El primer capítulo del libro llamado Isaías se ve mejor como una antología de palabras del profeta, recogidas aquí para dar al lector una idea del tono y la trama del largo y diverso libro que sigue. El libro como tal comienza con el ‘segundo’ título en el capítulo dos, versículo uno.
Los resultados de esta lectura son esperanzadores, pero apenas estimulantes. El famoso giro hacia la esperanza y la redención en el capítulo cuarenta apenas se vislumbra en el núcleo de la impresionante -cuando se entiende correctamente- promesa de esta introducción selectiva:
Sión será redimida con juicio,
Isaías 1:27 (LBLA)
y sus arrepentidos con justicia.
Entreteniéndose con los famosos conceptos proféticos de mishpat y tsedeqah (más o menos ‘justicia y rectitud’), el profeta y su editor conspiran en afirmar que la eventual restauración de Sión no será una vindicación sino un juicio purificador. No es un día feliz en el calendario en el que uno tacha expectante cada fecha que queda. Es más bien una fundición profundamente dolorosa del metal malo por un Artesano que no dejará las cosas como están.
Mientras tanto, Sión se ha convertido en Gomorra. Es difícil exagerar la violencia emocional de esta afirmación. Todo lo que significa ser ‘elegido’ por YHVH queda prácticamente reducido a la nada, a una patética suma que es menos que nada. La ciudad del gran afecto de Dios recibe el nombre del objeto más notorio de su ira destructiva. Es el equivalente retórico a escupir en la cara de una reina.
Al lector le queda contemplar cómo cualquier proyecto o más bien cómo un proyecto sagrado puede salir tan mal. Uno se queda pensando si algo y alguien estará a salvo. Aparte del fuego de fundición.
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