Las mejores mentiras se disfrazan de verdades evidentes. Por ejemplo, las personas deben ser valoradas según su capacidad productiva.
El código de conducta de la emergente nación hebrea se opone a esta valoración pragmática en todo momento. Hay que venerar a los padres ancianos, que potencialmente son un lastre para el progreso. Un día a la semana se debe tirar al viento contra todo cálculo económico.
Cada uno de vosotros ha de reverenciar a su madre y a su padre. Y guardaréis mis días de reposo; yo soy el Señor vuestro Dios.
Levítico 19:3 (LBLA)
Ambas éticas legisladas requieren una elección. Uno decide invertir el amor, el tesoro y el tiempo de esta manera, confiando en que el resultado a largo plazo de una sociedad en la que los ancianos pueden envejecer sin tener que vigilar sus espaldas y los fuertes no tienen que preocuparse de que les maten trabajando, supera la ventaja a corto plazo de saltarse estas restricciones y, como decimos, ‘vamos, adelante’.
La salud, la tranquilidad, la vida, estas cosas están en este camino. Son escasas cuando nos hacemos a un lado.
YHVH lo avala. Pero incluso el interés propio, si se le puede persuadir para que amplíe su horizonte más allá de su miopía habitual, puede vislumbrar su promesa.
Todos, después de todo, envejecemos un día o morimos en el intento. Todos hemos sentido los latigazos del esfuerzo incesante.
La verdad tiene su lógica, aunque vaya en contra de los vientos dominantes. La mayor parte de lo que es bueno requiere inclinarse hacia la tormenta.
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