El corazón débil suele tener insomnio.
¿Qué tiene las tres de la madrugada, que está tan llena de preocupaciones, miedos y despertares intempestivos? Como si estuviera programado, los ojos se abren y el corazón débil se acelera. Las sombras de la vida se ciernen más altas y amenazantes que de costumbre. Los temores improbables parecen perfectamente plausibles. Las cosas que se reducen en proporción a la luz del día toman la forma de amenazas letales y de muros infranqueables. El salmo 61 nos libra de al menos uno de nuestros temores: el de no poder orar porque nuestro corazón desfallece.
Desde los confines de la tierra te invoco, cuando mi corazón desmaya. Condúceme a la roca que es más alta que yo. Porque tú has sido refugio para mí, torre fuerte frente al enemigo.
Salmo 61:2–3 (LBLA)
Nosotros, insomnes temerosos y temblorosos, somos conducidos a un lugar donde es seguro, al menos, clamar al Señor por paz, por seguridad y calma. YHVH no se burla ni se aparta porque nuestra condición no sea suficientemente digna. Al menos, el poeta orador que nos ha dejado la obra de su pluma en este salmo espera que así sea, mientras que otros de esta antología de oraciones nos aseguran que su esperanza se encontrará con la realidad, su oración con un oído atento. YHVH se pone a disposición precisamente de los débiles de corazón. La fuerza puede venir con la luz del día, pero no es necesaria aquí, no ahora, no en esta hora aterradora de las 3:00 a.m.
Somos débiles, pero se nos escucha.
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