En el ‘relato de la descendencia de Adán’ que aparece en el capítulo quinto del Génesis, la estructura de la genealogía asume la forma misma de la situación humana.
El resumen de la historia de cada individuo comienza con la vida y termina con la muerte, esto para una estirpe que la narración presenta como sin muerte hasta que se rebelaron contra el Creador que los bendijo tan pronto como les dio la vida. Un ejemplo establece la pauta.
Y Set vivió ciento cinco años, y engendró a Enós. Y vivió Set ochocientos siete años después de haber engendrado a Enós, y engendró hijos e hijas. El total de los días de Set fue de novecientos doce años, y murió.
Génesis 5:6–8 (LBLA)
Las traducciones modernas ordenan acertadamente el flujo de las cosas con una cláusula subordinada (‘Cuando A haya vivido 105 años…’). El propio texto hebreo desarrolla el ritmo humano a un ritmo más austero: Y A vivió X años y engendró a B … Y todos los días de A fueron Y años, y murió.
Siempre vivió. Siempre desempeñó su papel en el sostenimiento de la estirpe engendrando hijos. Siempre murió.
En contra este ritmo de fondo de esperanza y futilidad, dos individuos proporcionan una síncopa esperanzadora. Inexplicablemente, un tal Enoc ‘camina con Dios’. Independientemente de lo que esta lacónica frase implique sobre la intimidad de este hombre con su Creador, Enoc eludió el sombrío ritmo de la muerte gracias a ella. El texto pide a gritos una explicación, pero no la da. Después de registrar por segunda vez que Enoc ‘caminó con Dios’, el texto se muestra cauto:
… y desapareció porque Dios se lo llevó.
Génesis 5:24 LBLA
Luego se reanuda el ritmo de la futilidad. Matusalén, el hijo de Enoc, vive mucho tiempo, pero sigue el paso de su abuelo y no el de su padre. Muere sin comentarios, como es habitual en su gloriosa y condenada estirpe.
Un tal Lamec interrumpe el ritmo, no desapareciendo como Enoc, sino con un grito de esperanza. Del hijo de Lamec se dice…
…Y Lamec vivió ciento ochenta y dos años, y engendró un hijo. Y le puso por nombre Noé, diciendo: Este nos dará descanso denuestra labor y del trabajo de nuestras manos, por causa de la tierra que el Señor ha maldecido.
Génesis 5:28-29 (LBLA)
Uno se pregunta qué sabía Lamec de su hijo predestinado, respecto al cual el texto del Génesis interrumpiría con el tiempo otro golpe de tambor de las tinieblas, al observar con asombrosa resiliencia…
Mas Noé halló gracia ante los ojos del Señor.
Génesis 6:8 LBLA
Lamec no lo dirá. Habiendo gritado su razón de esperanza, muere en su momento. Silenciado, sin explicaciones, se ve superado por lo inevitable.
Sin embargo, al relatar -aunque sea brevemente- el inescrutable paseo de Enoc y registrar el grito de esperanza de Lamec cuando nace un niño especial, el texto permite anticipar que la insistencia percusiva de la muerte y la futilidad no es más que la base tonal de la que podría surgir una melodía en algún momento imprevisto. Y elevarse.
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