Cuando los profetas del Antiguo Testamento satirizan, no es causa de risa. Es decir, cualquier regocijo provocado por sus irónicos o ataques verbales—y algo de esto es bastante gracioso para los ojos modernos también—está destinado a despertar en sus oyentes que la realidad creada ha sido transgredida. Y pronto, o eventualmente, será rectificada.
En el siguiente pasaje, los dioses de los opresores babilónicos absorben la fuerza de este sátira acre.
Bel se inclina, Nebo se somete; sus ídolos son llevados por bestias de carga. Pesadas son las imágenes que por todas partes llevan; son una carga para el agotado. Todos a la vez se someten y se inclinan; no pudieron rescatar la carga, y ellos mismos van al cautiverio.
Escúchame, familia de Jacob, todo el resto de la familia de Israel, a quienes he cargado desde el vientre, y he llevado desde la cuna. Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los cargaré y los libraré (Isaías 46:1-4 N.V.I., ligeramente editada).
El sofisticado juego verbal presente es muy rico para ser explicado en la traducción. Pero déjenme intentarlo.
Estos dos breves párrafos proféticos (por lo que la versión hebraica del ‘Texto Masorético’ los considera) juega sobre los temas que Isaías sostiene, vemos algunos giros hacia adentro y algunas exploraciones, así como J.S. Bach explora la capacidad del sonido dado en una fughetta barroca.
Éstos son algunos de esos temas que aparecen en las líneas que he citado.
En primer lugar, el momento histórico parece comprobar los poderes de los dioses de babilonia, incluso para descartar cualquier discusión en el rostro de su evidente magnificencia. La nación babilónica, después de todo, reina en supremacía. Como podríamos decir hoy, es como una imagen de una superpotencia unipolar. Los príncipes babilónicos son reyes, se jactan ellos. Son la definición misma de la voluntad invencible de ejerecer el poder. El lenguaje isaiánico de la altura entra en juego aquí, donde ‘la alta’ significa la gloria y la autoridad y ‘la baja’ significa derrota e incapacidad.
En esta luz, la afirmación de Isaías de que ‘Bel se inclina’ y que ‘Nebo se postra’ convierte las circunstancias en su cabeza. El pensamiento del profeta, ofrecido en contra de las evidencias, es o bien enterado y provocativo, pues quizás el profeta discierne más que nosotros. O es simplemente el delirio.
En segundo lugar, las ideas gemelas isiánicas de peso y fatiga se despliegan ingeniosamente y, en mi opinión, poderosamente. Permítanme tratar de descomponer de una forma ordenada que lo pueda compartir sin drenar la imagen de su fluyente potencia.
Satíricamente, Isaías sugiere que la representación física de los dioses babilónicos es sencillamente demasiado pesada como para ser cargada sin que la gente se agote en el proceso. Es decir, estos dioses no ayudan a su gente. Más bien, sus adoradores son reducidos al simple hecho de transportar a sus ídolos, con la energía que ellos mismos carecen. Este tipo de religión, según las reclamaciones del profeta, es agotadora.
Los componentes verbales que hacen de esta sátira posible, son palabras comunes para describir el soporte (נשא), la relacionada con carga (משא), una palabra exquisitamente empleada aquí que implica carga y transporte (עמס), y—por último—una palabra que es potente en manos de Isaías que significa estar fatigado (עיף).
Ahora veamos de nuevo el pasaje, esta vez con comentarios intercalados en cursiva:
Bel se inclina, Nebo se somete; sus ídolos son llevados por bestias de carga. (Aquí los grandes dioses de Babilonia se reducen a pesados objetos materiales y que la gente utiliza patéticamente a sus valiosos animales, forzándolos a llevar la carga.)
Todos a la vez se someten y se inclinan (¿Quién hace esto?, ¿los dioses, las bestias de carga? Es muy probable que este último–la bestias—luchen, se esfuercen y se quejen bajo la carga). No pueden librar la carga, sino que ellos mismos son llevados al cautiverio.
Escúchame, familia de Jacob, todo el resto de la familia de Israel, a quienes he cargado desde el vientre, y he llevado desde la cuna. Aun en la vejez, cuando ya peinen canas, yo seré el mismo, yo los sostendré. Yo los hice, y cuidaré de ustedes; los sostendré y los libraré.
Ah, y ahora vemos que en los oídos de Isaías es YHWH quien lleva y carga a su propio pueblo. No los somete a la fatiga de arrastrar a los dioses inertes, sino que los carga sobre alas de águilas, de modo que hasta los fatigados logran encontrar nuevas fuerzas.
Así que la sátira Isiánica es luz en lo que realmente está sucediendo en un momento en que Babilonia y sus dioses aparentan triunfar y Judá se esconde como una de las muchas víctimas que fenecen ante esta poderosa nación.
Echemos un vistazo a un juego de palabras más, en este impresionante pasaje.
Esas bestias cargadas—cargadas de ídolos, si esta lectura es la lectura correcta—no pueden ‘salvar la carga’. La palabra traducida aquí como ‘salvar’ es profundamente familiar en el contexto isaiánico del exilio y el retorno, de la subyugación y de la redención. El verbo en hebreo מלט, aquí al parecer, significa que las bestias desgastadas de tropiezo no pueden salvar a la carga de los ídolos bajo cuyo peso muerto son impulsadas siempre hacia adelante. Pero sólo unos cuantos versículos más adelante, leemos acerca de la afirmación de YHWH: ‘voy a llevar y a salvar’.
Este extracto de cuatro versos del libro de Isaías es gema de sátira profética, que se puede admirar por motivos literarios por sus matices penetrantemente inteligentes. Sin embargo, ha sido preservado, leído y atesorado porque habla de cosas aún más profundas: La religión muerta engañada lleva una nación al agotamiento. Muy por el contrario es el ofrecimiento de YHWH; él carga y sostiene a los que son suyos.
El lector cristiano puede encontrar que las palabras de un profeta posterior vienen a la mente:
Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana (Mateo 11:28-30 N.V.I.).
No tomaría nada de estas últimas palabras, ni de su orador, si uno especulara que la sátira isaiánica—atesorada, reflexionada e incluso memorizada—estaba en el centro de la llamada de Jesús a una cierta ligereza misericordiosa.
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