¿En qué estaba pensando…?
Nos hacemos la pregunta cuando nuestra idiotez ha quedado bajo la irrefutable luz del día.
Fui un tonto. Fui un iluso. Distraído. O borracho. O estúpido.
La pesadilla de todo creyente es haberse equivocado en todo. Independientemente de la ideología que haya pretendido el corazón, la mente o la cartera -fielmente secular o convencionalmente religiosa-, el miedo es haber estado simplemente equivocado. Dado que la fe va a la raíz de las cosas, que se demuestre que estamos equivocados en nuestra convicción principal significa que también lo estamos en todo lo demás.
Se acabó el juego.
¿En qué estábamos pensando?
El salmista conoce este miedo moderno, que como la mayoría de las esperanzas y ansiedades resulta ser antiguo, respetable y compartido.
Dios mío, en ti confío; no sea yo avergonzado, que no se regocijen sobre mí mis enemigos. Ciertamente ninguno de los que esperan en ti será avergonzado; sean avergonzados los que sin causa se rebelan.
Salmo 25:2–3 (LBLA)
En el lenguaje de los salmos, ser ‘avergonzado’ es ser expuesto públicamente como un idiota. La realidad abofetea en momentos como éste, reduce toda el trayecto cuidadoso de la vida de uno a una secuencia ordenada de errores. Lo peor de todo es que lo hace públicamente, donde la gente se burla y se mofa.
La gente se burla de dichos tontos. La literatura bíblica es más honesta que los piadosos modernos sobre lo mucho que duele que se rían de uno. Cuán profundo es el remordimiento, qué impotente se siente uno cuando es arrojado a la playa por la corriente de la vergüenza.
El escritor del Salmo 25 ruega no sufrir ese destino, que no le sea quitado el fundamento de sus pies.
Luego, tras haber expresado su anhelo, se acomoda a lo que la experiencia le ha enseñado: ‘Ninguno de los que esperan a YHVH será avergonzado’.
Este es el resultado seguro de su vida hasta la fecha: YHVH, único entre los objetos de la confianza humana, no deja que esto les suceda a los suyos. A la final no decepciona. No se queda pasivo mientras la realidad destroza la base de la vida de sus hijos y de sus hijas.
En esto, afirma el testigo bíblico a nuestro favor, YHVH es incomparable.
Son los intrigantes, los hipócritas y los malintencionados los que se encuentran con que las tornas han cambiado, nos tranquiliza el salmista. La marea de la vergüenza puede derribarnos, calarnos hasta los huesos, deslumbrarnos el cerebro.
Son los intrigantes, los hipócritas y los malintencionados los que se encuentran con que las cosas se han vuelto en su contra, nos tranquiliza el salmista. La marea de la vergüenza puede derribarnos, calarnos hasta los huesos, deslumbrar nuestros cerebros. Pero, esperando a YHVH, nos levantamos para vivir otro día.
La resiliencia ocupa su lugar entre las virtudes subestimadas que uno adquiere mansamente al confiar en YHVH. El siervo humilde y confiado aprende a entender las mil desgracias como baches en el recorrido de la maratón.
Pero YHVH sale adelante, Jesús salva, la realidad creada sobrevive a su prueba. Esperamos, con cierta paz extraña, el resultado final.
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