nuestro oprobio.
Incluso cuando uno se resiente bajo el calor retórico de esta denuncia de las mujeres y, de forma mucho menos sustancial, de sus hijos, es prudente recordar que el pasaje es sólo un rasgo de una deconstrucción sistemática de la sociedad judía ante una crisis de la que el único punto brillante que el texto se atreve a destacar es la eventual aparición de un remanente fructífero.
En medio de todo el pasaje se encuentra esta declaración explicativa, que incluso en su papel de marco no puede aflojar su agarre a la metáfora:
Pues Jerusalén ha tropezado y Judá ha caído…
Isaías 3.8 (LBLA)
Sión, la ciudad antaño fiel -como el primer capítulo del libro quiere que la recordemos- ha sido completa y absolutamente des-graciada.