Usualmente los oráculos proféticos de la Biblia no se leen buscando inspiración alguna. Lo espeso de sus paisajes, los cuadros dantescos, salvajes y desoladores, más bien causan perturbación en vez de brindar consuelo o inspiración. De hecho, esto es su objetivo, aunque para ello emerja de sus entrañas una lectura dura de roer.
Profecía sobre el desierto del mar. Como torbellino del Neguev, así viene del desierto, de la tierra horrenda. Visión dura me ha sido mostrada. El prevaricador prevarica, y el destructor destruye. Sube, oh Elam; sitia, oh Media. Todo su gemido hice cesar. (Isaías 21:1–2 N.V.I.).
Isaías 21 es pues parte de ese grupo de llamados ‘oráculos contra las Naciones’, dirigido contra Babilonia la opresora de Judá. La pequeña y frágil Judá encontraría algo de consuelo en ello, por su manera de invertir las estructuras de poder en su entorno. Semejantes denuncias muestran que los perros grandes no mandan, a pesar de su presunción. El profeta se atreve a sugerir, en contra de las evidencias, que ningún poder humano es invencible.
Los versículos citados despliegan una característica particular de los oráculos proféticos, los cuales de manera sutil hacen un terrible reclamo: existe una línea de inevitabilidad que los rebeldes de cualquier clase pueden violar. A pesar de la paciencia larga del YHWH, a ese punto todo ha sido dicho y el juicio pronto se ejecutará.
Los traductores luchan por capturar la repetición representada en las dos frases en cursiva. En lo personal, he pasado tiempo tratando de encontrar una versión de la Biblia que intente reflejar esta misma idea como un juego de palabras reiterativa. Al menos en ingles la NRSV lo hace bien: the betrayer betrays and the destroyer destroys (el traidor traiciona y el destructor destruye Hebreo: הבוגד בוגד והשודד שודד).
Por su lado, el libro neotestamentario, Apocalipsis toma prestada esa misma técnica, quizás mostrando su deuda con el libro de Isaías. Esto no debería extrañarnos en un libro tan saturado del espíritu isaiánico, tan convencido de que el nombre ‘Babilonia’ sirve perfectamente bien para identificar cualquier poder que aplasta bajo sus pies a los pequeños de YHWH.
Otra secuencia de lamentos de condenación idénticos encontramos aquí: (“cayó, cayó, Babilonia”, Isa. 21.9 // ” Ha caído, ha caído la gran Babilonia”, Apocalipsis 18.2) complementa este ritmo de reiteración.
Si alguno lleva en cautividad, va en cautividad; si alguno mata a espada, a espada debe ser muerto. Aquí está la paciencia y la fe de los santos (Apocalipsis 13:10 N.V.I.)
Lo ineludible es algo que no se muestra con frecuencia en el relato bíblico en cuanto al trato que tenía YHWH con su pueblo y su gente. Por el contrario, se muestra una relación abierta, cargada de promesas y deseos impregnados de buenas aspiraciones para los protagonistas humanos.
Pero hay un punto, los oráculos proféticos nos instruyen, después del cual no hay vuelta atrás. Es el punto en que oponerse a la voluntad divina se torna voluntarioso y completo. En ese momento, la suerte ha sido echada y la destrucción es inevitable.
Dios no lo quiera.
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