Las primeras palabras del cuadragésimo primer capítulo de Isaías convocan a las naciones en aras de la justicia.
Pocas veces en el libro llamado Isaías resulta más difícil determinar con precisión el tono de la invitación y el matiz de la palabra hebrea משׁפט, que suele traducirse como “justicia”, pero a veces como “juicio”. Subrayo la frase pertinente:
Guardad silencio ante mí, costas, y renueven sus fuerzas los pueblos; acérquense y entonces hablen,
Isaías 41:1 (LBLA)
juntos vengamos a juicio.
Dos rasgos de esta invocación la vinculan a pasajes similares que implican a Israel/Jacob/Judá en lugar de, como aquí, “costas” y “pueblos”. La primera, más débil que su sucesora, es la débil similitud entre “juntos vengamos a juicio” y la expresión más famosa que precede a la condena de YHVH a Judá y Jerusalén en el capítulo introductorio del libro:
Venid ahora, y razonemos —dice el Señor— aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; aunque sean rojos como el carmesí, como blanca lana quedarán.
Isaías 1:18 (LBLA)
Aunque los contextos de los dos pasajes son sorprendentemente similares y el lenguaje también, hay que admitir que los verbos clave no son los mismos. Es posible que la similitud sea meramente superficial. Sin embargo, a la luz del irrefrenable deseo de la tradición isaística de jugar y burlarse de las alusiones intertextuales, es probable que no lo sea. Probablemente, la convocatoria de Judá para un momento deliberativo de sentencia encuentra aquí eco en la convocatoria de las naciones para un objetivo algo diferente que, sin embargo, pivota sobre la cuestión de la justicia.
Guardad silencio ante mí, costas, y renueven sus fuerzas los pueblos; acérquense y entonces hablen,
Isaías 41:1 (LBLA)
juntos vengamos a juicio.
Podría decirse que esta posibilidad se ve corroborada por un segundo rasgo irónico de este pasaje, también una cuestión de alusión intertextual, pero ahora con un compañero textual que se encuentra muy cerca.
Una vez más, se trata de un texto de Isaías que sólo puede considerarse famoso:
¿Acaso no lo sabes? ¿Es que no lo has oído? El Dios eterno, el Señor, el creador de los confines de la tierra no se fatiga ni se cansa. Su entendimiento es inescrutable.
Isaías 40:28-31 (LBLA)
El da fuerzas al fatigado, y al que no tiene fuerzas, aumenta el vigor.
Aun los mancebos se fatigan y se cansan, y los jóvenes tropiezan y vacilan, pero los que esperan en el Señor renovarán sus fuerzas; se remontarán con alas como las águilas, correrán y no se cansarán,
caminarán y no se fatigarán.
Debemos recordar que estas palabras se producen inmediatamente antes de Isaías 41. Una cierta conclusión culminante y, por supuesto, una versificación moderna las separan de nuestro texto, pero eso es todo.
En 40:28-31, aquellos hijos e hijas de Jacob/Israel que se quejan de que su camino se ha perdido a los ojos de un YHVH desatento reciben la seguridad de que, si esperan en YHVH, renovarán sus fuerzas. La expresión hebrea que genera la cursiva arriba es יחליפו כח. Ésta es precisamente la expresión que se usa de las “costas” y, por implicación contextual, también de “los pueblos” en 41:1. En 40:31, la expresión se toma como imperfecto con una referencia futura; es decir, describe. En 41:1, las mismas palabras se entienden correctamente en su forma yusiva, un detalle que debo intentar aclarar citando de nuevo, poniendo en cursiva e insertando el texto hebreo correspondiente.
Guardad silencio ante mí, costas, y renueven sus fuerzas los pueblos (יחליפו כח); acérquense y entonces hablen, juntos vengamos a juicio.
Isaías 41:1 (LBLA)
Estas sutiles ironías deben representar sin duda algo más que un juego de palabras realizado con un fin puramente estético. Cada vez estoy más convencido de que la voz isaística está atrayendo a las naciones hacia la difícil situación y las perspectivas del propio Israel/Jacob. Los propósitos de YHVH al redimir a su Israel parecen incluir cada vez más a las naciones, sin desdibujar nunca las distinciones entre ambas ni traspasar los límites de estas últimas.
Parece cada vez más probable que al convocar a las naciones para el juicio, sus intenciones sean -como con Israel- no finalmente letales sino más bien restauradoras.
Cuando se recibe una invitación como ésta, con todas sus tonalidades isaísticas, nunca se sabe exactamente para qué.
Pero, paz. Las noticias son buenas.
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