Gran parte de la esencia de la fe bíblica consiste en hacer presencia. Se nos concede poca posibilidad de influencia sobre los acontecimientos, las circunstancias y los resultados que, retrospectivamente, agrupamos y etiquetamos como «historia». El núcleo de nuestro trabajo consiste en presentarnos y esperar, no una espera pasiva e inactiva, sino un despliegue de preparación para lo que suceda.
Tras ensayar las obligaciones de la ley y sus estatutos y sentencias, suficientes para mantener ocupado a Israel durante generaciones, Moisés anticipa un momento exquisito que puede escucharse en el seno de algún hogar israelita:
Cuando en el futuro tu hijo te pregunte, diciendo: «¿Qué significan los testimonios y los estatutos y los decretos que el Señor nuestro Dios os ha mandado?», entonces dirás a tu hijo: «Éramos esclavos de Faraón en Egipto, y el Señor nos sacó de Egipto con mano fuerte.
Momentos como éste, el hipotético instante que despierta el alma de una generación cuando un niño se levanta inesperadamente y pide entender, son preciosos. Sólo ocurren si los padres han practicado el oficio aprendido de obedecer los estatutos día tras día para que se entretejan en los ritmos de la vida compartida bajo un mismo techo.
Es significativo que la respuesta de los padres a su hijo inquisitivo comience como lo hace. Un hijo pregunta por el «significado de los decretos, estatutos y ordenanzas». El padre responde en términos de rescate de la esclavitud.
El instinto mosaico privilegia la iniciativa divina y la experiencia de la gracia sobre el deber. Del mismo modo, la vida con YHVH, a pesar de todos sus peligros letales y exigencias poco comunes, se traduce en gratitud. La respuesta al deber legal comienza con el recuerdo del rescate más asombroso.
Así aprende un niño -que un día se convertirá en madre o padre- que él también fue azotado en Egipto, convocado a la huida nocturna de su casa de servidumbre, protegido del terror del desierto, introducido en una amplia tierra con su nombre.
Debe saberlo, porque un día su hijo le preguntará inesperadamente, no sobre la liberación, sino sobre el deber. Arrodillándose, hablará a su hijo de la liberación.
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