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Posts Tagged ‘Salmo 31’

La vida nos impone un momento en el que estemos a solas con Dios. En las mejores variantes de esta crisis de soledad, la familia y los amigos permanecen con las manos amorosas extendidas de buena gana, pero sin efecto inmediato. No pueden hacer nada.

Uno está a solas con Dios. Es un momento de necesaria e inevitable singularidad. Uno descubre, en cierto modo, quién es en ese escenario escasamente poblado. Uno descubre quién no es. Uno se encuentra con Dios como sólo puede conocerse cuando no hay nadie más en la sala.

Las palabras más urgentes de los salmistas nos parecen intensamente apropiadas en ese momento. Salen sin esfuerzo de la página, ruedan por la lengua susurrante como un discurso autóctono. Articulan la forma del corazón asediado y solitario con indiscutible autoridad.

No hablan de Dios, sino a Él:

En ti, oh Señor, me refugio;
jamás sea yo avergonzado;
líbrame en tu justicia.
Inclina a mí tu oído, 
rescátame pronto;
sé para mí roca fuerte,
fortaleza para salvarme.
Porque tú eres mi roca y mi fortaleza,
y por amor de tu nombre me conducirás y me guiarás.
Me sacarás de la red que en secreto me han tendido;
porque tú eres mi refugio.
En tu mano encomiendo mi espíritu;
tú me has redimido, oh Señor, Dios de verdad.

Salmo 31:1-5 (LBLA)

La metáfora de la roca, la fortaleza y el refugio residen en esta oración como su arquitectura principal. La necesidad de la rapidez divina establece el tempo de la oración. Si el Señor no se da prisa, no habrá rescate. La vergüenza, en su postura despreocupada y descarada, ocupará el lugar que antes ocupaba la integridad.

Nadie puede ayudar.

Sólo YHVH.

Él puede moverse o no. El salmista sabe que todo depende de esto. Nosotros también.

Hay poco conocimiento secreto, poco esoterismo que valga la energía que se necesita para descubrirlo y absorberlo. Sin embargo, hay una verdad que sólo es accesible cuando la vida nos lleva a ese espacio abierto en el que estamos solos. Un último y desesperado grito suplica a YHVH que se una a nosotros allí, instruyéndole incluso en la mecánica de inclinar su oídohacia nosotros.

Es la gran bisagra de la vida.

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