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Posts Tagged ‘Isaías 2’

La visión de Visiones de Isaías (2.1-5) es compartida por el libro de Miqueas en su cuarto capítulo. Se discute mucho si uno tomó prestado del otro o si ambos sacaron sus aguas visionarias de un pozo común. En el libro llamado Isaías, este breve atisbo de un futuro imaginado proféticamente se convierte en el pilar profundamente impulsado de toda la aventura. Es la propia Visión de Visiones de Isaías. 

Ambas ediciones, la de Miqueas y la de Isaías, hablan de forma idéntica de la animada conversación de las naciones mientras fluyen en su curso fluvial hasta la recién elevada Sión. Un rasgo del intercambio parece confirmar la impresión más amplia de que en Isaías la salvación es de los judíos y para las naciones.

Me refiero a la combinación del verbo ירה (enseñar) con la preposición מן (convencionalmente, de) que media la relación del verbo con su objeto directo דרכיו (sus caminos). En ningún otro lugar de la Biblia hebrea, fuera de la visión compartida de Miqueas e Isaías, aparece esta construcción.

En mi opinión, la preposición se entiende mejor como מן partitivo, una forma establecida de comunicar ‘parte de’, ‘algo de’ o ‘una porción de’. Si aplicamos lo que sabemos de la expresión a su aparición en la Visión de Visiones de Isaías (y, por supuesto, a la versión de Miqueas de ésta), el versículo dos viene a decir lo siguiente:

Vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob; para que nos enseñe algunos de sus caminos, y andemos en sus sendas. Porque de Sión saldrá la ley, y de Jerusalén la palabra del Señor. (NBLH, modificado)

No hay nada en el entusiasmo de las naciones que sugiera un apetito limitado por la instrucción de YHVH. Más bien, el límite parece aplicarse a sus expectativas

En el mundo trastornado que vislumbra el profeta, los extranjeros afluyen a la humilde Sión, ahora elevada por encima de la inmensidad de la topografía del mundo, hambrientos y sedientos de justicia, como podría haberlos descrito un profeta posterior. Sin embargo, ni siquiera ellos pueden imaginar que el Dios de Jacob pueda saciar toda su sed, que pueda ofrecer un banquete completo a los recién llegados.

Así que, en una lectura del texto que me parece totalmente defendible, ellos aseguran sus apuestas. 

…para que nos enseñe algunos de sus caminos…

Uno casi se imagina que esperan que quizá se nos permita comer algunas migajas sabrosas.¡Qué poco saben!

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Un sermón pronunciado en el Servicio Religioso de la Fundación Universitaria Seminario Bíblico de Colombia

9 mayo 2024

David Allen Baer Potter

El bus que me lleva varias veces cada semana entre Robledo y San Cristóbal pasa una cantidad de mensajes pintados en rocas, en tablas y por doquier que dicen ‘¡Cristo viene pronto!’ Es una expresión bíblica o por lo menos un concepto que nace y que existe en la Biblia. Confieso que he aprendido a callar un poco el volumen del mensaje reiterado que me asalta en esos viajes en bus. Si no, es capaz de que uno apareciera a la puerta de nuestra iglesia en San Cristóbal en un estado de exaltación suficiente pa’ despertar los muertos. O tal vez en condiciones de pánico suficientes para justificar que los hermanos me hospitalicen.

Estoy seguro de que la fe del hermano que con su pintura y su brocha evangeliza los viajeros que pasamos por esos lares es genuina, sólida y más atrevida que la mía.

Pero estoy seguro de otro detalle a la vez: que la iglesia de Cristo es, como dicen, reformada y siempre reformándose. Como tal, los hijos e hijas de la iglesia tenemos la ineludible vocación de someter todo lo que creemos y todo lo que vivimos … y todo lo que pintamos al lado de la carretera … a la luz de la palabra de Dios.


Hoy pretendo hacer eso con la manera en que anticipamos el triunfo del amor divino en la historia y más allá.


Quiero plantear una pregunta: ¿En realidad podemos esperar?

Además, quiero leer dos pasajes de los profetas del Antiguo Testamento. Observaremos una marcada semejanza entre los dos:

Primero, Miqueas 4.1-4 (NBLH):

Y sucederá en los últimos días Que el monte de la casa del SEÑOR Será establecido como cabeza de los montes; Se elevará sobre las colinas, Y correrán a él los pueblos.

Vendrán muchas naciones y dirán: ‘Vengan y subamos al monte del SEÑOR, A la casa del Dios de Jacob, Para que Él nos instruya en Sus caminos, Y nosotros andemos en Sus sendas.’ Porque de Sion saldrá la ley (תורה, instrucción), Y de Jerusalén la palabra del SEÑOR.

 El juzgará entre muchos pueblos, Y enjuiciará a naciones poderosas y lejanas; Entonces forjarán sus espadas en rejas de arado Y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, Ni se adiestrarán más para la guerra. Cada uno se sentará bajo su parra Y bajo su higuera, Y no habrá quien los atemorice, Porque la boca del SEÑOR de los ejércitos ha hablado.

Y ahora nuestro segundo texto, Isaías 2.2-4 (NBLH). Consten que ya les advertí que escucharían mucha semejanza entre los dos textos:

Acontecerá en los postreros días, Que el monte de la casa del SEÑOR Será establecido como cabeza de los montes. Se alzará sobre los collados, Y confluirán a él todas las naciones.

Vendrán muchos pueblos, y dirán: ‘Vengan, subamos al monte del SEÑOR, A la casa del Dios de Jacob, Para que nos enseñe acerca de Sus caminos, Y andemos en Sus sendas.’ Porque de Sion saldrá la ley (תורה, instrucción), Y de Jerusalén la palabra del SEÑOR.

 El juzgará entre las naciones, Y hará decisiones por muchos pueblos. Forjarán sus espadas en rejas de arado, Y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, Ni se adiestrarán más para la guerra.

Sus oídos les habrán avisado que la semejanza entre estos dos textos proféticos alcanza una exactitud casi palabra por palabra. Los mejores estudios de esta extraña dinámica sugieren que son dos variantes de un común denominador que yace a la raíz de la expectativa profética en el Antiguo Testamento. En Isaías, esta visión sirve como la visión de visiones de ese extenso libro, el motor de prácticamente cada pasaje del libro. En Miqueas, la realidad es similar. Y si esta convicción del futuro que Dios se compromete a forjar reposa en el corazón del testimonio profético, entonces de seguro debemos leer todos los pasajes ‘escatológicos’ del Nuevo Testamento a la luz de esta esperanza. Es decir, entre otras cosas debemos anticipar la salvación y la reorientación—el discipulado—de ‘todos los pueblos’ y ‘todas las naciones’.

