La instrucción fiable para la vida no sólo dirige los pasos de uno en los caminos correctos y ocupa las manos en las labores que importan.
También pone el corazón a cantar.
Cánticos para mí son tus estatutos en la casa de mi peregrinación.
Salmo 119:54 (LBLA)
Si hemos cantado más fuerte y mejor en el desenfreno de un concierto, resulta difícil imaginar que la sujeción a la instrucción genere música que valga la pena escuchar. Cuando la liberación y la autorrealización han sido el tema constante de nuestras melodías favoritas, nos cuesta comprender que ‘estatutos’ y ‘cánticos’ deban aparecer en una misma frase.
El testimonio bíblico no quita la magia del lado romántico de nuestro paladar musical. Más bien, enriquece nuestro repertorio ampliándolo al rango de la disciplina y la constancia.
Los estatutos de YHVH, como los celebra el salmista en su improbable oración, quitan de la mesa ciertas opciones distractoras y destructivas para que uno pueda concentrarse. Cuando esa previsibilidad en la vida y nuestra administración de esta que el salmista conoce como ‘rectitud’ se ha convertido en el patrón de nuestros días, podemos concentrarnos.
En esa concentración, en la vida enfocada de quien ha abrazado la enseñanza de YHVH sobre lo que es verdadero y cómo funcionan las cosas, hay alegría. Hay cántico, porque mucho del ruido ha sido calmado.
“En la casa de mi peregrinación” acepta más de una interpretación. Algunos lo interpretan como una especie de locativo abierto, por lo que la New Revised Standard Version (NRSV) lo traduce como la contraparte en inglés que en español generaría ‘dondequiera que tenga mi hogar’.
Hay algo de cierto en esto, no sólo porque las palabras lo permiten, sino también porque concuerda con la naturaleza un tanto controvertida del Salmo 119 en este punto de su celebración poética casi épica de la instrucción fiable de YHVH.
La vida errante, ya sea elegida o (como aquí) forzada, nos lleva por caminos en los que los sonidos más comunes son los gemidos, los movimientos más frecuentes son el apretar de nuestras manos. El poeta bíblico encuentra, incluso en los caprichos de ese nomadismo, un consejo coherente y fiable sobre quién ha sido y sigue siendo YHVH y cómo podemos vivir con confianza mientras él viaja con nosotros.
Así, los estatutos de YHVH se convierten en los cánticos del caminante.
Los pies pueden permanecer en movimiento, los ojos pueden monitorear el horizonte, el corazón puede acelerarse.
Aun así, los labios cantan.
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