La retórica isaística es aficionada en poner nombres. Las personas y los lugares reciben con desenfreno nuevos nombres que despiertan esperanzas, canalizan energías y descubren una dignidad oculta.
De camino a las magníficas promesas de sus versículos undécimo y duodécimo, el capítulo 58 de Isaías corroe ferozmente la parodia que supone un mero ritual religioso sin pasión por la justicia en su núcleo.
El ayuno representa toda una serie de actividades religiosas que aquí se reducen a una torpe pose. Isaías no hace esto por animadversión al ritual, ni mucho menos. Algunas de las promesas más altisonantes del libro se refieren a las puertas abiertas a los que hasta ahora habían sido excluidos de esa práctica religiosa que el libro no duda en llamar ‘deleite’. Por el contrario, el ritual se afirma cuando estructura la cadencia de una vida comunitaria alimentada por la atención a lo que YHVH está tramando y orientada por la práctica de configurar la vida compartida en torno a la creación y la provisión de justicia.
El ayuno que forma parte integrante de este tipo de vida se describe así:
¿No es este el ayuno que yo escogí: desatar las ligaduras de impiedad, soltar las coyundas del yugo,
Isaías 58:6-7 (LBLA)
dejar ir libres a los oprimidos, y romper todo yugo? ¿No es para que partas tu pan con el hambriento,
y recibas en casa a los pobres sin hogar; para que cuando veas al desnudo lo cubras, y no te escondas de tu semejante?
Las promesas que atienden a una comunidad que vive de este modo son pródigas y audaces:
Entonces tu luz despuntará como la aurora, y tu recuperación brotará con rapidez; delante de ti irá tu justicia; y la gloria del Señor será tu retaguardia. Entonces invocarás, y el Señor responderá; clamarás, y Él dirá: «Heme aquí». Si quitas de en medio de ti el yugo, el amenazar con el dedo y el hablar iniquidad,y si te ofreces al hambriento, y sacias el deseo del afligido, entonces surgirá tu luz en las tinieblas, y tu oscuridad será como el mediodía.
Isaías 58:8-10 (LBLA)
Sin embargo, los esfuerzos del profeta por describir un futuro en el que YHVH y su pueblo cohabitan para bendición de ambos no retoman la práctica de asignar nuevos nombres hasta los versículos 11 y 12. Aquí ese instinto por los nuevos nombres sirve como una especie de clímax a la naturaleza profundamente prometedora del capítulo:
Y el Señor te guiará continuamente, saciará tu deseo en los lugares áridos y dará vigor a tus huesos;
Isaías 58:11-12 (LBLA)
serás como huerto regado y como manantial cuyas aguas nunca faltan. Y los tuyos reedificarán las ruinas antiguas; levantarás los cimientos de generaciones pasadas, y te llamarán reparador de brechas,
restaurador de calles donde habitar.
A veces, un nombre identifica a la persona que en un momento del pasado ha realizado una acción que, para siempre, marca al individuo como alguien que ha alcanzado la cima o, mejor dicho, que ha mostrado su verdadera naturaleza en el momento de su realización. ‘Es el tipo que rescató a cinco personas de una casa en llamas’, podríamos decir. Le llamamos “el rescatador”‘.
Otras veces, el nombre pone de manifiesto un hábito o un heroísmo continuo que se convierte en la destilación más pura de la persona nombrada. ‘Ella es una Nave de Esperanza’, podríamos decir, con la intención de sugerir que su instinto o disciplina para los actos misericordiosos aún no ha llegado a su fin.
Es posible que Isaías 58:11-12 tenga algo de ambas cosas en mente, aunque el acento recae en la primera. Los redimidos y los retornados de Judá serán conocidos para siempre como los autores de aquel glorioso restablecimiento de la ciudad de YHVH en una tierra que antes se les había perdido. Sin embargo, dado que el horizonte isaístico es abierto, no es difícil imaginar el nombre de un pueblo cuyo glorioso momento de reconstrucción se convertirá en algo más que un momento bien recordado.
Se habrán convertido en Reparadores de Brechas, Restauradores de Calles donde Habitar.
La promesa se convierte en destino, el destino en nueva naturaleza. Un pueblo renace y crece hasta alcanzar su plena estatura, incapaz de dejar sola una brecha, inevitablemente impaciente ante unas calles en ruinas, destinado tanto bendecido como para bendecir.