Pero no lo hacemos.

Al contrario, tenemos expectativas flacas … desnutridas … empobrecidas, pues la ‘escatología’ es una de las áreas de nuestra vida cristiana que le hemos sacrificado al espíritu deprimente y lúgubre de nuestro mundo … nuestro mundo afligido y sufriente … nuestro mundo turbulento y confuso … nuestro mundo enfermizo y asfixiante … nuestro mundo borracho y envenenado.

Terminamos esperando que Dios logre sacarnos a unos pocos de acá para trasladarnos a latitudes celestiales más agradables.

Pero esa expectativa—si la dignificamos con el vocablo—no tiene nada que ver con la esperanza profética, que se manifiesta con constantes referencias a ‘toda carne’, ‘todos los pueblos’, ‘todas las naciones’ y otras descripciones de una humanidad redimida en dimensiones asombrosas y triunfantes.

A esa esperanza no le damos la talla. Porque hemos negociado una solución de pequeñas expectativas y esperanzas marchitadas que reducen la gloria de Dios al rescate de unos pocos mientras las multitudes sufren la inagotable llama de la ira divina.

Si una vez uno creía de esa manera, ya no puedo. La Biblia no me lo permite. La Biblia no nos lo permite.

Si voy a reclamar de manera tan atrevida una creencia—llámese ‘escatología’—que tantos sectores de nuestra comunidad evangélica afirman, sería justo que diera argumentos exegéticos y teológicos sofisticados y bien afinados. Pero no tenemos tiempo para semejante ejercicio hoy. Esa tarea queda pendiente. 

El único ofrecimiento que les traigo hoy es una lluvia de metáforas. Mi ambición es modesta. Quiero sembrar nuestra conciencia colectiva con ideas que espero nutran nuestra capacidad de esperar en grande. Quiero moverles unos centímetros en dirección de poder dar una respuesta afirmativa ante la pregunta que planteo: ‘¿En realidad podemos esperar?’

Primera metáfora: El metrónomo de Dios marca lentamente.

La Biblia presenta a un Creador y Redentor triunfante. Es más, en las Escrituras nuestro Señor bendice el mundo que Él creó por medio de su amor triunfante. 

Pero hay un problema pa’ nosotros, feligreses de la Iglesia de los Santos Afanados: El triunfo de Dios no se ve en un día … ni en un año … ni en una década … ni aun en un siglo. 

Su metrónomo redentor marca lentamente.

Miqueas e Isaías, representantes de todo un gremio de profetas bíblicos que—cada uno a su manera y conforme a sus idiosincrasias—compartían una misma esperanza, hablaron de las naciones fluyendo como un inmenso río a la ciudad del Dios de Jacob para recibir su torah, su enseñanza, su instrucción, su orientación, para luego vivir en paz y harmonía bajo el gobierno de YHVH. Cuando se atrevieron a pintar el futuro de Dios en colores que contrastaron tan radicalmente con las tinieblas de su momento histórico, ellos hablaron de algo que nunca iban a presenciar. Hablaron algo que les parecía absurdo … imposible … contrario a la naturaleza de las naciones y del mundo en que nos toca convivir con tales pueblos.

Pero al ritmo del metrónomo de Dios, somos no solo testigos sino participantes en la realización de esa visión tan radical. Tenemos la tendencia, al leer esta visión profética, de identificarnos con Israel, pero esa es una lamentable ilusión óptica. Al contrario,  somos los hijos e hijas, nietos y bisnietas de aquellos pueblos. Sin embargo, nos hemos unido al Israel de Dios y—esto debe ser más visible en un seminario que en cualquier otro lado—nos hemos dado a la tarea de volvernos aprendices … estudiantes … pupilos … discípulos de תורת יהוה, la ley del Señor.

Y aquí estamos, habiendo confluido a Sión, a lo largo de 28 siglos de ritmo redentor … marcado a paso lento … conforme al metrónomo del amor triunfante del Dios de Jacob. 

Yo sé que es difícil aceptarlo a partir de nuestra vivencia apocalíptica evangélica, pero el Señor de la historia no anda afanado. Él toma su buen tiempo. Su metrónomo marca, mide y divide la historia de la redención a paso lento.

Les confesé que lo único que tengo hoy para apoyar mi reclamo es una lluvia de metáforas. Permítanme, pues, una segunda.

 

Segunda metáfora: ¿Qué hora es?

Sospecho que el hermano anónimo que pintó las rocas en la carretera a San Cristóbal sabe a ciencia cierta que son las 11:59 p.m. 

Y siendo la comunidad evangélica que somos, en el primer cuarto del siglo XXI, sospecho que la mayoría de nosotros también asumimos que el reloj de la historia ha marcado 11:59 … p.m. De hecho, los movimientos evangélicos y pentecostales de los últimos cien años han invertido la mayor parte de sus energías escatológicas en salvajes argumentos sobre si son las 11:59 o las 11:57 … p.m.

Y quizás la hora es así de tardía. Con todo candor, yo no sé. Tú tampoco sabes.

Pero me atrevo hacer una observación ingenuamente sencilla: cada generación de cristianos ha sospechado que la generación suya es la última, que Cristo viene muy, muy pronto, y que la hora a un mínimo marca las 11:45 … p.m. Y cada generación ha sido equivocada.

¿Pero qué tal si son las 6:00 de la mañana? ¿O si es la una de la tarde?

O un poco más radicalmente, ¿si son las 2:45 de la mañana?

En ese caso, nuestra forma de esperar sería diferente. ¿Qué tal si nuestro momento, donde uno puede aterrizar en cualquier aeropuerto del mundo, grande o pequeño, y encontrar una comunidad de seguidores de Jesús dentro de minutos o un puño de horas … qué tal si esa confirmación del amor triunfante de Dios es … pues Dios apenas haciendo calentamientos? ¿Qué tal si el Señor apenas ha iniciado el camino hacia la plenitud profética, donde—Isaías otra vez—los que conocen al Señor llenarán la tierra como las aguas cubren el mar?

¿Qué hora es? ¿Está seguro? … ¿Estás segura?

Quizás la hora no es tan tarde y nos queda mucho tiempo para admirar el amor triunfante del Señor. Quizás la extensión del evangelio de estas latitudes y a otras es primicias de cosas que solo la visión profética es capaz de admirar. Quizás este mundo afligido está madrugando, camino a su medianoche de luces y de celebración y redención.

