El poeta que está detrás de nuestro salmo 104 contribuye a un compendio que añade a la acción de YHWH en la historia una celebración a su obra en creación. Es una bella rareza.
Curiosamente, dos características de la participación divina en la creación entretejen la celebración del salmista.
Primeramente, el salmista observa la acción divina no solo en la creación original, sino en el continuo sustento de las criaturas de YHWH. Cuando se toca esta nota, vemos también la colaboración de las criaturas. YHWH provee los recursos necesarios, y las criaturas responden reuniéndose si son animales, y en la labor del campo y del hogar si son humanos.
Él hace brotar la hierba para el ganado,
y las plantas para el servicio del hombre,
para que él saque alimento de la tierra,
y vino que alegra el corazón del hombre,
para que haga brillar con aceite su rostro,
y alimento que fortalece el corazón del hombre.Los árboles del Señor se sacian,
los cedros del Líbano que Él plantó,
donde hacen sus nidos las aves,
y la cigüeña, cuya morada está en los cipreses.Los montes altos son para las cabras monteses;
las peñas son refugio para los tejones…Todos ellos esperan en ti,
(Salmo 104:14–15 … 27-28 LBLA)
para que les des su comida a su tiempo.
Tú les das, ellos recogen;
abres tu mano, se sacian de bienes.
En segundo lugar, no es solo el salmista el que se regocija en esta colaboración modelada y de sustento. YHWH mismo se alegra por esto, tal como el poeta en su contemplación.
¡Sea para siempre la gloria del Señor!
¡Alégrese el Señor en sus obras!
Él mira a la tierra, y ella tiembla;
toca los montes, y humean.
Al Señor cantaré mientras yo viva;
cantaré alabanzas a mi Dios mientras yo exista.
Séale agradable mi meditación;
yo me alegraré en el Señor.
Aquí la creación no es objetivada de ninguna forma impersonal o mecánica. Es una comunidad viva y con aliento, diseñada por YHWH, poblada por seres que son totalmente dependientes de su provisión y encargada, en el caso de los seres humanos, de convertirla en una provisión ampliada y extendida para los demás.
El ciclo de vida y muerte se reconoce, un asentimiento dado a las temporadas de fulminante escasez. Nada de esto nubla o limita el regocijo del salmista, ni presumiblemente, el del Creador.
Los esfuerzos humanos sobre la vastedad del mar y en el desafío del suelo contribuye a una visión doxológica.
Hay sinergia, colaboración, e incluso una cierta imitación de Dios en todo esto.
Solo al final los “pecadores” y “los malvados” manchan sus glorias. Estos quedan encomendados al justo poder de YHWH.
El mundo como lo vemos no es, podríamos pausar para considerarlo, inevitable. Tampoco es ordinario. Es la obra de manos divinas. Todo se inclina al regocijo. Es una invitación incluso ahora a la risa apreciativa, a un corazón que se alegre al considerarla.
¡Bendice al Señor, Oh, alma mía!
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