Nos conocimos hace aproximadamente 15 años, cuando yo estaba en los afanes de un matrimonio y maternidad recién iniciados. En ese primer encuentro su entusiasmo fue vehemente, a mí apenas me alcanzó para sonreír fríamente.
Han pasado los años y sin vanidad puedo asegurar que ese entusiasmo continúa allí, a pesar de su amor no correspondido, con su mirada tan incómodamente fijamente en mí, midiendo mis gestos y mis movimientos, con su interminable vicio de obtener de mí una caricia o una palabra amorosa, percatándose humildemente de que para mí no cuenta, pero persiste, cada día me espera.
Como cualquiera que se sabe poseedor de un amor tan grande, mi indiferencia se ha agravado. Mi prisa por acabar esa relación es tan apasionada como su insistencia en continuar junto a mí a pesar de cualquier cosa.
Aunque tengo que admitirlo con pesadumbre, ya sea por obligación o costumbre se ha hecho parte de mi vida. A pesar de mi empecinado afán por no darle más terreno, se incluyó sin permiso en mi anecdotario y hasta se ha inmiscuido con los míos, con mis amistades.
En fin, no sé si esta experiencia es única o si usted ha vivido algo semejante, pero seguramente cuando Tina mi perra ya no esté, voy extrañar ser el objeto de su amor.
Leave a Reply