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Archive for the ‘Deuteronomio 30’ Category

Aunque las bendiciones ofrecidas a Israel en los discursos finales de Moisés son reconfortantes, las maldiciones correspondientes ponen a prueba la capacidad de la mente para enfrentarse al calor ardiente de la ira divina. El detalle imaginativo con que se articula la forma de la calamidad es asombroso. El lector se pregunta -como Moisés invitaba a hacer a Israel en este momento de la narración- si se puede vivir con un Dios como éste. Si la amplitud de sus misericordias parece el único atenuante para nuestros instintos caprichosos, la severidad de su juicio parece nuestra perdición segura.

Se considere o no que este tipo de literatura proyecta en la vida del lector una descripción de la realidad, no es difícil aceptar que quienes la compilaron creían que los asuntos más profundos de la decisión humana se hallaban ante nosotros precisamente en este tipo de antítesis entre la bendición y la maldición.

Sin avergonzarse de las severidades que nos parecen ofensivas, el texto elige su propio marco conceptual. Encuentra en la aguda y superficialmente equilibrada contraposición entre maldición y bendición una oportunidad primordial de restauración, incluso después de que la propia elección haya provocado la calamidad. Desde este punto de vista, la bendición y la maldición no tienen el mismo peso:

Y sucederá que cuando todas estas cosas hayan venido sobre ti, la bendición y la maldición que he puesto delante de ti, y tú las recuerdes en todas las naciones adonde el Señor tu Dios te haya desterrado, y vuelvas al Señor tu Dios, tú y tus hijos, y le obedezcas con todo tu corazón y con toda tu alma conforme a todo lo que yo te ordeno hoy,entonces el Señor tu Dios te hará volver de tu cautividad, y tendrá compasión de ti y te recogerá de nuevo de entre todos los pueblos adonde el Señor tu Dios te haya dispersado. Si tus desterrados están en los confines de la tierra, de allí el Señor tu Dios te recogerá y de allí te hará volver. 

Se puede despotricar contra un Dios así. De hecho, algunas de las voces consagradas en la Biblia lo hacen. Sin embargo, hay que tener en cuenta la visión del mundo de los propios escritores y compiladores. Encontraron en YHVH una cualidad primordial, un rasgo permanente de su temperamento que perdura y finalmente ajusta -tanto en términos narrativos como existenciales- la letanía de bendiciones y maldiciones que pronuncia. Esta cualidad es el perdón, el cimiento sobre el que una nación o una persona puede apoyar sus pies ensangrentados y mirar hacia el futuro.

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