 

Tercera metáfora: Mis Medias Rojas @ 2004

Si uno es fanático del mejor equipo de beisbol en la historia humana, animal y cósmica—me refiero por supuesto a las Medias Rojas de Boston—entonces uno está moralmente obligado a odiar el principal rival, los detestables Yanquis de Nueva York. Obvio….

En el trágico y oscuro año 2003, los Yanquis nos eliminaron en el séptimo y último partido del Campeonato de la Liga Americana, por medio de una cadena de sucesos tan tristemente improbables que nos dejaron descorazonados. Nos condenaron a pasar un invierno de lágrimas.

Viene el año 2004. Una vez más, todo se ve posible. Tanto las Medias Rojas como los maléficos Yanquis ostentan una temporada magnífica y figuran entre los mejores equipos de ambas ligas del beisbol profesional en los EE.UU.

Al final de la temporada, en los llamados playoffs, se enfrentan una vez más los Yanquis y las Medias Rojas en el campeonato de la Liga Americana. Es una serie de siete partidos. Hay que ganar cuatro. El ganador avanza a la Serie Mundial. El perdedor llora y se arrastra a su casa.

Pero en 2004, las Medias Rojas han logrado consolidar los roles de varios jugadores increíbles, incluyendo latinos como el boricua Manny Ramírez, los dominicanos David Ortiz y Pedro Ramírez y un shortstop, hijo de la costa caribeña de Colombia, Orlando Cabrero. Somos fuertes. Pero los odiados Yanquis una vez más nos obstaculizan el camino a la Serie Mundial, campeonato que no hemos ganado desde 1918, cuando se nos occurió vender a los Yanquis nuestra mejor estrella, el leyendario Babe Ruth.


Esta vez los Yanquis nos humillan en los primeros tres partidos. Solo les toca ganar uno más para acabar una vez más con nuestros sueños. Es una total calamidad. Ningún equipo en la historia de las Ligas Mayores de beisbol ha podido recuperar después de una desventaja de 3 partidos a 0.  Ninguno.

Pero … pero … en una de las semanas más insuperables en la historia del deporte, las Medias Rojas ganan los próximos cuatro partidos. Avanzan a la Serie Mundial, donde ganan cuatro partidos contra 0 y se nos corona ‘campeones del mundo’. 

En estos últimos dos meses del 2024, me he dado a la tarea de ver las grabaciones de los partidos 4, 5, 6 y 7 de ese inolvidable campeonato de hace veinte años.

Yo sabía quién iba a ganar, claro, octubre del 2004 fue uno de los meses más exhilarantes de mi vida. Pero sentándome a lo largo de dos meses para ver minuto tras minuto, lanzamiento tras lanzamiento, entrada tras entrada, experimenté el mismo ardor, el mismo drama, el mismo pulso acelerado, el mismo delirio de hace 20 años. La conclusión nunca entraba en duda. Pero el play-by-play fue fascinante y conmovedor y … para este peregrino … muy real.

Yo sé quién triunfa en la historia de ese mundo … en la experiencia de la humanidad … en la redención del cosmos. Su nombre es Yahveh … Adonai … el Señor, el Padre de nuestro Señor Jesucristo. 

Los profetas me lo dijeron. Su Espíritu venció mis dudas. Mi Jesús me lo confirmó. La conclusión no está en duda. El amor divino triunfará.


Pero nos toca vivir cada momento a todo color, con el drama intenso de lo que está en juego. Sufrimos, lloramos, reímos, celebramos como cualquier otro ser humano … lanzamiento por lanzamiento, entrada por entrada … pero sabemos quién triunfa a la conclusión de todo.

Mientras tanto, esperamos en grande.

Cuarta metáfora: El camino a Jardín

Muchos de ustedes saben que este semestre a Karen y a su servidor se nos ha golpeado fuertemente, principalmente mediante la pérdida de nuestro hijo Taylor. No ha sido fácil.

Cumplimos doce años de matrimonio el día 28 de abril y a mi esposa le sorprendí, arrendando una casa en las montañas alrededor del pueblo de Jardín, en el suroeste de nuestra hermosa Antioquia.

El lugar fue indescriptiblemente bello. Nos sentamos por incontables horas, admirando el juego de luz y nube que es un constante en esos espacios andinos, gozándonos en la presencia de las muchas aves que compartieron con nosotros sus vidas de constante movimiento.

De vez en cuando, cuadramos un tuk-tuk que llegaba para llevarnos al pueblo de Jardín. Siempre una aventura en ese camino rocoso y serpentino. Durante los 25 minutos entre casa y pueblo nos preguntábamos, ¿Dónde estará el pueblo? ¿Por ahí? No, creo es por allá. No jamás…


Sabíamos perfectamente bien pa’ donde íbamos. El destino era seguro. Pero era imposible en cualquier momento saber dónde estábamos. A veces la lluvia nos mojó; a ratos al tuktuk le costó subir una loma porque había mucho barro. Había un momento cuando nos preguntamos si hubiera sido mejor quedarnos en casa, pues quizás no llegábamos y la noche se volvía oscura.

La principal objeción al tipo de esperanza robusta que los profetas generan es que, pues, las cosas están tan mal. Es que … la persecución … es que los imperios …. Es que la corrupción … es que la miseria … es que la violencia … es que el nominalismo … es que …

Cristo tiene que volver pronto pa’ sacarnos a los pocos de este infierno.

Pero la esperanza que a mi criterio el testimonio bíblico engendra y sostiene es otra cosa. No niega la realidad de la maldad, de las guerras, de nada. Es una esperanza sumamente realista. Acepta que las Édades y las Épocas de Oscuridad pueden recurrir y asumir muchas formas y cobrar factura horrible.

Pero permítanme volver por última vez a mi lluvia de metáforas:

Si el metrónomo de Dios marca lentamente, su amor triunfará a ritmo suyo.

Si no tenemos ni idea qué hora es, es probable que los problemas de nuestra generación pasarán y cederán su lugar o los problemas de otra generación, sin que esto estorbe el avance de la misión triunfante de Dios.

Si al saber quién gana no le resta el color, el drama, el vigor de estas breves vidas que nos toca realizar, viviremos a todo color, con pasión por Cristo, intoxicados por la llenura del Espíritu de Dios y amando al prójimo como a nosotros mismos. Invertiremos nuestras vidas en el proyecto de Dios, encomendando los resultados a sus manos amorosas.

