Es un hecho ampliamente reconocido que los capítulos en prosa de Isaías 36-39 preparan el camino para una postura bastante diferente a partir del capítulo 40 en adelante. Los días en que una división fácil del largo libro llamado Isaías en tres partes claramente divididas y generalmente no relacionadas parecía evidente han pasado. Sin embargo, la realidad de las dos posturas muy diferentes del libro, si se me permiten repetir la palabra tan pronto, es innegable. Los capítulos 1-35 representan una y los capítulos 40-66 la otra.
Los capítulos 36-39 median la diferencia.
Un elemento clave que aparece en la lista de temas a mediar es el paso del periodo de dominación asiria al del señor babilónico exiliado. Los capítulos 36-39 ayudan a negociar ese paso, sobre todo a través de la historia de los emisarios babilonios que visitan el país en el capítulo 39.
Si este no es el mejor momento del rey Ezequías, quizá podamos reconocer en la dinámica de la adulación babilónica y la ingenuidad de Ezequías los principios operativos de este oscuro momento, insinuando como lo hace que los babilonios tendrán con el tiempo algo más que decir que palabras halagadoras.
En aquel tiempo Merodac-baladán, hijo de Baladán, rey de Babilonia, envió cartas y un regalo a Ezequías porque oyó que había estado enfermo y se había recuperado. Se alegró por ello Ezequías y les mostró la casa de su tesoro: la plata y el oro, las especias y el aceite precioso, todo su arsenal y todo lo que se hallaba en sus tesoros. No hubo nada en su casa ni en todo su dominio que Ezequías no les mostrara. Entonces el profeta Isaías vino al rey Ezequías, y le dijo: ¿Qué han dicho esos hombres y de dónde han venido a ti? Y Ezequías respondió: Han venido a mí de un país lejano, de Babilonia.Y él dijo: ¿Qué han visto en tu casa? Y Ezequías respondió: Han visto todo lo que hay en mi casa; no hay nada entre mis tesoros que yo no les haya mostrado.
Isaías 39:1-4 (LBLA)
En ese momento, ni Merodac-baladán ni Babilonia son potencias imperiales. De hecho, ambas están sometidas a Asiria, una circunstancia común que Babilonia y Judá probablemente experimentaron de diferentes maneras. Sin embargo, el texto y su lector son conscientes de que Babilonia se convertirá en ese imperio asfixiante, empeñado en la supresión de la pequeña Judá, a cuyo rey presentan ahora regalos halagadores con motivo de su recuperación de la enfermedad.
El versículo dos capta la respuesta de Ezequías en términos tanto de sentimiento como de actuación.
Se alegró por ello Ezequías y les mostró la casa de su tesoro: la plata y el oro, las especias y el aceite precioso, todo su arsenal y todo lo que se hallaba en sus tesoros. No hubo nada en su casa ni en todo su dominio que Ezequías no les mostrara.
Isaías 39:2 (LBLA, énfasis añadido)
Ciertas traducciones velan el sentimiento ostensible de la bienvenida de Ezequías como su fuera un mero acto diplomático de recibir los embajadores babilónicos. Se podría argumentar que ellas captan correctamente un modismo diplomático o -menos envidiablemente- ocultan un elemento clave de la descripción. No así la LBLA. La expresión hebrea -וישמח עליהם ישעיהו – informa de que Ezequías se alegró por ellos. A este lector le parece que el escritor arroja luz sobre la culpable afición de Ezequías a la adulación, subproducto quizá de una especie de ingenuidad negligente.
Al confidente profético del rey, por supuesto, no le hará ninguna gracia.
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