Con los pies recién plantados en tierra seca, los supervivientes de la historia bíblica del diluvio aprenden del propio YHVH que la experiencia no se repetirá jamás. De hecho, la fiable regularidad marcará el futuro, en lugar del desmantelamiento sistemático de la creación que trajo las aguas de la inundación que surgieron desde abajo y golpearon como lluvia incesante.
Mientras la tierra permanezca,
Génesis 8:22 (LBLA)
la siembra y la siega, el frío y el calor,
el verano y el invierno, el día y la noche,
nunca cesarán.
Así implora la sección versada de las semejantes promesas divinas de no borrar la tierra de las criaturas vivas, como había hecho a raíz de que la humanidad llenara la tierra con nada más que derramamiento de sangre y violencia. El arco iris se identifica como la señal del pacto de YHVH de que no hay que temer esa destrucción cuando caigan las lluvias.
Es demasiado fácil, sobre todo cuando nos hemos acostumbrado a la civilización y a su estabilidad institucional, olvidar lo real que es y ha sido la amenaza del caos para la mayoría de los seres humanos. Es fácil hacer la evaluación errónea de que la regularidad de la vida es un simple hecho en el terreno en lugar de una provisión generosa, algo dado por hecho -quizás- en lugar de un regalo.
Así, el derecho sustituye a la gratitud como nuestra postura temperamental por defecto.
El material del Génesis nos recuerda, desde la creación y hasta el relato del diluvio, que el caos es el gran enemigo de la creación y que la estabilidad, la regularidad y la previsibilidad son un logro divino ejecutado en nombre de la creación de YHVH y luego entregado como regalo. Uno puede plantar en un entorno regularizado con la justa expectativa de que las estaciones traerán la cosecha, si no este año, el siguiente. Se puede tener hijos y criarlos para que se enfrenten a un futuro en el que uno ya no esté, con la confianza de que la sabiduría con la que intentamos moldear sus vidas será relevante -es decir, funcionará- en un futuro en el que probablemente nosotros mismos no seamos más que un recuerdo. De hecho, se puede hacer ciencia en un mundo tan regularizado, donde no reina el capricho.
No se trata de pequeños movimientos en la épica lucha de la humanidad por no caer en el caos asesino.
Aquí se insta a considerar el arco iris, y luego a dar gracias porque el mañana será más bien como el día de hoy.
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