El libro llamado Isaías insiste en contraponer el miedo a la fe. O, mejor dicho, el miedo a la confianza en YHVH.
Podría decirse que es el binario más persistente del libro. Si Israel pudiera vislumbrar de forma fiable cómo funcionan realmente las cosas, se nos hace creer en cientos de lugares, confiaría con toda naturalidad en este YHVH soberano que le ha llamado suyo y ha prometido garantizar su sobrevivencia y su eventual florecimiento.
Pero Israel (en el dialecto de ‘Jacob’, ‘Judá’, ‘Sión’, ‘Jerusalén’, ‘la casa de David’ y apelativos similares) no adquiere ese punto de vista, no se entrega a esa confianza, no puede dejar de temer a un señor u otro.
No se gana la simpatía del profeta por este defecto. Por el contrario, Isaías responsabiliza a su pueblo de lo que el libro considera un fracaso culposo a la hora de decidir dónde depositar su confianza.
El retrato que hace el libro del miedo equivocado llega a ser, por momentos, bastante impresionante.
Y aconteció que en los días de Acaz, hijo de Jotam, hijo de Uzías, rey de Judá, subió Rezín, rey de Aram, con Peka, hijo de Remalías, rey de Israel, a Jerusalén para combatir contra ella, pero no pudieron tomarla. Y se dio aviso a la casa de David, diciendo: Los arameos han acampado en Efraín. Y se estremeció el corazón del rey y el corazón de su pueblo como se estremecen los árboles del bosque ante el viento.
Isaías 7:1-2 (LBLA)
El temblor sin sentido de los árboles contra el viento se convierte en pintoresco complemento y contraste con la sólida fiabilidad de YHVH, por un lado, y la firmeza anclada de un pueblo que confía en él, por otro.
Pronto oímos al profeta de YHVH declarar con respecto a la conspiración de las naciones vecinas que inquietan al rey David y a sus súbditos en este momento…
No se mantendrá, y no se cumplirá.
En su contexto, esta declaración no trae buenas noticias, pues Acaz y su corte se ven incapaces de responder correctamente.
Por el momento nos quedamos con la inquietante imagen de Judá, ligero como una pluma, que tiembla con la más leve brisa, objeto autovictimizante más que sujeto decisivo.
La imagen moldea a su lector para que comprenda lo que constituye lo contrario de la fe en la visión isaística: Israel confía o Israel tiembla.
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