La letanía de acusaciones lanzadas contra Judá en nombre de YHVH enfurecido en el montaje introductorio de Isaías es una denuncia al rojo vivo en su mínima expresión.
Sin embargo, cuando YHVH y su profeta por fin han dicho lo que tenían que decir, este capítulo programático da un giro sorprendente.
Por tanto, declara el Señor, Dios de los ejércitos, el Poderoso de Israel: ¡Ah!, me libraré de mis adversarios, y me vengaré de mis enemigos.
También volveré mi mano contra ti, te limpiaré de tu escoria como con lejía, y quitaré toda tu impureza.
Entonces restauraré tus jueces como al principio y tus consejeros como al comienzo; después de lo cual serás llamada ciudad de justicia, ciudad fiel.
Sión será redimida con juicio, y sus arrepentidos con justicia.
Isaías 1.24-27 (LBLA)
Este pasaje sigue inmediatamente a la declaración del fallo ético central que se lleva ante el tribunal imaginario:
Tus gobernantes son rebeldes y compañeros de ladrones; cada uno ama el soborno y corre tras las dádivas. No defienden al huérfano, ni llega a ellos la causa de la viuda.
Isaías 1.23 (LBLA)
Colocada aquí, su palabra inicial (לכן, Por lo tanto…) conduce la mente del lector sin vacilaciones hacia el presunto veredicto que ahora se entregará.
Esta intuición del lector se ve apoyada por los nombres belicosos asignados al orador en esta coyuntura crítica, a los que sigue el lenguaje estándar de la sentencia judicial.
Por tanto, declara el Señor, Dios de los ejércitos, el Poderoso de Israel: ¡Ah!, me libraré de mis adversarios, y me vengaré de mis enemigos.
También volveré mi mano contra ti…
Isaías 1.24-25a (LBLA)
Sintaxis, vocabulario y contexto se unen en un giro que no vicia a futuro, rezumando como lo hace de furia penal.
Sin embargo, aquí es donde empezamos a ver que este pasaje no tiene la forma del juicio, sino el contenido de la restauración. Lo que comienza como una sentencia se convierte en una promesa. El criminal en el banquillo de los acusados, con la cabeza gacha por la desesperanza, se entera de un futuro glorioso. Estos versículos ya marcan el rumbo de este largo libro. Establecen que el juicio de YHVH sobre su pueblo -con el tiempo, esto aromatizará también su ira contra “las naciones”- restaurará en lugar de exterminar, encenderá en lugar de extinguir, abrirá un futuro en lugar de limitarse a cerrar un pasado.
He aquí la carga isaística, he aquí el חזון ישעיהו en su núcleo.
En el versículo 25 se abre una grieta entre la forma y la función, aunque, astutamente, no desde el principio. En consonancia con la acusación previa de la ética hipócritamente aleada de Sión, la “sentencia” utiliza el lenguaje de la fundición, que en la naturaleza del caso separa y purifica los metales:
También volveré mi mano contra ti, te limpiaré de tu escoria como con lejía, y quitaré toda tu impureza.
Isaías 1.25 (LBLA)
En su ominoso contexto, esta declaración podría atreverse a despertar la esperanza. Sin embargo, la imagen de la fundición también podría evocar el calor y el dolor metaforizado del juicio sin aludir a un producto valioso. La frase es ambigua en este sentido. En mi opinión, su potencial de polivalencia es intencionado y constituye un puente entre la lógica estandarizada de la sentencia y la extraordinaria sorpresa que pronto se desvelará.
La expectativa convencional pronto se desvanece ante un lenguaje promisorio que recoge el lamento previo por una ciudad antaño hermosa que se ha degradado de forma indecible.
Entonces restauraré tus jueces como al principio y tus consejeros como al comienzo; después de lo cual serás llamada ciudad de justicia, ciudad fiel.
Isaías 1.26 (LBLA)
Ahora está claro que el lenguaje sentencioso de YHVH sobre la fundición no se refiere exclusivamente al trauma que sufre un metal en el proceso, sino también al resultado muy purificado que es la ambición de la empresa cuando las manos humanas encienden el fuego purificador. La metáfora se despliega de forma global y no parcial, retomando tanto el proceso como el producto y aplicándolos a esta ciudad fiel convertida ahora en ramera, antaño llena de justicia y ciudadanos justos, pero ahora de asesinos (v. 21). En el fuego de la fundición, la reconstrucción seguirá a la deconstrucción.
El versículo 27 pone fin al extraordinario drama de la justicia restauradora en manos de YHVH, que ha empleado una forma conocida para transmitir un mensaje muy poco familiar.
Sión será redimida con juicio, y sus arrepentidos con justicia.
Isaías 1.27 (LBLA)
En manos de YHVH y por el momento en términos que hacen referencia a Jerusalén, משׁפט (comúnmente, justicia) y צדקה (convencionalmente, rectitud) son instrumentales más que finales. De hecho, cada uno de ellos va prefijado con la preposición instrumental e inseparable בְּ de una manera que casi impide la aplicación de ambos términos en términos más finales.
Aunque, en mi opinión, este primer capítulo del libro llamado Isaías es un montaje orientativo que toma prestado del texto posterior para exponer su programa, no es un collage azaroso ni pretende ser leído atomísticamente como una mera retahíla de citas favoritas.
Más bien, el texto lleva al lector a anticipar una sentencia muy merecida sobre una ciudad y un pueblo que se han vuelto tontos, estúpidos y medio muertos. Sin embargo, la forma y la función no se besan, pues si la forma es la de una sentencia, la función es entregar a Judá una gran promesa.
En efecto, YHVH juzgará. Luego, fidelidad y gloria.
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