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Posts Tagged ‘bendición aarónica’

Solo hace falta una generación cómoda para que un pueblo olvide que el mundo es peligroso.


Los hombres y mujeres que conocen la serenidad de una mecedora están mal preparados para imaginar lobos. Por supuesto, somos capaces de hacerlo cuando la adversidad nos presiona a actuar. Sin embargo, esta observación confirma que la presión es necesaria para que imaginemos la amenaza, y más aún, para que nos levantemos contra ella a riesgo de la vida, los miembros y los cuerpos desgarrados.

En su brillante obra, Shepherds After My Own Heart: Pastoral Traditions and Leadership in the Bible[1], Timothy S. Laniak sostiene que el rol del antiguo pastor dista de lo que los modernos suponemos. Su quintaesencia, según Laniak, era proteger y proveer para el rebaño en un contexto lleno de escasez y peligro.

El romanticismo asociado a esta vocación se desvanece rápidamente, y nos conduce de regreso a la bendición aarónica. Cuando el sacerdote pronuncia en voz alta esta bendición sobre el pueblo, esperando que YHVH esté escuchando y sea receptivo a su clamor, da cuerpo al significado de que la deidad bendiga a su pueblo en pacto mediante la súplica:

El Señor te guarde…

En muchos contextos, una traducción más precisa y robusta al español no sería “guardar”, sino “vigilar” o aun “proteger”. Que la palabra español más suave, guardar, se haya vuelto convencional probablemente se deba más a su recitación en entornos litúrgicos seguros que a la dinámica lingüística del término hebreo y al ambiente salvaje y peligroso en el que los artesanos literarios de la Torá ubicaron su establecimiento.

Si uno elige habitar dentro de la narrativa bíblica como la historia que mejor contextualiza todas las disponibles en nuestro tiempo, debe tener los ojos bien abiertos ante esta auto-inserción. Es un mundo peligroso, con una narrativa profundamente arriesgada. La muerte y la calamidad emergen con inquietante regularidad: a veces por la espada del enemigo, otras por la perfidia de un hermano, y ocasionalmente por el fuego que emana del mismo Dios al que uno se ha comprometido a seguir en el desierto.

El sacerdote no era un necio cuando entonaba diariamente sobre su pueblo:

El Señor te bendiga…y te proteja…

En ese momento, podría haber sido el mayor guerrero de Israel.

Si bien es cierto que tal bendición divina habría sido rica, su alternativa era bastante terrible como para contemplarla.


[1] Pastores conforme a mi corazón: Tradiciones pastorales y liderazgo en la Biblia.

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La bendición cuidadosamente equilibrada que se pone en los labios de Aarón y sus hijos, destinada a resonar mientras el ojo genealógico pueda alcanzar, es notable por varias razones.

En primer lugar, parece, al menos para el lector occidental, un claro en lo que a menudo puede parecer un denso y oscuro bosque literario. De hecho, algunos críticos literarios encuentran la bendición aarónica tan profundamente disonante con su entorno que aventuran un origen para ella alejado de las prescripciones cultuales y arquitectónicas que la rodean.

Podría haber sido, se imagina uno, el ancla brillantemente pulida de alguna liturgia perdida, ubicada aquí como una joya sobre un engarce que parece opaco e incluso vulgar en comparación. Alternativamente, podría haber brillado con tal intensidad que los escritores de Israel compusieran una extensa explicación etiológica para su gloria estética, sin llegar, quizás, a estar a la altura del núcleo con el que comenzaron.

Probablemente, ambas teorías juzgan con bastante dureza el material litúrgico de los pasajes circundantes. De igual manera, ambas miran con desdén lo que los estudiantes de la Torá han encontrado, durante incontables generaciones, más fascinante que opaco y más valioso que vulgar. Finalmente, ambas explicaciones son, posiblemente, intolerantes con la flexibilidad de género que caracteriza a la literatura antigua que hoy leemos.

En todos los sentidos, es plausible que el escándalo que se presenta como un entorno empobrecido para una joya brillante sea más un reflejo de nuestras propias limitaciones como lectores que de las supuestas deficiencias del texto.

El Señor te bendiga y te guarde…

Los sacerdotes de Israel declararán estas palabras sobre el pueblo por generaciones, esperando contra toda esperanza que el Señor, en efecto, esté escuchando y dispuesto a actuar. Si estas palabras caen al suelo como un monólogo sacerdotal optimista o, en el mejor de los casos, como un diálogo unilateral entre partes que adoran, entonces se perderá más que una vocación religiosa que no resultó fructífera.

Un pueblo, de hecho, perecerá.

“¿Dónde están los hititas?”, después de todo, uno de los grandes escritores sureños de Estados Unidos se atrevió a preguntar tan memorablemente como si viviera hoy, 

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