Los salmos bíblicos, llenos de invocaciones a alabar a YHVH, siempre ofrecen una razón para hacerlo. En la traducción al español, la palabra “por” o “porque” -que traduce comúnmente la partícula hebrea כי- suele servir de bisagra entre el mandato de alabar a YHVH y una cláusula principal que fundamenta dicha respuesta en las obras de YHVH o en su carácter.
La alabanza vacía, es decir, la alabanza en sí misma, es prácticamente desconocida en el Salterio. Cuando los adoradores cristianos la escuchan en las plataformas de adoración y en los líderes de adoración pueden estar seguros de que la liturgia se ha alejado de la lógica y el ritmo bíblico de la alabanza.
El penúltimo ejemplo del salterio acumula palabras para articular la naturaleza alegre de la alabanza del pueblo. No se trata de una mera felicidad contemplativa, sino que el vigor de su adoración debe expresarse mediante la danza y la música instrumental.
La razón de tan animada adoración es, mediante una especie de rima lógica, el propio deleite de YHVH en su pueblo.
¡Aleluya!
Salmo 149:1-4
Cantad al Señor un cántico nuevo:
su alabanza en la congregación de los santos.
Alégrese Israel en su Creador;
regocíjense los hijos de Sión en su Rey.
Alaben su nombre con danza;
cántenle alabanza con pandero y lira.
Porque el Señor se deleita en su pueblo;
adornará de salvación a los afligidos.
Deleitarse, o tomar placer, es una noción que aparece con frecuencia en los profetas bíblicos, así como en la literatura sapiencial de la Biblia. Uno se deleita en YHVH y en esa expresión de su corazón que se conoce como Torá o Instrucción.
Con una gratitud encantadora, a pesar de su modo de expresión imperativo, el salmista manifiesta la naturaleza recíproca de tal deleite. Vemos que YHVH sonríe ampliamente al contemplar a sus propias hijas e hijos. Es más, él embellece, él adorna, él le da un hermoso toque a sus humildes con la victoria.
Los que eran andrajosos andan con ropas de diseñador, con una sonrisa reflejada que ilumina sus rostros erguidos.
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