Las complicadas y viejas palabras de la bendición sacerdotal del capítulo 6 del libro de los Números debían ser pronunciadas durante incontables generaciones sobre “los hijos de Israel”.
Sin embargo, hay en el shalom del Israel bíblico un marcado potencial de bien que fluye mucho más allá de las fronteras de ese pequeño pueblo. Los relatos patriarcales del Génesis nos dicen, un poco enigmáticamente, que todas las naciones de la tierra encontrarán su bendición en el padre Abraham.
El salmo sesenta y siete discierne en estos dos hilos resistentes de la tradición bíblica -bendición para Israel, bendición para las naciones- la autorización para unir las venerables palabras de la bendición sacerdotal a una ferviente esperanza de que toda la tierra pueda emocionarse ante los justos juicios del Dios de Israel. El shalom, para este poeta, no tiene límites. No es un juego de suma cero, es capaz de abarcar a todos los que vengan. El amor no necesita amar menos a su primer objeto para ampliar el círculo a segundos, terceros y más.
Una nota autorreferencial persiste a lo largo del salmo -Israel es el nosotros y el nos-, pero suena con un toque suave y un espíritu generoso.
Puede que las antiguas fronteras no se borren, pero ciertamente se difuminan ante la bondad desbordante de quien llamó a Abraham y bendijo a Israel.
El escritor del Salmo 67 nos da una declaración de la bondad desbordante de YHVH que es muy suya. Quizá no haya nada parecido en el resto de la Biblia. Con una precisión extraordinaria y un gusto por la expresión literal, ha tomado la bendición principal de Israel y la ha extendido de forma abrahámica a aquellas naciones que -como se nos prometió hace tanto tiempo- encontrarían su bendición en Abraham.
Sin embargo, aunque la construcción precisa que hace de las cosas es única, las naciones alegres del salmista y su Israel encantado manifiestan una mentalidad y un corazón que se vislumbran en toda la Escritura. Jesús, Pablo y otros encontrarán su camino tanto para insistir en que la salvación viene de los judíos y a través de ellos como para afirmar que la salvación es el destino de todas las naciones de su Padre.
Israel está en su mejor momento cuando se deleita en ver cómo el Shalom que tan bien conoce se abre paso en la vida de los pueblos.
Estamos en nuestro mejor momento cuando un salmo como éste moldea los corazones y las mentes y anima las manos y los pies.
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