Y si no nos corresponde saber dónde estamos porque el destino es seguro, aunque la carretera se vuelva oscura, entonces no exageraremos la momentánea confusión que nos aflige en camino.

Y esperaremos. Sí, esperaremos.

Alinearemos nuestras vidas con aquel día cuando toda carne …. todos los pueblos … todas las naciones fluirán como inmenso río a la escuela … al aula … a la casa de nuestro Dios. Y en consecuencia los que conocen a YHVH llenarán la tierra como las aguas cubren el mar.

Somos un seminario y somos seminaristas. Por lo tanto, habrá otros momentos para considerar y debatir las implicaciones escatológicas, misionales y hasta soteriológicas de lo que compartí hoy. Eso es natural, y necesario.

Pero si quieres esperar de veras, no quiero caminar solo. Acompañémonos, pues, esperando el futuro de Dios de veras.

Amen.

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El libro llamado Isaías está amarrado por tres anclas de peso: el Resumen Representativo que es el capítulo 1; la Visión Generativa del capítulo 6; y la Visión de Visiones en los primeros cinco versículos del capítulo 2.

El Resumen Representativo prepara al intrépido lector de esta inmensa obra para lo que se va a encontrar. La Visión de las Visiones es la condición sine qua non del libro tal como lo tenemos. Me resulta imposible imaginar el libro titulado Isaías sin esta confrontación generadora y totalmente inesperada de nuestro eventual profeta con el Rey exaltado, alto y elevado. Cree que no sobrevivirá al momento, pero sobrevive, con una visión en su alma de la que no puede desprenderse.

Esto nos deja con la Visión de las Visiones en el capítulo 2. Si se lee despacio, revela una visión impresionante de un mundo al revés, algo inverso de todo lo que asumimos como verdadero y real. Las dinámicas de poder que se presentan como inamovibles, como la propia arquitectura inamovible de la Realidad, se deconstruyen ante nuestros ojos. Esta visión describe un mundo imposible, en el que los ríos -nada menos que ríos de humanidad– fluyen cuesta arriba contra la siempre presente fuerza de la gravedad hasta el lugar más alto de la tierra, y por razones que ningún hijo o hija de Israel podría imaginar encontrar en labios paganos sin lavar.

Todo esto comprende, o al menos inicia, la curiosamente introducida ‘palabra que Isaías vio’. Si concedemos a דבר su significado más común -una palabra hablada y oída- entonces la Visión de Visiones del profeta ya ha desmontado el camino de las cosas incluso antes de que el texto haya pasado de introducir esa visión a narrarla. No se ve una palabra. Sin embargo, aquí estamos.

No será un mundo ordinario, esta visión de YHVH, esta imaginación del profeta, este lugar nuevo y acogedor.

¿Qué momento tiene en mente el profeta?

La traducción bíblica ha torturado mucho la respuesta, ya que es vulnerable a la importación de anacronismos en su texto. Así, encontramos, sobre todo en la obra de los traductores evangélicos, con su asunción a veces descuidada de los sistemas escatológicos cristianos, traducciones que suenan como referencias técnicas. Por ejemplo, en los últimos días. Las palabras funcionan, de acuerdo, pero millones de lectores insertarán inmediatamente la visión en una suposición preconfigurada sobre hacia dónde va la historia cuando Dios toma el timón.

No tiene nada que ver con eso. Las palabras funcionan bien, pero las connotaciones son muy concretas. Y, por tanto, engañosas.

Más bien, el profeta mira más allá de las circunstancias tal como las conocemos, hacia un futuro indefinido. La expresión hebrea והיה באחרית הימים, si nos permitimos un momento de torpe literalidad, puede traducirse…

Ahora sucederá en la parte posterior de nuestros días que…

Este profeta recién imaginado simplemente mira hacia un futuro que él mismo no pretende conocer.

‘Eventualmente’ es bastante impreciso. ‘Un buen día…’ es muy informal. La traducción de la Jewish Publication Society puede ser tan buena como la nuestra:

En los días venideros…

El profeta no parece saber cuánto tiempo tendrá que soportar su magullado pueblo esta oscuridad actual. Las cosas tal como las conocemos. Este tiempo convencional, desesperanzado y lúgubre.

Pero él imagina que las cosas no siempre serán así.

Un día, una pequeña colina se convertirá en la montaña más alta del cosmos, el tipo de montañas donde los dioses se mueven entre las nubes, el tipo de lugar donde vive YHVH. Entonces, extrañamente, las naciones con un apetito recién iluminado por la instrucción y por la paz encontrarán allí una bienvenida. Todo será diferente.

Por el momento, hasta aquí sabe llegar la esperanza profética.

Los oyentes y lectores están invitados a anclar sus vidas, también, en un lugar y un tiempo diferentes para vivir bien y prometedoramente aquí. Ahora.

Pero un buen día…

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Una ponencia ofrecida en la ocasión del cuadragésimo aniversario del Seminario ESEPA, San José, Costa Rica

25 enero 2023

Me parece entre ridículo e inculto, iniciar esta charla con una anécdota no tan favorable respecto a mi amigo y colega don Eugenio Green. Pero no poseo las fuerzas—ni natas, ni inspiradas, ni producto de la disciplina—para no aprovechar de la oportunidad.

Así que, se la voy a contar.

Era agosto del año 1988. Mi esposa y yo y nuestros dos bebés vivíamos entre baúles y maletas en un apartamento asfixiante cerca de Boston. Yo había concluido una maestría en Nuevo Testamento, habíamos levantado los fondos indicados y nuestra partida para Costa Rica y un nuevo seminario que se llamaba ESEPA quedaba a una distancia de unos ocho días y ocho noches. Todo estaba listo.

Suena el teléfono. Me llamaba un excelente amigo Kevin Jezequel, decano estudiantil del nuevo seminario, la persona que me había reclutado para unirme a esta nueva causa en Centroamérica y amigo de todo el mundo.

Después de hablar paja por un minuto, se volvió evidente que Kevin no llamaba para ese fin, sino como mensajero del entonces decano académico de ESEPA, un tal Eugenio Green.

‘El decano me pidió llamarte’, me dice Kevin en esos días cuando las llamadas telefónicas internacionales eran caras y, por ese motivo, infrecuentes. ‘Dice el decano que si solo podés traer una porción de tus libros, trae los de Antiguo Testamento, pues vas a ser nuestro tipo del Antiguo Testamento.’

Así descubríamos nuestras vocaciones en aquellos días. Eugenio nos las reveló y después Dios apoyó.

