Una de las muchas paradojas que nos plantea el libro llamado Isaías se encuentra casi oculta en la opción binaria que el profeta declara en el capítulo octavo del libro.
Y cuando os digan: Consultad a los médium y a los adivinos que susurran y murmuran, decid: ¿No debe un pueblo consultar a su Dios? ¿Acaso consultará a los muertos por los vivos? ¡A la ley y al testimonio! Si no hablan conforme a esta palabra, es porque no hay para ellos amanecer.
Isaiah 8:19-20 (LBLA)
Podría parecer, incluso para un lector comprometido con la visión de las cosas que propone el texto bíblico, que la elección aquí es la de una religión viva, que respira, incluso activista, frente a un depósito fiable. Es decir, entre una religiosidad que se cuece con picardía viva aunque patentemente opuesta al camino de YHVH frente a una fe ortodoxa que es sólida, aunque un poco inerte.
Puede parecer a otros, quizá menos inclinados a mirar con buenos ojos ‘lo que enseña la Biblia’, que la elección más ventajosa no es precisamente fácil de discernir.
Sin embargo, el lenguaje del profeta aquí, tras una lectura pausada y una inspección más detallada, muestra que el campo de juego no es tan ambiguo. La elección, vistas las cosas como son, no es difícil de decidir.
Aquí está la paradoja, ciertamente, pero no con mucha ambigüedad.
De hecho, el profeta llena la columna izquierda de su bloc de notas con todas las cosas mortales, y la derecha con todas las cosas vivas.
Los chirridos y murmullos de los hechiceros, las presuntas cavilaciones de los médiums no son, a pesar de su aparente destreza vocal, más que la muerte vestida con los ropajes de la muerte misma. Isaías considera que su consulta es una visita a la oscuridad y a la decadencia. Para las personas que entablan una conversación tan condenada ‘no hay amanecer’.
En el otro lado de la página, la columna de la ‘vida’ se llena con ‘Dios’, con ‘los vivos’ mismos, y luego -aquí es donde podríamos desviarnos al seguir la lógica del profeta- con ‘la ley y el testimonio’ y con ‘esta palabra’.
Supongamos por el momento que ‘la ley y el testimonio’ y ‘esta palabra’ abrevian aproximadamente las declaraciones acumuladas del profeta en nombre de YHVH. Es probable que se insinúe algo más, pero podemos prescindir de esa complicación por ahora.
El profeta alinea estas palabras escritas no con una tradición atrofiada o una ‘letra muerta’, sino con un Dios que está muy vivo y -el detalle es fundamental- alineado y activo entre ‘los vivos’ que rodean al profeta y que en este momento aterrador están un poco asustados.
En opinión del profeta, YHVH ha hablado -a través de él y de otros- un depósito acumulado de realidad que puede ser declarado en la calle o en el templo, pero que en momentos terribles de inminente fatalidad como éste puede ser escrito, consultado, susurrado en voz alta y atesorado.
Lejos de ser inerte, debemos entender esta ‘ley (mejor, ;instrucción’) y testimonio’ como algo que contiene y da vida. Si otras fuentes de supuesto consejo requieren lo muerto y sólo conducen a la muerte, esta ‘instrucción y testimonio’ insinúa un nuevo crecimiento, nuevas erupciones de vida, posibilidades aún desconocidas. Aunque en este momento sea silencioso, este pequeño depósito de verdades promete gritos, danzas y canciones cuando la noche haya caído y haya amanecido.
Si las cosas son así, ¿por qué un pueblo debe consultar a los muertos en nombre de los vivos?
¡Exacto!
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