Cuando el escritor del Salmo 71 suplica a YHVH para que le libre de las intenciones asesinas de sus adversarios, se apoya en la larga relación que ha unido a ambos. De se puede decir en una forma tan cruda, le recuerda a YHVH que no se abandona a un viejo amigo en su hora más oscura.
En el centro de esta extraordinaria interacción hay una verdad casi oculta: el propio escritor no estableció esta amistad. Es anterior a su propio nacimiento, por no hablar de su eventual capacidad para entablar la relación como persona racional y articulada.
Porque tú eres mi esperanza; oh Señor Dios, tú eres mi confianza desde mi juventud. De ti he recibido apoyo desde mi nacimiento; tú eres el que me sacó del seno de mi madre; para ti es continuamente mi alabanza.
Salmo 71:5-6 (LBLA)
No es extraño, entonces, que los pensadores cristianos fundamenten la relación humana con su Hacedor en algo distinto a la elección humana sin acompañamiento. En el texto que nos ocupa, el escritor considera importante haber sido leal y consecuente con YHVH en lo que respecta a su alabanza. Pero sitúa el inicio de lo que podríamos llamar amistad pactada en la superintendencia de YHVH sobre el propio proceso de concepción, gestación y nacimiento.
Como ocurre con cualquier verdad de este tipo, una cesta u otra pide a gritos todos los huevos. Hay que resistirse a tales monopolios, pues ésta es sin duda una de esas verdades complejas que sólo un necio reduciría a una absurda simplicidad. Es sabio no basar conclusiones de gran alcance en la realidad de un solo verso.
Sin embargo, una cosa está bastante clara: La alegría y la gratitud, que se consideran cualidades casi definitorias de la vida con Dios, no proceden de la intuición particular, la sabiduría o la fuerza de voluntad que puedan manifestarse en la vida de un hombre o una mujer de fe. Por el contrario, estas cosas se alimentan por un sentido de ser sorprendido por Dios, perseguido o buscado por él, rastreado y adoptado a su cuidado.
O, como aquí, al reconocer que el cuidado del Dios bíblico por sus hijos e hijas comienza antes de que ellos tengan algo que decir al respecto.
Oímos al poeta declarar a YHVH con tierna ironía: “Tú empezaste esto”.
No es de extrañar, por tanto, la afirmación del salmista de que ha alabado continuamente sólo a YHVH. ¿Quién, habiendo vislumbrado tales cosas, no lo haría?
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