¿Con qué fin les cuento esta anécdota de la Época de los Dinosaurios?

Pues, en consecuencia de la revelación que llegó por las santas manos de don Eugenio, he vivido los últimos 35 años como especialista en el Antiguo Testamento.

Cuando vuelvo al Nuevo Testamento, siento que soy un peregrino descubriendo tierras y paisajes nuevos y desconocidos. O a veces latitudes que conocía en otro mundo o por lo menos en otro momento, y que ahora esto volviendo a dimensionar.

Quizás en este detalle tengo el privilegio de solidarizarme con los primeros creyentes judíos.

Entre más recorro el cambio que vengo describiendo, partiendo del Antiguo Testamento y llegando al Nuevo, algo interesante me pasa. Descubro que las realidades asumidas y descritas en el Nuevo Testamento se desarrollan naturalmente a partir del Antiguo, una vez que Jesús y su hermenéutica activan e iluminan las conexiones que ahí quedaban latentes. Aquel texto bíblico memorable de Lucas 24, dos tipos caminando a Emaús entre nostalgia y pavor, se encuentran acompañados por el Jesús resucitado y este empeñado en comunicarles una hermenéutica que les permitiese encontrar a Jesús en cada línea de su Biblia Hebrea. 

Es decir, percibo y experimento los enlaces entre los dos testamentos como cada vez orgánicos y naturales.

Es decir, el puente entre los dos testamentos es en la vida de este siervo suyo una estructura bien transitada. El pasar de los años me ha familiarizado con los carriles, la rotulación y los sitios donde ocurren la mayoría de los accidentes de tránsito.

Por lo tanto, cuando me topo con las palabras de Jesús sobre la vida abundante, conecto este fenómeno rápidamente con el tema de la plenitud de Dios como la vengo escudriñando en el libro de Isaías desde hace varios años.

En los momentos que compartimos en esta tarde, me gustaría reflexionar sobre la naturaleza de la famosa ‘vida abundante’ de Jesús y ofrecerles varias observaciones sobre la manera en que yo experimenté esa abundancia en ESEPA. Quizás, aún, se me ocurra una que otra idea sobre aquella misma plenitud en el futuro de ESEPA, ya que ESEPA es ESEPA y no el frágil y tierno experimento de un puño de ticos y misioneros en la década de los 1980.

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Entre las palabras más memorables de Jesús, registradas en los cuatro evangelios, pocos superan o se citan más en nuestro entorno que la descripción de su propósito en el Evangelio de Juan, capítulo 10, versículo 10.

Me permito leerlo en su contexto y tal como lo encontramos en la Nueva Versión Internacional:

Jesús les puso este ejemplo, pero ellos no captaron el sentido de sus palabras. Por eso volvió a decirles: «Ciertamente les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran unos ladrones y unos bandidos, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo. Se moverá con entera libertad, y hallará pastos. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.

Juan 10:6-10 (NVI)

Registremos el detalle de que el discurso de Jesús se refiere insistentemente a pluralidades: ‘las ovejas’, verbos plurales como ‘no les hicieron caso’, ‘para que tengan vida’ y ‘la tengan en abundancia’. Esta nota ‘comunitaria’, si así se le puede describir, se mezcla con una innegable singularidad: ‘el que entre por esta puerta … será salvo’.

Al afirmar el referente comunitario, no rechazo el referente singular. Pero me parece difícil que este discurso sea compatible con—mucho menos que genere—la asombrosa interpretación de la vida abundante que prevalece en nuestros días en términos individualistas y aun psicológicos. Cuando perdemos la nota ‘social’ de esta enseñanza, la convertimos en algo diferente a lo que Jesús pretendía comunicar.

El argumento que les traigo es que habría sido improbable que los primeros seguidores de Jesús—y por qué no la tradición juanina que convierte el discurso arameo hablado de Jesús en texto griego escrito—sin tomar en cuenta los antecedentes establecidos por el libro de Isaías. Recordemos que al lado de Deuteronomio y los Salmos, Isaías es el rollo bíblico que más influencia ejerce en el judaísmo del Segundo Templo, inclusive en el mismo Nuevo Testamento.

¿Tenemos un antecedente concretamente textual en Isaías que convertiría la ‘vida abundante’ que Jesús presenta como un objetivo suyo en cita o aún en alusión concreta? En realidad, no. Si lo tuviéramos, mi argumento pasaría de lo especulativo a lo comprobable. Pero admito abiertamente que no puedo probar mi humilde tesis. Inescapablemente es de índole especulativa. Sin embargo, mi estudio de Isaías y de la asimilación de la Biblia Hebrea en el movimiento primitivo mesiánico me convence que mi argumento goza de probabilidad.

Si le vamos a derivar nuestras pautas al libro de Isaías, pienso que estamos obligados a comenzar en el famoso sexto capítulo de este libro. El término que uso para la visión que Isaías experimenta en el salón del trono de Yahvé que aparece ahí es la visión generadora del libro. Es uno de los pocos aportes biográficos de Isaías. No creo, con algunos de los intérpretes clásicos del libro, que es una adenda que procura darle rostro a la voz del profeta. Al contrario, me parece más congruente con el libro afirmar que la experiencia narrada en el capítulo 6 genera lo que llamo La visión de visiones en el capítulo 2 y, por ende, la trayectoria de la totalidad de esta inmensa obra.

Posiblemente ya conocen el texto al que hago referencia. Al riesgo de desmantelar nuestra asimilación de este texto ancla aun antes de haber iniciado, me permito leer solamente los primeros cuatro versículos:

El año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el Templo. Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban.

Y el uno al otro daba voces diciendo: «¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!».

Isaías 6:1-3 (RVR95)

Reflexionen conmigo sobre esos gigantescos e intimidantes seres que en este texto se llaman serafines. Si la etimología de una palabra significa algo, es difícil no concluir que son seres ardientes, pues la raíz saraf significar arder o quemar. Aquí se trata de un sustantivo que emplea esa misma raíz hebrea.

Ellos manifiestan una vocación que consiste en hacer algo y en declarar algo. Lo que hacen es probablemente servir; lo que declaran es un canto doble. Es decir, estos seres ardientes cuya voz—consten que no es la voz de Yahvé, sino de estas criaturas—hace temblar las cimientas del templo, declaran dos verdades … dos realidades. Me refiero al versículo 3.

La primera: קדוש קדוש קדוש יהוה צבאות—tradicionalmente ‘Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos’, es digna de una cuota de reflexión que el calendario y el reloj no nos permiten. 

