Sería erróneo decir que las estructuras y patrones de culto y liturgia, carecen de valor en el legado de un profeta bíblico como en el caso de Isaías. De hecho, algunas de las expresiones más agitadas de parte del profeta respecto a la redención de YHWH de Israel prometen la impactante integración al culto de los extranjeros y los mutilados, personajes que fueron convencionalmente excluidos.
Sin embargo, en el párrafo final del libro, YHWH parece completamente indiferente a digamos, un templo construido para su reposo. Él podría hacer por sí mismo mil de estos si el capricho lo empujara.
Jehová ha dicho: «El cielo es mi trono y la tierra el estrado de mis pies. ¿Dónde está la casa que me habréis de edificar? ¿Dónde el lugar de mi reposo?Mi mano hizo todas estas cosas, así todas ellas llegaron a ser», dice Jehová. «Pero yo miraré a aquel que es pobre y humilde de espíritu y que tiembla a mi palabra.» (Isaías 66:1–2 RVR95)
Cada vez que Isaías asalta la religión y su observancia litúrgica, lo hace por una de dos razones. O bien el profeta declara inútil el desempeño ritual en ausencia de una ética digna del pueblo de YHWH. O, por el contrario, está elevando algo de mayor valor que la observancia cultual, por buena que ésta es.
Aquí el énfasis cae en la segunda de estas motivaciones.
Ilimitado e inconmensurable como YHWH es, su atención enfocada y aguda cae en un pequeño detalle en medio de los gemelos de la creación y la nación israelita: el que es humilde y contrito en espíritu y tiembla a mi palabra.
Cuando uno retrocede, toma una respiración hermenéutica profunda, y considera la afirmación que se hace aquí, es simplemente asombroso.
Esta persona humilde, este espíritu quebrantado, este oyente tembloroso se puede encontrar dentro del templo de Jerusalén. Pero es al menos tan probable que se apoye dolorosamente contra un muro, hambriento y solo en algún rincón distante de la ciudad. Sea cual sea su localización, la atención de YHWH evita las magnificencias del templo y el culto para tomar esta pequeña figura en su mirada, necesitada de una palabra, su espíritu hecho polvo, no impresionante en todos los sentidos.
Excepto que a YHWH, profundamente fascinado, no le importa otra cosa.
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