La Biblia no es un libro de devoción melosa.
Nunca habría sobrevivido tantos siglos si no fuera por sus cualidades idiosincrásicas, una de las cuales es un realismo persistente y descarnado.
Cuando el rey de Judá, Ezequías, entra como improbable protagonista en la parte del libro de Isaías que sirve de puente, donde se establece el vínculo principal entre la anticipación del exilio de Judá y la eventual restauración desde el exilio, no se le confundiría como portavoz de la fe bíblica ortodoxa. Simplemente es lo que es, con toda su gloria y toda su tragedia. Para algunos lectores, es un icono de la propia nación.
Independientemente de cómo se resuelvan estos detalles, la descripción que hace Isaías de su llegada a la muerte tiene un tono sombrío. La repentina tosquedad de las imágenes es sorprendente.
Yo dije: A la mitad de mis días he de entrar por las puertas del Seol; se me priva del resto de mis años. Dije: No veré al Señor, al Señor en la tierra de los vivientes; no veré más hombre alguno entre los habitantes del mundo. Como tienda de pastor, mi morada es arrancada y alejada de mí; como tejedor enrollé mi vida. Del telar, Él me cortó; del día a la noche acabas conmigo. Sosegué mi alma hasta la mañana. Como león, Él rompe todos mis huesos; del día a la noche, acabas conmigo.
Como golondrina, como grulla, así me quejo, gimo como una paloma; mis ojos miran ansiosamente a las alturas. Oh Señor, estoy oprimido, sé tú mi ayudador. ¿Qué diré? Pues Él me ha hablado y Él mismo lo ha hecho. Andaré errante todos mis años a causa de la amargura de mi alma.
Isaías 38:10-15 (LBLA)
La persona que sufre una larga enfermedad o que ha soportado un prolongado retraso antes de la muerte no se esforzará en encontrar su propia experiencia en las palabras de Ezequías.
Ezequías no puede hablar, en este momento, de legado, de fe, de expectativa. Más bien, “del día a la noche” -de manera insólita y sin aspavientos- se imagina partiendo la vida tal como la ha conocido.
No hay más dramatismo en la esperada muerte del rey que en la de un pastor que acampa para ir al próximo pasto o en la de un tejedor que termina su jornada.
Los lectores contemporáneos pueden encontrar un cierto consuelo en la ordinariez de la muerte. Es “sólo una parte de la vida”, como intentamos convencernos.
Ezequías no ve las cosas con tanta alegría.
Realismo, sin lugar a dudas.
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