Es la segunda que se debe adueñar de nuestra atención hoy.

Los serafines declaran מלא כל־הארץ כבודו.

Todas las traducciones convencionales modernas alguna variante de nuestra Reina Valera: 

¡Toda la tierra está llena de su gloria!

El problema es que esta traducción convencional nos obliga a darle un codazo a una persona para pasarlo a los márgenes donde ojalá se quede callado. Me refiero al masoreta, un custodio judío medieval cuya labor consistía en insertar en el texto los signos vocálicos que el texto sagrado de su día no tenía. Ahora, su trabajo no consistió en inventar lecturas creativas. Al contrario, se le encomendó la responsabilidad de insertar las vocales que reflejaban la lectura del texto consonántico en la sinagoga que él conocía.

El resultado, y queda como testigo mudo en nuestras Biblias Hebreas, afirma algo diferente. A mi criterio, la mejor forma de expresar esta lectura en castellano es …

La plenitud de toda la tierra es Su gloria.

Aunque esta inquietante posibilidad es tema de conversación en los comentarios técnicos, la única versión de la Biblia Hebrea (Antiguo Testamento) que yo he visto otorgarle la presencia que merece es la reciente y magistral obra de Robert Alter, The Hebrew Bible: A Translation with Commentary.

Alter nos ofrece esta traducción de 6.3b: 

The fullness of all the earth is His glory.
(La plenitud de toda la tierra es Su gloria.)

Cuando en mi propio estudio de Isaías, me topé con la lectura masorética y la marginación que ha sufrido, me vino a la mente un período de mi vida que yace en una época aún más remota del siglo XX que el evento que estamos celebrando esta semana.

Como joven, bajo el cuidado de un genuino pastor y en un hogar donde mis padres se despertaban espiritualmente bajo la misma influencia, comencé a descubrir los textos de la Biblia con una solemnidad adolescente. Me dio a la tarea de memorizar largos capítulos del texto bíblico, cuya poder de fascinarme nunca se agotaba. En los relatos de la creación en Génesis, me encontré ante una misma retórica de abundancia. 

Recuerdo donde me sentaba en la sala de estar de la casa de mis papás cuando la florida retórica de abundancia que es Génesis 1.20-25 se posesionó de mí:

Dijo Dios: «Produzcan las aguas seres vivientes, y aves que vuelen sobre la tierra, en el firmamento de los cielos». Y creó Dios los grandes monstruos marinos y todo ser viviente que se mueve, que las aguas produjeron según su especie, y toda ave alada según su especie. Y vio Dios que era bueno. Y los bendijo Dios, diciendo: «Fructificad y multiplicaos, llenad las aguas en los mares y multiplíquense las aves en la tierra». Y fue la tarde y la mañana del quinto día.

Luego dijo Dios: «Produzca la tierra seres vivientes según su especie: bestias, serpientes y animales de la tierra según su especie». Y fue así. E hizo Dios los animales de la tierra según su especie, ganado según su especie y todo animal que se arrastra sobre la tierra según su especie. Y vio Dios que era bueno.

Génesis 1:20-25 (RVR95)

No se trata de una fría tabla que convierte los insumos de la creación en lista. Al contrario, es una celebración extática de la abundante y activa diversidad de lo que Elohim creó.

El posicionamiento de Elohim es interesante. El deleite que se le nota gira en torno a tres detalles: (a) la variedad de sus criaturas, (b) la cantidad de ellas y (c) la forma en que se mueven. Aún antes de dimensionar la realidad de que este creador bendice lo que crea con una inmediatez marcada, es evidente que Elohim queda fascinado con el bullicioso resultado de sus dos días de inventos. El ama sus criaturas y quiere ver más de ella: ‘Fructificad … multiplicaos … llenad … multiplíquense…’.

El vocablo que representa llenad es el mismo verbo מלא. Por esta y otras razones, el encuentro de Isaías con Yahvé y sus serafines no queda remoto.

El autor de Génesis 1 sabe lo que los serafines declaran, según la tradición que nuestro anónimo masoreta del siglo XII: מלא כל־הארץ כבודו. ‘¡La plenitud de la tierra es Su gloria!’

Supongo que aun en esos capítulos tiernos de mi vida, el testimonio bíblico comenzó a serrucharle el piso a la escasez y la penuria de mis antecedentes fundamentalistas.

La Biblia nunca ha dejado de ejercer ese mismo efecto, pues da testimonio a un Dios de abundancia, diversidad y deleite. 

Ahora, ¿a qué hemos venido en estas alturas de nuestra reflexión?

He tratado de convencerles de varias facetas de una lectura bíblica—una hermenéutica—que uno halla coherente. Consten que no he probado nada. Eso sería conversación para otro día. 

Pero en primer lugar he dado testimonio de que me es casi impensable que Jesús invente y la comunidad juanina atesore un concepto de la vida abundante que no goza de múltiples antecedentes en la Biblia Hebrea y en particular el libro de Isaías. 

Segundo, me he liberado de la convicción que el inmenso libro de Isaías está anclado en La visión generadora de Isaías 6 y en La visión de visiones de Isaías 2. Poca mata florece en el resto del libro cuya semilla no se encuentra en esas dos visiones fundamentales.

Tercero, he sugerido que Isaías de manera que es coherente con los relatos de la creación en Génesis le asigna un alto valor al concepto de la plenitud en todo lo que Yahvé hace o pretende hacer.

Permítanme, en estas alturas, mencionar unos pocos aspectos de aquella plenitud—llámese abundancia—que vislumbramos en el libro de Isaías. Lo hago para, al final, ofrecer unas observaciones sobre la vida abundante como yo la experimenté entre 1988 and 2004 en ESEPA, permitiéndome soñar un poco hacia un futuro que deja de ser mío en esa última fecha.

Primero, la plenitud de Yahvé—la vida abundante—en Isaías abarca una cantidad inmensa de gente redimida. No es una visión de escasez, sino de dimensiones abundantes. Uno podría decir masivas.

Cumplo la ardua labor de seleccionar ejemplos, conectando una expresión que nace en la Visión de Visiones con otra que demuestra su tendencia reiterativa.

Acontecerá que al final de los tiempos será confirmado el monte de la casa de Jehová como cabeza de los montes; será exaltado sobre los collados y correrán a él todas las naciones.

Vendrán muchos pueblos y dirán: «Venid, subamos al monte de Jehová, a la casa del Dios de Jacob. Él nos enseñará sus caminos y caminaremos por sus sendas». Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén la palabra de Jehová.

