Los salmos están llenos de una asertividad esperanzadora, como que ‘nunca seré sacudido’.
Dicha confianza, aún cuando es más frágil de lo que parece, se basa en la presunta estabilidad moral del mundo. Esto es, la justicia existe y prevalecerá. Si uno no confía en este aspecto de la habilidad de YHWH, entonces ya casi nada importa.
Al mismo tiempo, la experiencia humana sabe sobre esta justicia retrasada. Le duele la realidad vindicativa que sus ojos no han visto y, a decir verdad, muy rara vez vista. Aún así, persiste la firme esperanza en un resultado que las personas razonables pueden acordar. Sabe que YHWH, a la postre, no hará menos que esto.
Porque ni del oriente ni del occidente,
(Salmo 75:6-7 LBLA)
ni del desierto viene el enaltecimiento;
sino que Dios es el juez;
a uno humilla y a otro ensalza.
En los salmos y mucho más allá, la antología bíblica se capta mediante la noción de un drama cósmico. La aleatoriedad no tiene ninguna posibilidad contra la convicción que de YHWH tiene un plan para su mundo, que este plan es apasionado si se resiste misteriosamente a las zonas sombrías pero feroces, que la experiencia humana es el escenario privilegiado de este drama, y que su resultado es seguro. En este teatro cósmico, YHWH mueve sus piezas en una forma que paradójicamente no obtiene resignación sino resolución y decisión. Puesto en términos convencionales, él levanta a los humildes y humilla a los orgullosos.
El escritor del salmo setenta y cinco prueba este bebedizo fortalecedor mientras contempla la arrogancia de los arrogantes que parecen estar a su alrededor. Se siente seguro de que la perdición de los arrogantes está asegurada. Es más, alaba al “Dios de Jacob” antes de que este misterioso Soberano haya ejecutado la caída de ellos y la frustración de sus planes.
La alabanza preventiva hace eso. Es lo suficientemente segura de su confianza como para encontrar la fortaleza en el momento de celebrar lo que YHWH apenas está desnudando su brazo fuerte para hacer.
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