Los últimos capítulos del libro del Levítico señalan las dos opciones fundamentales de Israel y sus consecuencias en términos de bendición y maldición de YHVH. Aquí todos los detalles de la legislación sacerdotal desaparecen, dejando a la vista sólo los rasgos más importantes del paisaje moral. Una elección para YHVH significa una decisión de vivir según sus juicios y estatutos. Su recompensa es su bendición en la forma más terrenal y satisfactoria. La elección contraria representa una decisión de vivir como todas las demás naciones, fuera de la relación exclusiva y pactada que desea YHVH. Se nos dice que esto traerá consigo una maldición desgastante para el pueblo.
Sin embargo, el resuelto dualismo de las opciones de Israel y su destino no son precisamente simétricos. La tenaz fidelidad de YHVH excluye cualquier campo de juego mecanicista y nivelado, cualquier noción de que la desnuda voluntad humana fuera la única variable en juego.
Porque la tierra será abandonada por ellos, y gozará de sus días de reposo mientras quede desolada con su ausencia. Entretanto, ellos pagarán su iniquidad, porque despreciaron mis ordenanzas y su alma aborreció mis estatutos. Sin embargo, a pesar de esto, cuando estén en la tierra de sus enemigos no los desecharé ni los aborreceré tanto como para destruirlos, quebrantando mi pacto con ellos, porque yo soy el Señor su Dios,sino que por ellos me acordaré del pacto con sus antepasados, que yo saqué de la tierra de Egipto a la vista de las naciones, para ser su Dios. Yo soy el Señor.
Levítico 26:43-45 (LBLA)
A lo largo del corpus levítico, la expresión ‘porque yo soy YHVH su (vuestro) Dios’ sirve como una especie de signo de exclamación. La naturaleza de YHVH, su carácter, incluso su personalidad, se erigen en la base de todo lo que se declara sobre su mundo y el drama humano que tiene lugar en él.
Aquí su identidad autodeclarada subraya la imposibilidad de que la desobediencia nacional tenga la última palabra, sin paliativos. YHVH declara que, ante la rebelión de Israel y la consecuencia del exilio a una tierra extranjera, no los destruirá por completo.
El castigo será muy severo. Pero no será definitivo. El instinto de redención de YHVH, su determinación de rescatar, de crear un futuro donde no parece haber esperanza de uno, ganará la partida.
YHVH es un agente libre, un salvador asombrosamente temerario de su pueblo. La pulcritud moral huye ante su voluntad. Israel puede depender de esto, de hecho, sólo de esto. Las simetrías morales sólo traen la muerte. YHVH, por el contrario, se niega a pasar a la historia (tal como la hemos aprendido a llamar) como el dios que abandonó con toda justicia.
La justicia es su naturaleza, pero no lo controla.
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