Él juzgará entre las naciones y reprenderá a muchos pueblos. Convertirán sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación ni se adiestrarán más para la guerra.

Isaías 2:2-4 (RVR95)

En el dialecto isaiano, las tres expresiones ‘todas las naciones’, ‘muchos pueblos’ y ‘las naciones’ son sinónimos. La visión profética insiste en un enlace cósmico sumamente positivo. 

Veamos otra edición del mismo mensaje en la ‘visión idílica’—muchos dirían mesiánica—del capítulo 11:

Me temo estar en la obligación de leer la visión en la hermosa totalidad de sus nueve versos, a riesgo de ser interpretado como fastidioso en la avanzada hora de la noche.

Saldrá una vara del tronco de Isaí; un vástago retoñará de sus raíces

y reposará sobre él el espíritu de Jehová: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor de Jehová.

Y le hará entender diligente en el temor de Jehová. No juzgará según la vista de sus ojos ni resolverá por lo que oigan sus oídos,

sino que juzgará con justicia a los pobres y resolverá con equidad a favor de los mansos de la tierra. Herirá la tierra con la vara de su boca y con el espíritu de sus labios matará al impío.

Y será la justicia cinto de sus caderas, y la fidelidad ceñirá su cintura.

Morará el lobo con el cordero, y el leopardo con el cabrito se acostará; el becerro, el león y la bestia doméstica andarán juntos, y un niño los pastoreará.

La vaca pacerá junto a la osa, sus crías se recostarán juntas; y el león, como el buey, comerá paja.

El niño de pecho jugará sobre la cueva de la cobra; el recién destetado extenderá su mano sobre la caverna de la víbora.

No harán mal ni dañarán en todo mi santo monte, porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.

Isaías 11:1-9 (RVR95)

¿Captaron esa última y gloriosa afirmación? ‘…porque la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar.’

Plenitud … llenura … abundancia. 

¿Plenitud de qué? Le aseguro que lo que el profeta prevé no es mucho conocimiento, a pesar de la muy poética brevedad de su retórica. La Biblia Hebrea no tiene apetito por ese tipo de abstracción. Lo que él sí ve es mucha gente … personas … muchos pueblos que conocen a Yahvé.

Después de casarme vocacionalmente con el libro de Isaías y sujetarme como discípulo a su vara, no soy capaz de creer en esas escatalogías de escasez y penuria que alguna vez me enseñaron. No sería bíblico. No estaría participando en ni añorando la realización de la vida abundante.

Entonces, la plenitud de Yahvé—la vida abundante—en Isaías abarca una cantidad inmensa de gente redimida. 

¿Cuáles otras facetas de esta plenitud encontramos en el libro de Isaías?

En realidad, la mayoría de las declaraciones de plenitud en Isaías se efectúan mediante expresiones de ausencia, escasez, o inexistencia. Para cada expresión de plenitud, descubrimos aproximadamente diez manifestaciones negativas. Para entender el tema de la plenitud en Isaías de manera global, habríamos que ver ambos tipos. Nuestro tiempo no da para todo eso.

Pero sí me gustaría que viéramos una expresión más de plenitud, llenura o abundancia. En este caso, lo que abunda es aquella combinación profética clásica de משפט y צדקה (tradicionalmente, justicia y rectitud).

Escuchemos primero un lamento sobre Jerusalén que ocurre en el capítulo 1, trozo introductorio que introduce el libro cuyo contenido per se inicia en el capítulo 2. 

Leo el versículo 1.21 conforme a la Nueva Biblia Latinoamericana de Hoy (NBLH), porque la NVI considera que su lector no es capaz de entender una metáfora personificada y la Reina-Valera tropieza, convirtiendo una exclamación en pregunta:

¡Cómo se ha convertido en ramera la ciudad fiel, La que estaba llena de justicia! Moraba en ella la rectitud, Pero ahora, asesinos.

Isaías 1:21 (NBLH)

La lamentable infidelidad de Jerusalén se torna vívida precisamente porque sus antecedentes eran prometedores. El texto a su lector le recuerda de una época en la vida de Sión cuando la justica llenaba sus calles, sus casas, sus comercios. En aquel entonces, la rectitud era su principal ciudadano. ‘Ahora’, declara el texto con una potente elipsis.

Ahora, asesinos.

¿Ahora qué? Ahora, asesinos llenan. Asesinos moran.

Por un momento, podemos imaginar una ciudad caracterizada por su vida abundante de justica y rectitud. Luego, sentimos la trágica pérdida de estas cualidades.

No es de sorprender que el motivo recurra. En 33.5, tenemos una momentánea celebración de Sion tal y como la vimos celebrada en 1.21:

Exaltado es el SEÑOR, pues mora en lo alto; Ha llenado a Sion de derecho y de justicia. (משפט וצדקה)

Isaías 33:5 (NBLH)

Estos pocos ejemplos quizá sean capaces de provocarnos a imagina una vida abundante que es comunitaria, efervescente, pública y caracterizada por aquella buena relación entre seres humanos y hasta otros elementos de la creación que la Biblia Hebrea describe con los preferidos vocablos  משפט (justicia) y צדקה (rectitud).

Les propongo que esta visión de abundancia no es principalmente individual, ‘espiritual’, ni una realidad que se da al interior del ser humano. Además, les sugiero que este concept de plenitud/llenura/abundancia hubiera habitado las mentes y corazones tanto de Jesús como de los que asimilaban su formación en el discurso que se resume en el Evangelio de Juan en su décimo capítulo.

El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia.

Juan 10:10 (NVI)

Ahora, paso a una reflexiones que no esquivan la cuota de nostalgia que les quiere compenetrar. Al final de día, son memorias ancladas en dieciséis de los mejores años de mi vida.

