La bendición de YHVH no llega como un producto único, una marca trillada salpicada en un envoltorio familiar.
Más bien, se cuela en la vida complicada, diversa, sutil, matizada, sus tintes se asientan en la gama más amplia.
En vez de bronce, traeré oro, en vez de hierro, traeré plata, en vez de madera, bronce, y en vez de piedras, hierro. Pondré como tus administradores la paz, y como tus gobernantes la justicia.
Isaías 60:17 (LBLA)
El profeta recurre a una paleta de poeta para explicar a un pueblo cansado por qué el retorno a todo lo que una vez fue y ha sido arrebatado sin remedio será más glorioso de lo que una nación cautiva puede imaginar ahora. La cadencia de su persuasión hebraica habla, en efecto, de extremo resplandeciente, por ejemplo en la ‘riqueza de las naciones’ que fluirá hacia la resplandeciente Sión, en la transmutación del vacío abandono en majestad urbana.
Por cuanto tú estabas abandonada y aborrecida, sin que nadie pasara por ti, haré de ti gloria eterna, gozo de generación en generación.
Isaías 60:15 (LBLA)
Pero ahí también, en medio de la vorágine, se encuentra el aumento más suave de las cosas más humildes hasta alcanzar su máximo esplendor. El bronce se convierte en oro en sus manos. El hierro esperado ahora brilla en plata. La madera útil brilla por alquimia divina, ahora, como el bronce, es bronce. Piedras humildes, hierro forjado.
La bendición de YHWV no siempre desfila. Su ruido puede ser una trompeta, pero también un susurro que uno debe esforzarse por oír, casi escapando del momento sin ser escuchado.
YHWH convierte lo ordinario en bueno. Bajo su sonrisa, lo casero se convierte en algo digno de admiración. Es el Señor de las sorpresas, el Redentor que no se ve, el Conspirador que regala.
Leave a comment