Desaprobamos el momento en que nuestro interlocutor mira distraído por encima de nuestro hombro. O cuando juega con sus llaves. O da la impresión de estar escuchando, pero está con los ojos vacíos como nubes, y sus pensamientos en otra parte.
Deseamos el contacto visual. Estamos hechos para el cara a cara.
Los salmos bíblicos reconocen la naturaleza profundamente relacional de la vida en compañía de YHVH. En sus mejores momentos, ya sea por fuerza o por una devastadora debilidad, los oradores de estas oraciones buscan el rostro del Señor. Y desean que les devuelva la mirada, demostrando que la atención divina es suficiente para un mundo de necesidades.
Escucha, oh Señor, mi voz cuando clamo; ten piedad de mí, y respóndeme. Cuando dijiste: Buscad mi rostro, mi corazón te respondió: Tu rostro, Señor, buscaré. No escondas tu rostro de mí; no rechaces con ira a tu siervo; tú has sido mi ayuda. No me abandones ni me desampares, oh Dios de mi salvación.
Salmo 27:7-9 (LBLA)
Las relaciones traen consigo un temible derecho al rechazo. Podemos mirar hacia otro lado. Fingir que no vemos. Humillar con la falta de atención. No devolver la llamada.
Este impresionante poder está inscrito en la arquitectura de la interacción entre personas. Podemos lapidar con él, ejerciendo nuestro derecho a rechazar el contacto visual, con nuestro derecho a no percibir.
O podemos dar vida con él, dejando a un lado la ocupación o una herida persistente, y haciendo contacto visual. Los salmos están llenos del temor de que el Señor esconda su rostro. La misma literatura se regocija cuando levanta los ojos para congratular a los que más lo necesitan, es más, cuando levanta su rostro para que se dé una conversación íntima.
En este mismo salmo, el escritor esboza la apacible belleza de dicha comunión habitual como objeto de su búsqueda más enérgica:
Una cosa he pedido al Señor, y esa buscaré: que habite yo en la casa del Señor todos los días de mi vida, para contemplar la hermosura del Señor, y para meditar en su templo. Porque en el día de la angustia me esconderá en su tabernáculo; en lo secreto de su tienda me ocultará; sobre una roca me pondrá en alto.
Salmo 27:4-5 (LBLA)
Búsqueda y respuesta, contemplación y conversación. La persona que conoce tal intimidad con YHVH no quiere perderla nunca.
El peor resultado, se imagina uno, es abandonar toda la conversación. Dejar de buscar el rostro de YHVH. Decidir, en amargo silencio, que Él no ve. Que no habla. Que no le importa.
Contra esa “parada en seco”, tenemos esta seguridad:
Porque aunque mi padre y mi madre me hayan abandonado, el Señor me recogerá.
Salmo 27:10 (LBLA)
Leave a Reply