  1. Experimenté esa vida abundante en ESEPA cuando furiosamente matriculamos a olas de pastores, evangelistas, consejeros y profesionales en esos primeros años de locura. Había una demanda explosiva. Cada uno traía lo que tenía. Muchos trajeron años de experiencia ministerial. Otros llegamos con experiencia ministerial limitada, pero con un acercamiento disciplinado a metodologías bíblicas y teológicas. El ambiente no emanaba caos sino una intensa y diversa plenitud.
  2. Lamento que teníamos tanto temor de no mantener las fronteras teológicas que nos parecían tan importantes. Hubo poca colaboración con otras instituciones teológicas que hoy día consideraría hermanas. En este sentido, vivimos escasez en lugar de abundancia/plenitud.
  3. Experimenté esa vida abundante en ESEPA en la medida que los ticos, los norteamericanos y uno que otro europeo (John & Elizabeth …) quienes éramos el equipo sudamos, reímos, lloramos, celebramos, enterramos a familiares, nos casamos y en todo sentido vivimos juntos. Se dio una muy manifiesta abundancia que hasta el día de hoy marca mi vida.
  4. Lamento la miopía calvinista que traje al tapete en esos primeros años. Pero celebro el momento cuando me di cuenta que mis amigos y colegas pentecostales y arminianos manifestaron en nuestras oraciones una confianza en la soberanía de Dios mucho más fuerte que la mía. Lo recuerdo como si fuera memoria de la semana pasada. Mi escasez se convirtió, una vez más, en aquella muy diversa abundancia.
  5. Lamento las inevitables desfases culturales que migraron a Costa Rica en mis genes. Pero celebro los momentos ‘David, es que vos no sabés…’ que me alinearon con una realidad que había sido la mía … y agradezco que el Señor me regaló la apertura para recibir tales momentos como oportunidades de iluminación en lugar de humillación.
  6. Lamento la distancia entre iglesia y seminario que nunca nos soltó de sus garras. Es un distanciamiento diabólico que continúa hasta hoy, condenándonos a una escasez infernal.
  7. Lamento que las guerras teológicas y eclesiales de los años 1970 nos callaron la boca ante los temas de justicia y conciencia social que son tan prevalentes en las Escrituras porque son compromisos del mismo Señor de los Ejércitos. Una vez más … escasez cuando con podríamos convivido en abundancia.
  8. Lamento que no encontramos o la valentía o la astucia que nos hubiera permitido ocupar los espacios que ahora son propiedad de los falsos credos de abundancia que son los evangelios de la prosperidad.
  9. Experimenté y sigo experimentando niveles de profunda amistad con amigos ticos que considero amigos de por vida. Recuerdo el día que Kevin Jezequel y yo nos percatamos de que nuestros mejores amigos eran ticos. Nos reímos al darnos cuenta que nuestra gente anglosajona e italiana en el norte jamás nos comprenderían. Pura, dulce y vigorizante amistad.
  10. Experimenté y experimento aquel gozo y plenitud que resultan de tener no un solo idioma hablado, sino dos. Pero aun esta abundancia se torna blanda al contemplar la visión profética que aplaude la marcha de todas las naciones hacia una nueva Jerusalén, donde ninguno pierde su identidad ni sus antecedentes mientras todos nos volvemos familia eternamente. Eso sí será abundancia.

¡Así sea!

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El complejo viaje de Isaías celebrará a la amada Sión, incluso mientras elabora un profundo y genético anhelo de que las naciones lejanas conozcan y sirvan al Dios de Israel. El libro libera su energía de forma centrípeta y centrífuga sin negar ninguno de los dos movimientos, como si reuniera fuerzas opuestas en un canto insistente y policromático.

El libro de Isaías no es sencillo. Tampoco es complicado. Por el contrario, es complejo, una cuidadosa reunión de capas en una declaración coherente que extiende la imaginación al tiempo que alimenta la capacidad del lector para permitir que giren múltiples láminas. La atención a cualquiera de ellos no anula la rotación de los demás.

El libro de Isaías es una danza densamente coreografiada. Es fácil renunciar a su tesoro demasiado pronto. El lector sabio se queda con el libro, a veces año tras año, hasta que le da su riqueza.

Sión es la pasión de Isaías. De hecho, para una obra que oculta su ‘centro’ ideológico con tanta astucia, el libro de Isaías rara vez permite que la mirada se desvíe demasiado tiempo de lo que un estudioso ha llamado el tema del ‘destino final de Sión’. Aunque uno se encuentra ante un libro que se resiste a todos los reduccionismos, a la mayoría de las simplicidades y a muchas definiciones, es posible pensar en Sión como una metáfora urbana del ‘pueblo amado de YHVH’.

No es que YHVH se haya convertido en un dios de la ciudad solamente, sino que el profeta que está detrás de este libro y los custodios reverenciales de su tradición coinciden en hablar de todo el pueblo de Dios disperso como ciudadanos de su ciudad santa. Así, ‘Sión’ representa todo lo que es glorioso en el propósito de YHVH para su pueblo. El terrible realismo del profetismo israelita exige que ‘Sión’ represente también la depravación de este pueblo, su esperanza perdida, su penúltima miseria.

Para hablar de ello, lo penúltimo se convierte en una noción clave. La insistencia de YHVH en la realización del destino glorioso de Sión como su vocación última arroja todo lo que es menos que esto a las sombras de lo penúltimo. Aunque la caída de Sión -su voluntaria testarudez hacia lo que menos debía ser- no es definitiva, es muy real. El drama de sacarla del fango que le resulta tan seductor es el corazón y el alma de la trama isaiánica. YHVH tendrá a su pueblo glorioso, pero no le negará la oportunidad de alcanzar su esplendor sólo cuando su corazón lo elija. Así, la narración de Isaías está destinada a tener una visión de largo alcance.

Isaías, en efecto, es un libro muy largo.

Aunque esta compleja obra eleva a Sión a la categoría de todo lo que un Dios obstinadamente bueno puede querer para su pueblo, insiste en que las naciones participen de esta apoteosis. Los celos y la generosidad se mezclan en un recorrido escandalosamente particularista que conduce a la benevolencia universal. Hay suficiente buena voluntad aquí para abrumar a cualquier recipiente que intente contenerla, aunque el ‘bien’ en este caso debe perder toda apariencia de ‘amabilidad’ o belleza. Es una voluntad muy severa, una intencionalidad endurecida sin medida, una decisión tallada en el granito de la propia creación.

Tras la antología introductoria del libro en el capítulo uno, la visión de visiones de Isaías en el capítulo dos contempla una Jerusalén elevada a la que todas las naciones acuden en busca de iluminación como un enorme río caudaloso. El lector hace bien en aferrar esta visión en su memoria con una tenacidad poco común hasta que la encuentra de nuevo, rellena y adornada, en el capítulo final del libro.

En el camino, recordará que ninguna sangre ni ninguna alegría son capaces de borrar la persistente y celestial decisión de hacer que Sión sea gloriosa, no contra su indómita voluntad, sino a través de ella, según ella y por sus mismos medios.

Jerusalén, entonces, brillará. Las naciones danzarán en sus calles. Cuando los pueblos canten a YHVH el cántico de la redención, cantarán a Sión y Él no se lo reprochará.

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