El ojo escrutador del Señor no siempre es una noción agradable para los escritores bíblicos. En su agonía, Job lo encuentra implacable. Los pecadores, nos dicen, lo consideran risible y a veces un tigre de papel destinado a asustar a la gente, pero bastante incapaz una vez que se obtiene un ángulo claro de las cosas.
Por otro lado, el escritor del salmo ciento treinta y nueve se deleita en la visión ilimitada de Dios en su vida. Ciertamente, después de relatar la imposibilidad de esconderse de su creador, él pide aún más transparencia:
Escudríñame, oh Dios, y conoce mi corazón;
Salmo 139:23-24 (LBLA)
pruébame y conoce mis inquietudes.
Y ve si hay en mí camino malo,
y guíame en el camino eterno.
Tal es la notable conclusión de un poema que insiste en que puedes correr pero no puedes esconderte, y luego afirma que una vida sin escapatoria es algo bueno:
¿Adónde me iré de tu Espíritu,
o adónde huiré de tu presencia?
Si subo a los cielos, he aquí, allí estás tú;
si en el Seol preparo mi lecho, allí estás tú.
Si tomo las alas del alba,
y si habito en lo más remoto del mar,
aun allí me guiará tu mano,
y me asirá tu diestra.
Si digo: Ciertamente las tinieblas me envolverán[f],
y la luz en torno mío será noche;
ni aun las tinieblas son oscuras para ti,
y la noche brilla como el día.
Las tinieblas y la luz son iguales para ti.
El escritor no señala qué experiencia de vida, qué dilema existencial puede haber despertado en él pensamientos de huida de Dios. No provee ninguna circunstancia para la hipotética auto-maldición que invocaría a la oscuridad para que lo cubra en sus sombras. Tales detalles sugieren que el hombre ha vivido mucho o al menos ha conocido el lado oscuro de la experiencia o por lo menos que ha sido estudiante de lo vivido.
También aparece asombro por la gloria de ser humano y una agradecida negación a dejar que el crédito de ese esplendor recaiga finalmente en la criatura que lo manifiesta.
Oh Señor, tú me has escudriñado y conocido.
Tú conoces mi sentarme y mi levantarme;
desde lejos comprendes mis pensamientos.
Tú escudriñas mi senda y mi descanso,
y conoces bien todos mis caminos.
Aun antes de que haya palabra en mi boca[c],
he aquí, oh Señor, tú ya la sabes toda.
Por detrás y por delante me has cercado,
y tu mano pusiste sobre mí.
Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí;
es muy elevado, no lo puedo alcanzar.
La vida vivida de esta manera transparente puede no ser siempre algo dulce, parece sugerir el salmista. Existe demasiada oscuridad en los márgenes de este poema para que nosotros pensemos eso. Sin embargo, es maravilloso. Uno es tan profundamente conocido que sólo las hipérboles, imágenes y exclamaciones de la poesía se acercan a decirlo bien.
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